La 'wonder woman' de los efectos especiales

La diseñadora Carolina Jiménez participa como creadora de VFX en éxitos como ‘El Hobbit’, ‘Juego de Tronos’, ‘Aquaman’ o ‘Guardianes de la Galaxia 2’ | Deja Canadá para instalarse en Canarias «y apoyar el auge de la industria del cine en las Islas», dice

Carolina Jiménez García junto a una imagen de Bilbo Bolson, personaje de la trilogía ‘El Hobbit’ en la cual trabajó como animadora. | LA PROVINCIA/DLP

Carolina Jiménez García junto a una imagen de Bilbo Bolson, personaje de la trilogía ‘El Hobbit’ en la cual trabajó como animadora. | LA PROVINCIA/DLP / miguel ayala

Miguel Ayala

Miguel Ayala

Plano general del salón de una casa en Madrid. Una chica está sentada en el sofá ojiplática frente a la pantalla. Tiene una taza entre las manos pero lleva diez minutos sin moverla, con la mirada clavada en la tele, donde un individuo explica frente a un monitor de televisión cómo convierte en un fantasmagórico escenario, lleno de llamas y ruinas, una escena de Frodo y Sam, personajes de El señor de los anillos, filmados ante una inmensa tela verde.

Este párrafo en clave cinematográfica resume una vida. O al menos, el fin de una etapa y el principio de otra en la existencia de una estudiante de Arquitectura que, en ese preciso momento recreado con anterioridad, decidió abandonar la carrera para iniciar los estudios de animación digital. «Ahí fue cuando encontré mi vocación», recuerda Carolina Jiménez.

«No sabía que existía esa profesión y cuando lo supe fue cuando dije: 'Eso es lo que yo quiero hacer'», añade quien, gracias a aquella experiencia casi mística viendo los making of de las películas basadas en la obra de Tolkien, ha acabado trabajando en el departamento de efectos visuales de éxitos como Guardianes de la galaxia vol.2, Andor, El escuadrón suicida, Prometheus, El amanecer del planeta de los simios, Alicia a través del espejo o, cosas del destino, la trilogía de El Hobbit. «Es el proyecto estrella en mi vida y en mi carrera», admite esta madrileña afincada en Las Palmas de Gran Canaria.

«Si podemos traer cine y hacer cine sostenible y de calidad aquí, Canarias lo merece. Y aquí estoy, me he empadronado; canaria soy y en Canarias me quedo», añade Carolina sobre su propósito profesional en el Archipiélago y su pasión por las Islas, dos de las principales razones que la han motivado a quedarse en esta región donde la industria cinematográfica «está en auge», asegura.

«Cuando trabajamos en películas que generan grandes expectativas, como pueden ser las de Marvel o de Star Wars, claro que afecta a tu trabajo, especialmente por el tema de presupuestos y del control de producción», argumenta Carolina Jiménez sobre el grado de presión que supone tener entre manos un proyecto con posibilidades de convertirse en pelotazo mundial, como se prevé que ocurra con la recién estrenada Guardianes de la Galaxia Vol. 3, saga que Jiménez conoce. «Yo trabajé en Guardianes de la galaxia Vol. 2 y las películas de gran presupuesto que se espera que sean taquillazos, normalmente las productoras —no ya el director— piden mucho más control sobre el producto final: les tenemos mucho más encima y tenemos menos margen de maniobra a la hora de trabajar».

«Por eso», prosigue la especialista de VFX en Joker, El hombre de acero o Guerra mundial Z, «muchas veces es interesante, porque se aprende mucho, pero también es menos divertido. Siempre digo que con las películas en las que se tienen menos expectativas, que son las de menos presupuesto, tenemos también menos presión. En las menores, no más malas, que no tienen porque serlo», matiza, «tenemos menos presión de la productora o del director. Muchas veces, cuando hay menos presupuesto y se espera menos taquilla, tenemos menos presión y también tenemos más libertad creativa. Si nos dan instrucciones del tipo ‘hazme un plano interesante’ o ‘aquí proponme cosas a ver qué se te ocurre’, ese tipo de instrucciones surgen en las películas menores porque hay mucha menos presión en general, menos presión política, menos presión presupuestaria, menos presión de taquilla... Pero en las grandes, en las que se invierte mucho dinero que se espera recuperar, les tenemos encima y no nos dejan salirnos de lo establecido, a veces nada en absoluto».

Asegura que para los técnicos de efectos visuales es «más relajado y más divertido» trabajar en las menores, aunque las grandes «molan» muchísimo más porque, si los resultados son los esperados por la productora, «ves tu nombre en los créditos de una producción muy gorda. Es la misma metodología de trabajo pero diferentes presiones y diferentes libertades», añade. «Todo tiene sus cosas buenas y sus cosas malas».

