El regalo de reyes de job

El sueño cumplido de Ochieng

El keniata Job Nguono, solo, sin hablar español y siendo menor de edad, llegó en 2020 a Canarias con el deseo de convertirse en futbolista profesional, una aventura no exenta de sinsabores pero con final feliz tras su fichaje por la Real Sociedad

El keniata Job Nguono Ochieng, la semana pasada en la Fuente Luminosa de Las Palmas de Gran Canaria. | ANDRÉS CRUZ

El keniata Job Nguono Ochieng, la semana pasada en la Fuente Luminosa de Las Palmas de Gran Canaria. | ANDRÉS CRUZ / miguel ayala

Miguel Ayala

Miguel Ayala

Los Reyes Magos han hecho realidad este 2023 el sueño de Job Nguono Ochieng, un joven keniata que con 17 años llegó a Canarias en solitario para intentar cumplir su mayor deseo: convertirse en futbolista profesional jugando en un gran equipo. La destreza que desde niño demostró con el balón llamó la atención de su familia, una cualidad que tampoco pasó inadvertida para un grupo de amigos de sus padres que no dudaron en ayudarlos económicamente para que Job pudiese viajar a Europa con el objetivo de labrarse un futuro en el mundo del deporte a cambio de que, si el chico triunfaba, les devolviese el dinero prestado. Sin saber ni una palabra de español y tras sufrir no sólo el desarraigo sino el hecho de verse en la calle con todas sus pertenencias dentro de una bolsa de basura, Job ha fichado por la Real Sociedad donde en las próximas semanas comenzará a jugar en el filial de la entidad guipuzcoana tras recuperarse de una lesión.

Largo como un silbido, hasta esa leve lesión en la rótula de la cual Job ya está recuperado es fruto del empeño de este joven keniata para demostrar su calidad en el campo pero, también, de querer dejar muy claro que, con el balón entre las piernas, se piensa dejar la vida.

(L)  | LAPROVINCIA/DLP

(L) | LAPROVINCIA/DLP / miguel ayala

«Desde que era niño soñaba en convertirme en futbolista profesional», recuerda durante una entrevista realizada a caballo entre San Sebastián, ciudad en la cual reside actualmente, y Gran Canaria, la isla donde ha pasado parte de las Navidades junto a la familia de su «hermano mayor» Ricky Santana, que es como Nguono Ochieng define al mánager deportivo y musical grancanario, y la persona que le ha ayudado a cumplir ese deseo por el que en solitario, siendo aún menor de edad, abandonó su país.

«Un amigo de la infancia que tiene una escuela de tecnificación en Maspalomas me dijo que había un chico buenísimo entrenando y allí que me fui a verlo», rememora Santana sobre una historia que, sin embargo, comenzó a escribirse unos meses antes en un campo de fútbol en Nairobi.

Nguono Ochieng nace en la capital keniata y recuerda que siempre le apasionó el fútbol «aunque en mi casa no había demasiada tradición». Sólo su padre era aficionado a este deporte pese a que en Kenia, como en casi toda África, el fútbol despierta cada vez más pasiones aunque el país sea conocido mundialmente por sus excelentes corredores.

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>> / miguel ayala

Así, Job es con doce años cuando comienza a jugar a la pelota en un lugar donde, en algunas zonas, el 95% de la población se encuentra bajo el umbral de la pobreza. Lo de jugar al fútbol, por lo tanto, parece un asunto menor aunque en el caso del keniata protagonista de este reportaje su familia tiene una situación cómoda: su padre es ingeniero y su madre trabajó hasta hace poco en la sede de la ONU en aquel país. Sin embargo, allí el sueldo medio es de 376 euros.

La pasión y el interés de Job por el deporte le lleva a fichar con 12 años por un club de su país, el Express, donde comienza a hacer sus pinitos. «En casa veía algunos partidos por televisión y de niño me encantaban Eden Hazard y Cristiano Ronaldo aunque también soy fan de Víctor Wanyama», cuenta. Su afición estaba casi a la altura de sus cualidades con el balón «y en un torneo, en mayo de 2020, mi padre se encontró con un conocido, el entrenador Ray Omosh, quien le dice que gracias a mi calidad quizá yo sí podría encajar en el fútbol profesional en Europa», añade. Omosh, un keniata que había estudiado en Manchester, le habla al papá de Job sobre una centro deportivo en el sur de Gran Canaria donde preparaban a jóvenes promesas deportivas. «Mi padre se pone en contacto con el dueño, que le dice que debemos pagar 1.200 euros mensuales si deseaba formarme allí».

Explica Job Nguono Ochieng que a pesar de que su familia está en una situación cómoda dentro de su país y de que en un primer momento pudieron hacerse cargo de costear los gastos del joven en Canarias echando mano de sus ahorros, el asunto se complicó y su progenitor «se puso en contacto con otros familiares y amigos y, entre todos, crearon un fondo económico tipo cooperativa para que yo pudiese seguir cumpliendo el sueño de jugar en Europa» con la condición de que si Job triunfaba les devolvería el dinero prestado.

