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Antonio de la Torre Actor y antes periodista

Antonio de la Torre: "No se puede contar lo que no se conoce, hay que captar el alma del personaje"

"Una persona de izquierdas no puede ser nacionalista, sino internacionalista; porque el nacionalismo es excluyente", asegura el actor

Antonio de la Torre LP/DLP

Es el actor por excelencia, el ‘Landita’, según Berlanga. De la Torre, Antonio (Málaga, 1968) juega en las entrevistas y en el cine a ser el otro. Maestro de los silencios en la pantalla, es empático a rabiar y suelta a bocajarro su ideario social y antinacionalista. Estrena ‘La contadora de películas’, un film de alma femenina que tal vez haya que visionar dos veces para sentirlo.

Se le reconoce enseguida en medio del desierto por su tan patricia nariz. ¿Quién le había dicho que no tenía cara?

Ah, ¿patricia? Hace tiempo que no pensaba en mi nariz, aunque hubo una época en que me provocó cierto complejo… De niño siempre llevaba la nariz colorada, así que lo habitual es verme con un pegote de protector solar en mi patricia nariz. Sí, es cierto que siempre ha llamado la atención.

¿Qué es eso de tener o no tener cara en el cine?

Fue una directora de casting; dijo que a mi cara le faltaba coger poso, que cuando lo tuviera, no pararía de trabajar.

¿Y desde cuándo tiene cara?

Desde que Daniel Sánchez Arévalo escribió un personaje para mí y con mi nombre en AzulOscuroCasiNegro, con el que gano un Goya en 2007 y me cambia la carrera.

«Necesito entender al otro; incluso la violencia tiene una explicación, y si no, que le pregunten a los palestinos»... ¿Por eso es usted tan buen actor?

Explicación, sí; justificación, nunca. Creo que es lo que Antonio Guterres quiso decir sobre la guerra en Palestina, efectivamente. Gracias por lo de buen actor… No se puede contar lo que no se conoce, hay que captar el alma del personaje. ¿Te acuerdas de cómo criticaron a Bruno Ganz cuando hizo de Hitler? Porque lo humanizaba.

Antonio, ¿puede una película cambiar tu forma de ver el mundo, como sucede entre los habitantes de esa mísera aldea chilena?

Quien domina el relato tiene el poder. Estados Unidos ganó la II Gran Guerra militarmente y también ideológicamente, a través de todo el cine que hizo en la posguerra.

¿Qué es el silencio en un guion? Esos silencios que usted tan bien maneja, ¿son aportación personal?

No tengo una fórmula, pero si la escena o el sentimiento lo tienes dentro, está ahí, en silencio. Si yo quiero ver un gato, lo veo y te lo hago ver [me hace una mini interpretación allí, en medio del bar de Casa Fuster]. Con lo cual, no actúes: piensa, siente, sé.

Uno de sus primeros trabajos fue una serie junto a Alfredo Landa. ¿Diría que se le acabó pegando bastante de él?

Bueno, sí, yo trataba de pegarme a él, de que me saludara, pero imagínate que a su lado era como un puntito en el guion. Y luego, curiosamente, cuando rodé con Berlanga él me llamaba Landita, y en El oro de Moscú me dieron el papel de hijo de Alfredo Landa. Sí, algo puede haber por ahí…

Antonio, fue usted en las listas de Sumar en las pasadas elecciones. ¿Cree que la gente más precaria ha notado la política social frente al palo de la inflación?

No lo sé, pero mira el dato: de entre los cuatro grandes partidos, ¿sabes qué programa era más favorable a la Guardia Civil? El de Sumar, en cuanto a sueldos y derechos laborales, cuando uno pensaría que el cuerpo está más en la línea de Vox. Lo importante son las medidas que mejoren la vida de la gente, que es lo que dice Yolanda Díaz.

Yo nunca he tenido el conflicto de identidad nacional, pero soy muy respetuoso con el sentimiento identitario de los pueblos

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Dice sufrir el «síndrome de pobre» y, al mismo tiempo, que le gusta pagar impuestos. ¿A los pobres les gusta que les crujan a impuestos?

El asunto se resuelve metiéndole mano a la fiscalidad de las grandes fortunas. Pero este es un debate peligroso, porque caemos en el populismo: tonto el que pague; así engancha Vox a los de la pulserita. Para mí, la patria la hacen los trabajadores públicos, los profesionales de la sanidad y la educación; son básicamente quienes cohesionan la sociedad.

¿Con lo mal pagados y lo abusados que están?

Sí, claro, por eso hay que pagar impuestos y potenciar lo público.

Otra cita: «Una sola vida es más valiosa que cualquier frontera, nación o bandera». ¿Usted entiende que en Cataluña haya que esperar 12 meses para recibir atención psiquiátrica mientras pagamos Waterloo, embajadas, doblajes nefastos, una televisión deplorable, etcétera?

Yo nunca he tenido el conflicto de identidad nacional, pero soy muy respetuoso con el sentimiento identitario de los pueblos. Dicho esto, resulta contradictorio ser de izquierdas y sentirse nacionalista.

Ahí iba: ¿supremacía y socialismo no es puro oxímoron?

Eso se lo dije yo a Oriol Junqueras: una persona de izquierdas no puede ser nacionalista, sino internacionalista; porque el nacionalismo es excluyente. Que la CUP y Junts vayan en el mismo saco me hace pensar que el nacionalismo es una religión con una fe y un credo ciegos. Pero insisto: quiero ser respetuoso con los catalanistas.

Ya, y por eso dice que «hay que explicar bien el sentido de identidad de los pueblos». ¿Me lo explica?

Es sentir que tu cultura y tu lengua materna son diferentes, pero me cuesta ponerme en la piel de un separatista, me quedo con el federalismo. Lo que ambiciono son unos Estados unidos de la humanidad capaces de afrontar los desafíos globales, por muy naif que suene.

Volvamos al cine: ¿hasta aquí ha llegado a través del periodismo o el cine ya estaba en usted?

A través del periodismo. En séptimo de EGB me apunté a una extraescolar de teatro que me flipaba, pero los niños me malmetieron y dejé la compañía. Por eso me fui por el periodismo, pero con un componente narcisista muy claro: tenía la necesidad de que me escucharan, me leyeran: ser el centro de atención; y esto es común a todas las artes y es un anhelo ancestral.

Después de todo lo hablado, ¿qué haría si uno de sus dos hijos le saliera de ultraderecha?

Quererlo, haga lo que haga y piense como piense: los hijos de uno son personas independientes.

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