«Yo empecé en esta industria porque, cuando me tocó elegir qué quería hacer, buscaba una profesión que juntara aspectos creativos y aspectos tecnológicos por igual, porque ambas cosas me interesaban», recuerda Carolina sobre sus orígenes. «Pero no sabía que se podía hacer cine, que el cine era una opción, sinceramente, cuando era jovencita y me tocó escoger profesión y carrera. Así que lo que se me ocurrió por descarte, más que por vocación, fue arquitectura, que junta las dos cosas: creatividad artística y tecnología siendo una ingeniería. Empecé Arquitectura superior», reconoce, «pero no terminaba de llenarme porque las cosas no se escogen con el corazón cuando son por descarte. Llegó un momento en el que yo entendí que la arquitectura no era lo mío, que no me iba a hacer feliz, pero no sabía qué hacer», hasta aquella revelación en el sofá de su casa madrileña visionando los extras de El señor de los anillos: La comunidad del anillo.

Sus estudios de Arquitectura le sirvieron, en parte, cuando se decide a estudiar animación digital: «Gracias a la arquitectura, ya había empezado a conocer los programas, los softwares de 3D y cuando vi que se podía hacer cine utilizando un software muy parecido al que yo estaba utilizando en la carrera fue cuando se me encendió la bombilla», recuerda, «y entendí que lo que quería hacer era cine a través de un ordenador».

La realidad de la ficción

No le fue fácil a Carolina Jiménez encontrar en el Madrid de hace un cuarto de siglo una escuela de animación —«había dos nada más en aquella época; ahora hay un montón, y éramos dos alumnas en toda la clase», dice—, pero menos aún conseguir una oportunidad laboral en un «mundo bastante masculino, como en todo lo tecnológico», aclara.

«Estuve peleando desde que salí de la escuela por tratar de entrar en el mundo del cine y, a fuerza de pelea, pico pala pico pala, y de ser muy pesada muy pesada, conseguí trabajar en mi primera película en Madrid y, después, mandando curriculums a todo el mundo, a todos los estudios del mundo literalmente, todos los meses, acabé consiguendo que me dieran oportunidades fuera de España y persiguiendo el trabajo de país en país por el mundo entero. Hasta hoy, que el camino me ha traído a Canarias», recuerda Jiménez, que ya era una enamorada del cine antes de comenzar Arquitectura. «Yo soy muy friki en general», admite divertida.

No desaprovecha Carolina Jiménez García la ocasión para reconocer que, afortunadamente, diez años después de salir de la escuela de efectos visuales en Madrid, después de volver de Nueva Zelanda, de haber trabajado allí en la trilogía de El hobbit, su escuela la invitó a dar una charla a los alumnos que tenía en ese momento. «La di en la misma aula en la que yo había estudiado,y para mi sopresa eran mitad chicos y mitad chicas, así que las cosas van cambiando. Ha sido un mundo muy masculino», insiste, «y lo sigue siendo, sobre todo en los puestos de responsabilidad, pero eso está cambiando de abajo arriba y confío en que siga cambiando, por despacio que sea. Queda muchísimo por hacer», admite, «no cabe ninguna duda; pero está cambiando y lo estamos cambiando entre todos, aquí estamos para demostrarlo», añade.

Proceso y desarrollo

«El trabajo de efectos visuales es parte de la postproducción, es decir: forma parte de la fase de creación de una película que viene después del rodaje, con lo cual los artistas de efectos visuales, generalmente, no tenemos relación con los actores ni interactuamos con el rodaje porque el trabajo viene después, al menos los artistas en general», aclara esta vecina de Las Palmas de Gran Canaria «ya empadronada», repite feliz.

«Sí que es verdad que los supervisores de efectos visuales tienen que estar presentes en la preproducción y durante el rodaje para asegurarse de que todo se rueda correctamente, para que después el trabajo de postproducción digital sea posible, pero los artistas no, los artistas no entran en rodaje, por lo tanto yo no he estado por trabajo en muchos aunque me cuelo en todos los que puedo, porque me encantan», reconoce la también responsable de parte de los efectos digitales visuales de Sombra y hueso, Midway, Liga de la justicia o Stark Trek: Más allá.

Eso va a cambiar en su nuevo trabajo en Canarias «porque ahora sí seré supervisora» en diferentes proyectos que se vayan realizando en el Archipielago. «Para mí implica un ascenso, una subida de categoría, y ahora sí que me va a tocar ir a rodajes, precisamente, para supervisar la parte de efectos visuales dentro del rodaje. Pero no es lo habitual».

