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Nicolás Copérnico. Retrato de autor anónimo, siglo XVI. | LP/DLP

Ciencia

Copérnico, revolucionario de la Astronomía

El astrónomo nació un 19 de febrero de hace 550 años | ‘De revolutionibus orbium coelestium’, publicada en 1543, es su obra máxima, donde fija al Sol en el centro del Universo y a la Tierra moviéndose en órbitas circulares

«Prusia nos ha dado un nuevo y maravilloso astrónomo, cuyo sistema se está imprimiendo aquí, un trabajo de casi un centenar de pliegos de extensión, en el cual afirma y prueba que la Tierra se mueve y las estrellas permanecen fijas», (carta de T. Forsther en 1542. Citado por A. Koestler)

Ptolomeo (c.85-c.165) es quien va a construir un modelo que gobernará durante 1.500 años nuestra idea del Universo. Su obra, Sintaxis Matemática, que conoceremos en Occidente a través de los árabes como Al-Majisti («el más grande») o Almagesto, en un alarde matemático y observacional consigue crear un modelo predictivo de gran exactitud lo que confiere a su construcción, matemática no física, un enorme valor. Para conseguir soslayar los problemas de concordancia entre modelo y observación, pues es evidente que si los planetas tienen un movimiento perfecto y siguen órbitas circulares a velocidades constantes nosotros advertimos, sin embargo, retrogradaciones, cambios de brillo, cambios de velocidad, y, en la Luna cambios de tamaño, se necesita que los planetas no giren alrededor de la Tierra sino en epiciclos de lo que Ptolomeo llama círculos deferentes que tienen su centro en el «punto ecuante» (punctum aequans). Lógicamente a este sistema le faltaba «elegancia» ya que «descentraba» la Tierra y le sobraba complejidad. Debido a ello se extendió la opinión de que el ecuante no era un dispositivo legítimo para ser aplicado a la Astronomía llegando a considerar que tal aspecto de la astronomía ptolemaica poseía un carácter «monstruoso». A pesar de todo, Ptolomeo logra vaticinar los eclipses y prever razonablemente los movimientos observados de los planetas. Escribe:  «Nos hemos dedicado a la tarea de probar que todas las irregularidades aparentes de los cinco planetas, el Sol y la Luna, se pueden presentar mediante movimientos circulares uniformes, por que tan solo tales movimientos son adecuados a su naturaleza divina… Tenemos el derecho a considerar la realización de esta tarea como la meta definitiva de la ciencia matemática basada en la filosofía».

Y así lo creyó mucha gente durante trece o catorce siglos, con lo que llegamos hasta Nicolás Copérnico. Nace en Thorn (actualmente Polonia), hace 550 años (19 de febrero de 1473), estudia en Cracovia, Bolonia, Roma, Padua y Ferrara donde se doctora en Derecho canónico. Era episcopi nipote, y como tal «sobrino de obispo», firmaba sus obras, pues no había que desperdiciar el lustre que daba tal parentesco. Vivió en Frauenburg (actualmente Frombork, Polonia), donde su tío le consiguió una canonjía que le permitió vivir sin preocupaciones, por lo menos le evitó las pecuniarias, y donde ejerció de médico, economista, militar y astrónomo-astrólogo aficionado. Su profesión le impidió casarse pero su relación con Anna Schillings, su ama de llaves o focaria  como se la llamaba entonces, le solucionó muchos de los problemas y necesidades a los que se enfrenta un soltero. Esta circunstancia acabó indisponiéndolo con el obispo que sustituyó a su tío. Pero eso son chismes que debemos dejar a un lado.

Era neoplatónico y defiende el universo «que debe ser» más que el universo «que es». Advirtió que el verano era, y es, en el hemisferio norte, más largo que el invierno, lo que le hace interesarse por la Astronomía y el desorden que encuentra en el calendario es lo que lo aleja del sistema ptolemaico. Como experto en estos temas es llamado a Roma para ser consultado y aunque él no asistió, la Iglesia en el Concilio de Letrán de 1514 admite que no puede modificar el calendario «hasta que sepamos más de los planetas», que fue lo que había escrito Copérnico para disculparse por no ir. El cambio cristalizará en 1582 con Gregorio XIII. Hay que conocer los planetas para entender el mundo.

