Arte

Hiperrealismo en el museo

El Thyssen-Bornemisza muestra la colección de cuadros hiperrealistas propiedad de Blanca y Borja

1.- ‘Schweppes’ (R. Spencer).  2.- ‘Conejito en la esquina’ (Roberto Bernardi). 3.- ‘La 49 con Brodway’ (Don Jacot).  4.- ‘Lucky Dragon’ (Bertran Meriel). 5.- ‘Autorretrato’ (Richard Estes).  6.- ‘People’s Flowers’ (Richard Estes).(L)  | MUSEO THYSSEN BORNEMISZA

1.- ‘Schweppes’ (R. Spencer). 2.- ‘Conejito en la esquina’ (Roberto Bernardi). 3.- ‘La 49 con Brodway’ (Don Jacot). 4.- ‘Lucky Dragon’ (Bertran Meriel). 5.- ‘Autorretrato’ (Richard Estes). 6.- ‘People’s Flowers’ (Richard Estes).(L) | MUSEO THYSSEN BORNEMISZA / francisco r. pastoriza

Francisco R. Pastoriza

Coincidiendo con el treinta aniversario del Museo Thyssen Bornemisza en Madrid, dos miembros de la familia, Borja y Blanca Bornemisza, han decidido dar a conocer algunas obras de su colección privada a través de su instalación directa en el museo, como un bodegón de María Blanchard de 1918, un lienzo de Francis Picabia o una pintura de gran formato de Julian Opie. En los próximos meses van a mostrar también sus colecciones en varias exposiciones temáticas, comenzando con la que muestra al público ocho cuadros de pintores hiperrealistas. Se pueden ver aquí dos obras de Richard Estes con paisajes de la ciudad de Nueva York, People’s Flowers, de 1971, y un Autorretrato cerca del Oculus en el World Trade Center, de 2017. Otro pionero de este género, Charles Bell, evoca en sus pinturas el mundo de la infancia con viejos juguetes de hojalata, pinballs, máquinas expendedoras de chicles. De él se expone Noches tropicales. De una generación posterior a estos autores es Don Jacot, que se dio a conocer con paisajes de su ciudad natal, Chicago, y que aquí está representado por una vista urbana La 49 con Brodway, pintada en 2019, dos años antes de su muerte. El éxito internacional del hiperrealismo dio lugar a la aparición de jóvenes artistas como Roberto Bernardi, Raphaella Spence y Bertran Meniel. De este último es Lucky dragon, una esquina de la ciudad de San Francisco. Raphaella Spence se ha especializado en paisajes hiperrealistas de la naturaleza como el que aquí se muestra con el título El sendero. De Bernardi se expone Conejito en la esquina.

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hiperrealismo en el museo / francisco r. pastoriza

Una realidad artificial

Mediados los sesenta del pasado siglo nació en los Estados Unidos un movimiento pictórico bautizado como Photorealism, porque sus contenidos estaban copiados de fotografías hechas para la ocasión. En Europa se le bautizó como hiperrealismo. Surgió como una reacción contra el arte no figurativo, que dominaba por entonces todo el panorama pictórico internacional. Los fotorrealistas utilizaban la fotografía como fuente para sus obras pictóricas, y tenían en Canaletto su fuente de inspiración. Así como el italiano había utilizado en el siglo XVIII la cámara oscura para pintar con perfecta perspectiva los paisajes urbanos de la ciudad de Venecia, la técnica utilizada por los fotorrealistas consistía en transferir al lienzo el revelado de una película fotográfica mediante la proyección de las diapositivas obtenidas con una cámara de fotos analógica. En la actualidad los pintores fotorrealistas trabajan con tecnología digital.

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hiperrealismo en el museo / francisco r. pastoriza

Aunque fue en los años sesenta cuando el género alcanzó una gran popularidad en América, su consagración como movimiento artístico se produjo en la Documenta de Kassel de 1972, donde los mejores representantes expusieron sus obras para un público exigente y entendido. La crítica más académica calificó el hiperrealismo como virtuosismo copista, negándose a admitirlo como arte y considerándolo antiintelectual, conservador y hasta reaccionario. Sin embargo, otras interpretaciones les reconocen el valor de reivindicar el derecho de la pintura a representar la realidad de forma fiel, directa y objetiva. Para los fotorrealistas el género no reproduce la realidad sino que crea una realidad nueva y prolonga la senda marcada por el Pop-art de Rauschenberg, Lichtenstein y Andy Warhol.

hiperrealismo  en el museo

hiperrealismo en el museo / francisco r. pastoriza

Los primeros fotorrealistas trasladaron a sus lienzos temas inspirados en el american way of life, tomando como modelos objetos de la vida cotidiana: automóviles y motocicletas relucientes con parachoques lustrosos en cuyos metales se refleja con fuerza una chispeante luz solar, tomados desde ángulos contrapicados para enaltecer la figura y el diseño; bodegones con objetos de la vida cotidiana, fotografías, dulces y chucherías, a los que dan un tratamiento pictórico que exagera sus cualidades plásticas. También vehículos agrícolas, autocaravanas, furgonetas, automóviles a los que dotan de objetos de culto a través de un tratamiento cromático especial y un tamaño sobredimensionado. En el hiperrealismo los anuncios comerciales, rótulos luminosos, escaparates multicolores, máquinas de pinball y juguetes de hojalata pintados con colores vivos, se mezclan con mostradores brillantes y mesas de restaurantes de comida rápida con botes de kétchup, tabasco y sal, estaciones de metro, piscinas y jardines con máquinas cortacésped. Los lavaplatos, los anaqueles de supermercados poblados de productos de consumo, las cabinas de teléfono, los edificios arquitectónicos de las grandes ciudades tomadas con objetivo gran angular, se imponen a la vista del espectador por su espectacularidad y el tamaño de sus soportes, aunque sin transmitir la emoción de una obra pictórica.

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