Fotografía

El cazador de la felicidad

Una exposición de Jacques-Henri Lartigue recoge la obra en color del fotógrafo francés | El mundo feliz que rodeó su juventud le permitió dedicarse a inmortalizar el ocio de las clases pudientes

Florette Lartigue de pícnic.

Florette Lartigue de pícnic. / Francisco R. Pastoriza

Francisco R. Pastoriza

El 22 de noviembre de 1963 fue asesinado en Dallas el presidente de Estados Unidos John Fitzgerald Kennedy. El número de la revista Life publicado a la semana siguiente, el día 29, fue uno de los más vendidos de la historia. Sus páginas, además de amplios reportajes y artículos de opinión en torno al magnicidio, acogían un fotoensayo de Jacques-Henri Lartigue (1894-1986), cuyas imágenes pudieron ver millones de personas, que descubrieron a un fotógrafo desconocido en América. Entonces ya tenía 69 años. La exposición que ese mismo año John Szarkowski comisarió en el MoMA de Nueva York y la reivindicación que de su obra hizo Richard Avedon supusieron su reconocimiento mundial. A su vez, el descubrimiento de la fotografía americana le proporcionó elementos que Lartigue añadió a su lenguaje.

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Jean Creff haciendo parasailing / Francisco R. Pastoriza

Lartigue ya era conocido en Europa gracias a sus fotografías sobre deportes de élite, aeroplanos y coches de carreras que publicaba en el semanario La Vie au Grand Air. Amante de la velocidad y de los inventos modernos y practicante de deportes como el tenis, el esquí, la natación y el ciclismo, toda su vida se dedicó a hacer fotografías del mundo que lo rodeaba, a las que aplicaba una mirada fílmica que transmitía sensaciones cinéticas. Durante sus primeros años sólo hizo fotografías en blanco y negro de estos géneros. Entonces el color era considerado por los puristas como un elemento propio de la fotografía de aficionados.

El cazador  de la felicidad

Carrera ciclista. / Francisco R. Pastoriza

Gracias a las posibilidades de un padre acaudalado, Lartigue pudo practicar desde niño su afición a la fotografía sin preocuparse de obtener rendimiento económico por su actividad. La alta sociedad parisina y los avances tecnológicos eran temas centrales de su fotografía. El mundo feliz que rodeó su juventud le permitió dedicarse a inmortalizar el ocio de las clases pudientes, las mujeres elegantes del Bois de Boulogne (entre ellas sus tres mujeres, que le sirvieron como modelos), los juegos y bailes de disfraces que se celebraban en aquella sociedad, los espectáculos y la alegría de vivir de la belle époque. Por todo eso la historiadora de la fotografía Marie-Loup Sougez lo bautizó como «el fotógrafo de la felicidad». Todas estas actividades que Lartigue fotografiaba con talento e insistencia quedaron suspendidas cuando estalló la Primera Guerra Mundial. Entonces abandonó la fotografía para dedicarse a la decoración de escenarios y sobre todo a la pintura, donde alcanzó una cierta notoriedad (gran parte de sus cuadros, que se pueden ver en el museo de L’Isle-Adam, fueron donados por Lartigue a su amigo, alcalde de esta localidad). En los años cincuenta volvió a la fotografía.

El cazador  de la felicidad

Silvana Empain / Francisco R. Pastoriza

La mayor parte de la obra de Lartigue es en blanco y negro, aunque su pasión por el color, que era más adecuado para reflejar la felicidad que buscaba, hizo que nunca dejase de experimentar con él. De hecho, en sus últimos años rescató algunas de sus fotografías en blanco y negro para reinterpretarlas en color. Unas y otras pueden verse en esta exposición reproducidas en gran formato. El color fue para Lartigue un elemento más en su búsqueda de una estética de la felicidad y también de experimentación. El auge de las revistas que reproducían fotografías en color ofreció a Lartigue un medio ideal para divulgarlas. Retrató para Harper’s Bazaar y Vogue a Picasso, Jean Cocteau, el senador John Kennedy y la boda de Rainiero de Mónaco con Grace Kelly en 1956.

El cazador  de la felicidad

Secado del maíz. / Francisco R. Pastoriza

La exposición, que se puede visitar en la Fundación Canal de Madrid hasta el 23 de abril, recoge 149 fotografías de su obra en color bajo el título de Lartigue, cazador de instantes felices. Se exponen diez autocromos que se pueden ver en tres dimensiones gracias a los visores estetoscópicos (un invento de los Hermanos Lumière) colocados frente a cada uno de ellos. Captan momentos de la vida cotidiana y momentos felices de los que fue testigo.

El cazador  de la felicidad

Florette Lartigue / Francisco R. Pastoriza

Otro de los géneros practicados por Lartigue fue el de la naturaleza de motivos florales, con los que experimentó el color. En los años setenta produjo miles de fotografías con este tema, acercando la imagen fotográfica a la pictórica del puntillismo y la abstracción. En la muestra se exhiben también por primera vez varios bocetos decorativos para cojines.

La vida de Lartigue se conoce detalladamente porque desde niño llevó un minucioso diario en el que anotaba todos sus lances biográficos, sus pensamientos y sus sensaciones ante los acontecimientos más cotidianos. Richard Avedon publicó su Diario de un siglo con imágenes y comentarios de estos escritos. En 1979 Lartigue donó al Estado francés sus cámaras, centenares de álbumes y 120.000 imágenes que se conservan en Donation Lartigue en París.

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