Su primera publicación es el Comentariolus, escrita para amigos y discípulos como un adelanto de lo que será su obra. Es más un pasatiempo que una obra profesional. Su título real era Breve esbozo de las hipótesis de Nicolás Copérnico acerca de los movimientos celestes y aparece entre 1510 y 1514.

En 1540, se publicó la Narratio Prima de Libris Revolutionum, siendo responsable de la edición Rheticus, un entusiasta seguidor, en la que se explican y difunden las teorías de Nicolás Copérnico. Los luteranos lo reciben mal: «El loco que quiere echar abajo toda la Astronomía», dicen que dijo Lutero. Rethicus por su parte introduce en el libro una referencia astrológica en la que se afirma que la caída del imperio de Roma, la futura del imperio musulmán, que en aquellos tiempos amenazaba a Europa, y otras circunstancias por el estilo dependían de la excentricidad de la órbita de la Tierra, lo que seguramente no agradó a Copérnico del que sabemos que no creía en la astrología.

De revolutionibus orbium coelestium es su obra máxima, donde fija al Sol en el centro del Universo y a la Tierra moviéndose en órbitas circulares como el resto de los planetas alrededor suyo, ya que creía que los planetas estaban fijados en la superficie de esferas de cristal, en realidad esferas invisibles, huecas y concéntricas. Publicada en 1543 está dedicada al papa Paulo III. Eso no le debió gustar a Rheticus que era luterano y deja la edición en manos de Osiander quien prepara el prólogo del libro en el que escribe en un alarde de prudencia: «Estas hipótesis no tienen por qué ser verdaderas ni siquiera probables». También empleó esa fórmula Francis Bacon: «El sistema helioestático ha sido inventado para facilitar los cálculos pero no tiene que ser físicamente verdadero». Otros, como Nicolás Oresmes (1323-1382), habían hablado de una forma más velada del movimiento de la Tierra (dos barcas en un lago nebuloso, la flecha que cae, etc.,...). Galileo años más tarde no querrá emplear un subterfugio semejante. Ya sabemos como acabó. La obra engrosará la lista de libros prohibidos por la Iglesia católica en 1616.

Su tratado no tuvo ningún éxito de ventas. No llegaron a agotarse los mil ejemplares de la edición. Contienen más novedades como el fijar el orden de los planetas según su distancia al Sol, entender que las estrellas fijas están a una enorme distancia del sistema solar, o que las estaciones se deben a los movimientos de la Tierra.

Copérnico falleció el 24 de mayo de 1543, y no es seguro, aunque se dice que sí, que llegase a ver su libro editado. Tampoco está claro por qué tardó tanto en decidirse a publicarlo, aunque muchos lo atribuyen a su carácter tímido y sus ideas pitagóricas en las que es importante enseñar solo a quienes son correligionarios de secta.

Su sistema astronómico fue seguido por los principales científicos de la época: Kepler y Galileo. No así por Tycho Brahe quien diseñó en Astronomiae instauratae progymnasmata un sistema en que la Luna, el Sol y las estrellas fijas giran en torno a la Tierra y los restantes planetas lo hacen alrededor del Sol. Poco a poco se va imponiendo el modelo copernicano y en los círculos científicos no se duda de él, al cabo de pocos años.

La Iglesia prohibirá el sistema heliocéntrico en 1600, harta de que se confundan las hipótesis para explicar lo que vemos, que las acepta como tales, con las verdades de la Biblia que son sagradas e inamovibles. Giordano Bruno, quien cree que no son meras hipótesis las propuestas de Copérnico, acabó en la hoguera en ese año por eso, y alguna cosa más.

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