Regreso a Ucrania

La misma guerra, varias lecturas

Múltiples libros analizan el conflicto desatado con la invasión rusa de Ucrania | Lo hacen desde diversas aproximaciones, pero varios coinciden en ver esta contienda como una herramienta de cohesión nacional

Una mujer coloca flores en la tumba de su hijo de 38 años muerto en los combates de la ciudad de Bajmut.

Una mujer coloca flores en la tumba de su hijo de 38 años muerto en los combates de la ciudad de Bajmut. / ANDRÉS GUTIÉRREZ

Albert Garrido

La guerra de Ucrania es motivo permanente de análisis editorial con la consiguiente multiplicación de títulos. Desde diferentes ángulos y aproximaciones a las causas de la guerra, algo hay en la mayoría de ellos del parecer del gran historiador Eric Hobsbawm (1917-2012), recogido por el periodista italiano Antonio Polito en una entrevista publicada en 1999 en forma de libro. «Hay muy pocas dudas de que Stalin se convirtió en un auténtico líder nacional porque condujo una guerra sentida por el pueblo ruso como genuinamente nacional. Una guerra en la que todos los rusos se sentían implicados. Por eso, todavía hoy, cuando nos preguntamos qué es lo que el comunismo ha dejado en Rusia, debemos prestar atención a la experiencia de la guerra». Algo cercano a la guerra entendida como herramienta de cohesión nacional.

Competencia de identidades

L’Ukraine. De l’indépendance à la guerre (Le Cavalier Bleu, 2023), de Alexandra Goujon, se adentra en los estereotipos arraigados en la cultura rusa que presentan Ucrania como «un país sin historia, un pueblo campesino, un idioma sin particularismos, una identidad flotante». A partir de ahí, la inclusión de Ucrania en el imperio ruso sirve para «desacreditar la especificidad de la identidad ucraniana y la pertinencia de un estado soberano». Para Vladimir Putin, la legitimación de la guerra parte de la negación de una identidad ucraniana diferenciada de la rusa.

El recurso a la guerra para restablecer un orden heredado de la cultura imperial es el de los siloviki (hombres fuertes), procedentes del Ejército, el KGB, el FSB y empresas de seguridad, explican Galia Ackerman y Stéphane Courtois en Le livre noir de Vladimir Poutine (Robert Lafont y Perrin, 2022).

Democracia y autoritarismo

Las puertas de Europa. Pasado y presente de Ucrania (Península, 2022), de Serhii Plokhy, es un clásico de 2015, convenientemente actualizado. El autor desarrolla la idea de que a partir de la desaparición de la URSS surge en la relación ruso-ucraniano una tensión permanente entre un proyecto autoritario y otro democrático que «se ha inclinado hacia Occidente en sus aspiraciones geopolíticas y sus valores sociales y culturales». Ha surgido así un alejamiento insalvable en el que Vladimir Putin ve el riesgo de que el ejemplo ucraniano prenda en la sociedad rusa.

Rusia reclama su estatus

A raíz de la anexión de Crimea por Rusia y de la ocupación del Donbás proliferaron los análisis sobre los objetivos que se ha fijado el Kremlin. Ukraine and Russia: From Civilized Divorce to Uncivil War (Cambridge University Press, 2019), de Paul D’Anieri, ahonda en la tensión al final de la Guerra Fría entre la democratización en el este de Europa y «la insistencia de Rusia en mantener su estatus de gran potencia y el dominio sobre sus vecinos inmediatos». Tal enfoque se remite a la necesidad de garantizar su seguridad frente a la expansión de la OTAN hacia los países del este de Europa.

La revisión y actualización del enfoque de D’Anieri está presente en Ucrania: la primera batalla de la tercera guerra mundial (Deusto, 2022), de Yuri Feshtinsky y Michael Stanchev. Según los autores, el propósito de Putin es «romper el statu quo vigente para dar forma a un nuevo eje ruso-chino capaz de discutir la hegemonía a Estados Unidos», y, al mismo tiempo, acabar con la herencia del equilibrio estratégico propio de la Guerra Fría.

La «paz fría»

El ensayo de Richard Sakwa Frontline Ukraine: Crisis in the borderlands (Bloomsbury Academic, 2022) maneja el concepto de «paz fría» para referirse a lo que el resto de autores entiende que es una nueva versión de la guerra fría, fruto del fracaso al articular una política poscomunista «inclusiva y simétrica y un orden seguro».

El resultado fue y es la estimulación de «nuevos resentimientos y potenciales nuevos conflictos», entre los que el de Ucrania es el que mayor repercusión tiene porque se ha mundializado.

Más allá de los tópicos

El historiador y profesor de la UAB Francisco Veiga firma Ucrania 22: la guerra programada (Alianza, 2022), lectura que define como «un reportaje historiográfico» en el que conviven el trabajo académico y la experiencia personal sobre el terreno desde 1976 hasta 2021.

El autor también avisa al lector de que se enfrenta a un texto «desasosegado e intranquilizador», y bastante de ello se debe a su largo capítulo de conclusiones, siquiera sea porque son deudoras de un análisis que rehúye los lugares comunes y porfía en la búsqueda de explicaciones a ambos lados de la divisoria: la corrupción en Rusia y Ucrania, los antecedentes de la guerra de Crimea (siglo XIX), las guerras de los Balcanes (comienzos del siglo XX) y las que liquidaron la existencia de Yugoslavia, así como la impronta populista del presidente ucraniano, Volodimir Zelenski. «Nadie puede ganar la guerra de una forma decisiva», sostiene Veiga.

Desinformación y manipulación

No exenta de atrevimiento analítico, en Hybrid Warriors: Proxies, Freelancers and Moscow’s Struggle for Ukraine (C. Hunst & C., 2022) la periodista ruso-estadounidense Anna Arutunyan se pregunta si Crimea y el Donbás revelaron una nueva forma de guerra híbrida o si lo que realmente sucedió fue que «Moscú fue manipulado por las mismas fuerzas que había desatado».

De tal manera que Occidente ha malinterpretado la naturaleza misma de esta guerra a causa de la desinformación y el sesgo narrativo.

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