El pergamino de Clío
El osario de Wamba
Está situado en uno de los tramos del Camino de Santiago de Madrid, concretamente en la localidad vallisoletana de Wamba.
Al morir Recesvinto en el año 672, fue sucedido por el rey Wamba. Este fue coronado en la ciudad que terminaría tomando su nombre. Su reinado fue complicado, ya que tuvo que sofocar numerosas luchas internas de la nobleza y la monarquía, así como de los arrianos contra los católicos y los hispanorromanos contra los visigodos. También tuvo que lidiar con rebeliones de astures y vascones. Más tarde, los Caballeros Hospitalarios de la Orden de San Juan de Jerusalén (Jerosolimitanos) se instalaron ahí desde el siglo XIII hasta el XVII. Se cree que fue esta orden la que comenzó a enterrar los restos de sus monjes dentro del cenobio existente desde época visigoda.
La iglesia de Nuestra Señora de la O es un collage de diversas culturas, estilos y épocas y en ella encontramos la capilla de doña Urraca de Portugal, esposa de Fernando II de León que se incorporó a la orden.
Pero lo más curioso de este complejo eclesiástico es su otra capilla, la que se sitúa detrás de los muros del claustro en donde se encuentran una cantidad enorme de huesos. Tibias, fémures y calaveras se atrincheran desde el suelo hacia la bóveda y están ordenadas y encajadas magistralmente. Los huesos son de adultos y de niños y se pueden contar hasta 2.000 restos humanos.
La tradición oral nos ayuda a averiguar que antaño los wambeños jugaban a menudo con los huesos del osario, por lo que muchos restos se han perdido. En la década de 1950, Gregorio Marañón trasladó a la Universidad Complutense dos camiones cargados de huesos del osario para estudiarlos. Concluyó que pertenecían a hombres, mujeres y niños y databan del siglo XIII al XVII. La teoría más apoyada sostiene que los huesos pertenecen a pacientes atendidos por la orden, procedentes de diversos lugares de Castilla. Los restos óseos se depositarían en el osario para guardarlos en tierra sagrada al haber falta de espacio en otros lugares.
Sin duda, el propósito del osario fue concienciar sobre la brevedad de la vida. La inscripción que exhibe —Como te ves, yo me vi, como me ves, te verás, todo acaba en esto aquí. Piénsalo y no pecarás— da fe de ello.
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