Al hablar del tiempo que lleva realizar producciones como Free Guy, Black Adams o Eternals, rodada en parte en escenarios de Fuerteventura, explica: «Depende mucho de cuánto trabajo tengamos, porque lo habitual es que no haya un solo estudio involucrado en los efectos visuales de una producción: hay muchos. Si se fija en los títulos de crédito de una película, cuando llega la parte de efectos visuales, los artistas de efectos visuales solemos estar ordenados por estudios. Nos repartimos el trabajo por secuencias; hay estudios a los que le toca una secuencia o estudios a los que le tocan dieciséis».

«Hay películas donde hay mucha carga de efectos visuales, en las que hay mucho trabajo por hacer, que suelen ser las películas de fantasía o de superhéroes. Esas», revela Jiménez, «tienen muchos efectos visuales, hay muchos bichos digitales, muchas explosiones digitales y persecuciones en naves espaciales... Todo eso lleva muchos efectos. Y luego», continúa, «hay proyectos que llevan muchos menos».

«Canarias me ha enamorado y el cuerpo me ha dicho que tengo que cerrar un capítulo para poder abrir el siguiente, vivir en una tierra cálida, llena de gentes cálidas, nuevo trabajo, cerca de la familia, y vivir nuevas aventuras», explica Carolina Jiménez sobre su decisión de cambiar el Pacífico por el Atlántico para vivir tras abandonar Vancouver, donde residió durante ocho años. Una compleja ruptura sentimental, la pandemia, el frío, la lejanía de su familia o «que se te haga de noche a las cuatro de la tarde», añade ella, acabaron por agotar a esta wonder woman de los efectos especiales.

«Cuando me tocó salir de la pandemia me di cuenta de que dos inviernos en Canadá, metida en casa, trabajando en casa, entrenando desde casa, lejos de la familia, bastante sola y aislada después de mi separación... Los inviernos allí son especialmente duros, no tanto por el frío en Vancouver sino por la lluvia y por la luz. Llueve muchísimo, hace frío, aunque no estemos a 40º bajo cero, como en Quebec; se hace de noche a las cuatro de la tarde... Los dos primeros inviernos de pandemia fueron muy duros por eso: por el aislamiento, por el frío, por la lluvia, por la oscuridad... y cuando llegó el momento de enfrentarse al tercer invierno canadiense sola dije: ‘No, un tercer invierno como este no quiero’. Así que le pedí permiso a mi empresa para que me dejaran irme a trabajar en remoto a un lugar más cálido y más cercano a la familia. A mí nada me unía a Canarias», reconoce hasta con sorpresa la protagonista de este reportaje, «pero si yo buscaba una tierra cálida que estuviera más cerca de los míos y en la que tuviera permiso para poder trabajar no me podía ir a Estados Unidos, no me podía ir a Hawai ni al Caribe, pero a Canarias sí, claro. Canarias era perfecto: a dos horas de la familia en vez de veinte y a veinte euros en vez de a mil», relata.

Clara, finalmente, dimitió «y me he buscado un curro que me permite trabajar desde aquí», cuenta. «Tuve que volver a Vancouver a vender mi piso y mis muebles y a traerme mis cosas, y tuve que buscar un piso permanente en Las Palmas de Gran Canaria porque estaba en un airbnb. En menos de un mes», confiesa Jiménez, «me he cambiado de piso aquí, me he cambiado de país, me he cambiado de trabajo, me he chupado dos mudanzas y todo el estrés que conlleva dimitir, buscar trabajo, encontrar trabajo...».

Lo que no esperaba esta madrileña es encontrarse en este Archipiélago un sector en auge como es el de los rodajes de cine, moda y televisión. «El colmo», dice feliz. «Aquí hay bastante trabajo de lo mío, así que voy a tratar de ayudar a impulsar ese lado canario como pueda, con mi trabajo y mi apoyo en redes y en medios, para que la industria de Canarias no sea simplemente la industria turística».

Tampoco imaginó nunca Carolina Jiménez García que el destino la situaría en un momento dado frente a frente con quienes la animaron, sin saberlo, a empreder su aventura en el mundo de los efectos digitales visuales en aquel sofá madrileño, clavada ante el televisor. «Diez años después» de aquella revelación «tuve por casualidad la suerte de que fuera ese mismo estudio quien se interesara por contratarme cuando justo estaban comenzando a hacer la trilogía de películas de El hobbit y tuve la ocasión de irme a vivir a Nueva Zelanda a trabajar con el mismo equipo; no era el mismo exactamente, pero sí que era el mismo estudio y muchos de los artistas todavía seguían allí con el mismo grupo que me había inspirado. Para mí fue un sueño», concluye esta inquieta y optimista profesional.

Suscríbete para seguir leyendo