La guerra de Putin

‘Zov’, el relato del soldado ruso que ha dicho no al conflicto bélico de Ucrania

Un soldado de la primera brigada de Operaciones Especiales Iván Bohun, en una base militar a las afueras de Járkov.

Un soldado de la primera brigada de Operaciones Especiales Iván Bohun, en una base militar a las afueras de Járkov. / Andrés Gutiérrez

A. González Carrillo

Pavel Filatiev, paracaidistas de la 56 Brigada de Asalto Aéreo ha publicado un relato Zov, que significa «llamamiento o alistamiento». Lo que está llamado a ser un bestseller internacional es la primera narración en primera persona de un soldado ruso que ha dicho no a la guerra de Ucrania. Pavel participó como soldado en la invasión y después se arrepintió. Esta obra es una reflexión acerca del significado de esta guerra inútil y estúpida. Sobre si era necesario estar allí, acerca de si sus acciones habían sido buenas o malas, sobre cuál era el sentido de su participación activa y acerca de qué había hecho para ir a parar a aquella maldita guerra. Como militar paracaidista estaba obligado a cumplir órdenes, no podía negarse a ir a la guerra, ni siquiera derecho a acobardarse y desertar bajo pena de muerte. Su deber era defender al pueblo ruso, a su país.

Pero en el Ejército, como todo el mundo sabe, nadie hace preguntas. Pavel empezó a plantearse cuestiones como si Rusia realmente estaba amenazada por Ucrania, si nos habrían atacado con la ayuda de la OTAN. Cayó en la cuenta de que eran falsas excusas del imperialismo nacionalista ruso. Polonia y las repúblicas bálticas eran miembros y Finlandia se postulaba a integrarse en la Alianza Atlántica, por lo que la supuesta amenaza ucraniana no era algo real. Se preguntaba por la razón de ocupar territorios de otro país, cuando en Rusia hay un exceso de territorios totalmente baldíos. La opinión pública mundial no tenía la menor duda: acusa a Rusia de agresión y ocupación ante una Ucrania agredida y ocupada. Con ayuda de una oenegé rusa de ayuda a los disidentes pudo escapar y contar su amarga experiencia. Ahora vive en París con estatuto de refugiado y con miedo a las represalias de los servicios secretos rusos.

El estilo del libro es fluido, crudo y trepidante. Es una crónica de la guerra que lo impregna todo, como un lugar nada heroico sino por el contrario gris, sucio, caótico y cutre, además de absurdo. Un espacio donde los soldados rusos asalvajados que disparan sin ton ni son tanto a ancianos, como a mujeres y niños indefensos. Como bárbaros que saqueaban todo lo que encontraban a su paso, de todo tipo de electrodomésticos a ordenadores. Es la guerra de Putin porque es su principal impulsor rodeado de la cúpula militar corrupta que exhortan a los rusos a luchar contra el Occidente democrático, cuyo contagio supondría la peor pesadilla para los jerifaltes postsoviéticos. La guerra en la televisión rusa no existe como tal, es una palabra prohibida, la califican como operaciones especiales. Les cuentan que Ucrania se va a convertir al catolicismo. Los ciudadanos rusos se lo creen todo y tienen poca comprensión de lo que está sucediendo en realidad. Muchos jóvenes, más informados, en lugar de alistarse han optado por huir del país.

(L)  | ANDRÉS GUTIÉRREZ

Un soldado de la primera brigada de Operaciones Especiales Iván Bohun, en una base militar a las afueras de Járkov. / ANDRÉS GUTIÉRREZ

Una guerra real que trae consigo hambre y enfermedades tanto físicas como mentales, falta de higiene, noches sin dormir y exceso de adrenalina. Una sensación de proximidad con la muerte en todo momento. Una tropa mugrienta, demacrada y furiosa contra un mando incompetente. Un ejército, el ruso, incapaz de vestir, equipar y alimentar a sus propios soldados. Como testigo de esa guerra se vio en la obligación moral de contar estas historias, para no contribuir más a la pérdida de miles de vidas humanas. Pavel pudo contar esta trágica historia en pleno siglo XXI porque fue evacuado del frente debido a una herida en un ojo. Tuvo suerte, después se negó a volver a la zona de guerra. Como acto de conciencia, se vio en la obligación de escribir Z, la marca que llevan los carros de combate ruso en la invasión y posterior ocupación de Ucrania.

Ironiza cuando comenta que los tercos ucranianos se niegan a desnazificarse. Un pueblo como el ucraniano en legítima defensa y con moral de victoria ganará frente un ejército ruso desmoralizado y falto de estrategia, que perderá en esta aventura insensata y criminal. En estos relatos convergen actos de confesión y actos de rebeldía, crónica bélica y sentimental. Confiesa que nada puede hacer para que el ejército ruso se retire y vuelva a casa, pero sí que puede contarnos su experiencia. No a la guerra de Putin.