Confiesa este muchacho que no había oído hablar nunca de Canarias «pero cuando supe que iba a venir aquí», añade, «busqué en Google información» sobre el Archipiélago. Y reconoce, entre risas, su sorpresa tras comprobar que las Islas «estaban más cerca de África que del continente europeo». En octubre de 2020 llega por fin a Gran Canaria y sólo dos días más tarde ya estaba entrenando. «Vivía en un apartamento de Maspalomas junto a otros chicos que también querían ser futbolistas», recuerda Job sobre sus inicios en su soñada Europa, y es precisamente en el primer partido que juega en Canarias donde Ricky Santana lo ve por vez primera.

«Me sorprendieron mucho sus características como jugador», cuenta Santana. «Es un delantero muy rápido, con mucha habilidad para el gol, buen manejo del balón con ambas piernas y buen dribling [regate]. Además», añade, «físicamente es un jugador muy potente, con gran capacidad de sacrificio defensivo».

Nguono Ochieng relata cómo fue su primer contacto con el que ahora es su persona de confianza. Después de aquel debut en Maspalomas «un chico que me dijo que se llamaba Ricky me escribió por Whatsapp contándome que me había visto jugar y me podía ayudar a convertirme en profesional. Quedamos unos días más tarde cerca de la playa y hablamos. Yo necesitaba a alguien que me ayudara para dar el salto y ahora estoy muy feliz de que él haya aparecido porque con Ricky todo ha sido más fácil», confiesa el joven.

Santana lo tuvo claro y desde el primer momento apostó por Job pero el destino le tenía guardado al keniata una mala pasada. «Un mes, mis padres no pudieron pagar a tiempo los 1.200 euros que costaba mi estancia en la residencia y su propietario me amenazó con que si no abonaba ese dinero me echaría de la casa», cuenta.

A pesar de que su progenitor le dijo al dueño que le ingresaría en breve esa cantidad, al día siguiente, cuando Nguono Ochieng volvía de pasar la mañana en la playa junto a un amigo se encontró sus pertenencias dentro de una bolsa de basura en la puerta del apartamento donde residía.

Es fácil imaginar el disgusto y el miedo que aquella situación le generó al muchacho, solo, en una tierra que desconocía y sin un euro en el bolsillo. «Me vi tirado en la calle», recuerda.

Entonces, una vez más, Ricky Santana se convierte en su salvador. «El papá de Job se puso en contacto conmigo para que ayudara al niño y pactamos que yo le adelantara el dinero al propietario de la escuela, pero al final decidimos que era mejor no volver a ese centro y Job se fue a vivir con otros chicos, exalumnos de la misma organización deportiva que se habían marchado de allí y compartían piso entre todos», explica Santana. Ese fue el inicio de la estrecha relación que uniría al grancanario con el keniata. «Sin él no sé qué habría sido de mí», confiesa ahora Job Nguono Ochieng.

Érase una vez un niño a un balón pegado...

Érase una vez un niño a un balón pegado... / miguel ayala

Arrancó así la verdadera aventura profesional del joven futbolista quien continuó formándose deportivamente en la Isla. También comienzan sus pruebas en distintos equipos de fútbol canarios. No hubo suerte al principio pero si algo tenía claro Santana, avispado ojeador de talentosos deportistas, era la valía de Job con el balón y en agosto de 2022 el sueño de Job se comienza a hacer realidad al lograr su fichaje por la Real Sociedad, equipo guipuzcoano con sede en San Sebastián.

Ochieng, sin embargo, vuelve a llevarse un revés al sufrir una lesión en la rótula de su pierna derecha fruto, como él mismo reconoce, «de querer ser el más rápido». «Había tenido un problema en el tobillo y cuando me recuperé seguí entrenando y jugando sin medir mi esfuerzo, dándolo todo», dice el joven antes de explicar que aquella sobrecarga acabó provocándole la nueva lesión. «He aprendido que debo hacer las cosas un poco más despacio, sin tanta prisa», reflexiona el keniata.

Cinco meses le ha llevado superar ese contratiempo físico. Los entrenadores y fisios de la Real Sociedad le prepararon un tratamiento específico para su dolencia «con entrenamientos y sesiones de gimnasio adaptados para mi durante la mañana y atención de fisioterapia por las tardes», cuenta feliz «porque ya estoy bien de nuevo», asegura deseoso de pisar en las próximas semanas, y ya de manera oficial, el campo de fútbol vistiendo la camiseta de su equipo.

Su día a día en las filas del club vasco arranca a las 7.45 horas. «A las 8.30 bajo a desayunar al comedor, hasta las 8.50, y sobre las nueve o nueve y media, dependiendo de si vamos al campo o si tenemos sesión en el gimnasio, comienza el entrenamiento, que siempre se inicia con ejercicios de calentamiento. Por la tarde», prosigue el joven keniata, «acudo al fisio para recibir tratamientos específicos» destinados a recuperar su lesión de rodilla, un asunto que ya forma parte del pasado porque para lo que queda de temporada está previsto que Job participe en una veintena de partidos con el filial de la Real Sociedad. «Estoy muy feliz», admite cuando se le pregunta por su futuro. «Ya juego en un equipo profesional y sé que van a llegarme cosas buenas si me sigo formando y esforzando», añade Ochieng, que es el nombre que lucirá en su camiseta.

—¿Y hay tiempo para novias o para salir de fiesta en San Sebastián?

—«Ahora no tengo tiempo para eso. El fútbol es mi única prioridad», concluye el jugador.

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