Ciencia

Etología ¿Cómo se comportan los animales?

El Nobel Von Frisch demostró en 1949 que las abejas utilizan el Sol como brújula para orientarse usando la luz polarizada

Konrad Lorentz y Nikolaas Tinbergen compartieron el mismo galardón en 1973 por sus «descubrimientos sobre la organización y patrones del comportamiento»

Un grupo de abejas en pleno vuelo.

Un grupo de abejas en pleno vuelo.

Hace cincuenta años, en 1973, el Premio Nobel de Medicina y Fisiología se concedió a tres hombres que en puridad no practicaban ni la Medicina ni la Fisiología y a los que se considera como fundadores de la Etología moderna. Se trata de Karl von Frisch, Konrad Lorenz y Nikolaas Tinbergen.

Naturalmente, podemos encontrar precedentes en el mundo clásico. Aristóteles en su Historia Animalium opinaba que los animales tenían capacidades similares al hombre en percepción, emociones, memoria, aprendizaje e inteligencia, unas en un grado superior y otras en un grado inferior, pero sin diferenciarse cualitativamente. En la Edad Media, sin embargo, se trazó una división radical entre las capacidades del hombre y las de los animales. A Darwin le costó muchísimo volver a tender ese puente. Pero fue a mediados del siglo XX, cuando gracias sobre todo a los estudios de los tres científicos citados surgió con fuerza el estudio de la etología como la rama de la biología que profundiza en el comportamiento animal, centrándose en su origen, desarrollo y función.

Así, Karl von Frisch (1886, Viena-1982, Múnich), destacó por su estudio del comportamiento de las abejas. Su libro, El lenguaje de las abejas, publicado por primera vez en 1927 representa una verdadera fundación de la etología a nivel de los insectos (abejas y hormigas fueron los primeros que se estudiaron). Von Frisch comenzó estudiando si las abejas podían distinguir los colores. Su hallazgo más notable es que pudo demostrar que las abejas se comunicaban entre ellas mediante determinados movimientos. Hacia 1965, Von Frisch había identificado ocho tipos de danzas: la danza circular («hemos encontrado alimento»); la danza del abdomen («está en aquella dirección a tal distancia y formando tal ángulo con el Sol»); la danza del temblor (un aviso de que «algo» ocurre); la danza del saco (cuando las obreras vuelven con su carga); la danza de la hoz (expresa distancia entre «cerca» y «lejos»); la danza zumbante (para dispersarse); la danza vibratoria, de la que no sabemos lo que indica. Esto es válido para la abeja de la miel, (Apis mellífera), otras especies de abejas tendrían otros lenguajes adaptados. En 1949 demostró que las abejas utilizan el Sol como brújula para orientarse usando la luz polarizada. Es una investigación en la que Von Frisch empleó años con una enorme paciencia para su estudio y una gran capacidad para interpretar los resultados.

En la entrega del Nobel se destacó de su trabajo que hubiera descubierto que algunos patrones de comportamiento animal y humano son innatos. Y que lo demostrara en ese comportamiento de las abejas que hemos comentado.

No puedo aquí dejar de recomendar dos libros, además del citado de Von Frisch. Son La vida de las abejas de Maurice Maeterlinck (Premio Nobel de Literatura de 1911), que reúne la buena literatura con el interés por la vida de estos insectos sociales («criaturas casi humanas poseídas por el sentimiento del deber»). El otro trata de sus parientes lejanos: Hormigas (The Ants, 1990, premiado con el Premio Pulitzer en 1991) de Bert Hölldobler y Edward O. Wilson una obra clásica de la literatura sobre mirmecología escrita por dos grandes etólogos.

Nuestro siguiente (por orden de edad) Premio Nobel de Medicina y Fisiología del año 1973 es Konrad Lorenz (Viena, 1903-Viena, 1989), un destacado etólogo austríaco y uno de los fundadores de la disciplina.

Lorenz

En 1973, dirigía el Instituto Konrad Lorenz de la Academia Austriaca de Ciencias. Antes había trabajado en el Centro de Investigación de Etología (Altenberg; Grünau, en Austria) y en el Instituto Max Planck de Fisiología del Comportamiento (Seewiesen, Alemania) entre otras instituciones científicas. Igual que al anterior se le dio el premio por «sus descubrimientos sobre la organización y la solicitud de patrones de comportamiento individual y social». Para Lorenz algunos patrones del comportamiento animal y humano son innatos. Entre otras cosas, Konrad Lorenz reveló en la década de 1930 que los pájaros nacidos en una incubadora sin la presencia de sus padres siguen lo que tenga una forma parecida a la madre (él debía caminar agachado ya que si se ponía de pie los gansos no lo seguían), siempre que emitiera los ruidos adecuados.

Sus obras más importantes son: Hablaba con las bestias, los peces y los pájaros, un libro entretenido donde nos cuenta su afición a los animales a los que mantenía en libertad hasta en su propia casa, publicado por primera vez en 1949. En esta obra, Lorenz examina el comportamiento y la naturaleza del perro doméstico y de otros muchos animales que mantuvo en cautividad basándose en sus propias observaciones y experiencias. Tiene otra obra entera dedicada al comportamiento de los perros, Cuando el hombre encontró al perro, que es recomendable para todos a los que gusten estos animales. Su título mas influyente científicamente es La conducta animal, publicado en 1965, donde Lorenz presenta sus ideas fundamentales sobre la etología y el comportamiento animal.

«Son criaturas casi humanas poseídas por el sentimiento del deber», afirmaba el científico Maurice Maeterlinck sobre las abejas

La biografía de Konrad Lorenz tiene algunos aspectos polémicos ya que no fue un gran opositor a Hitler (Von Frisch perdió su puesto de trabajo porque uno de sus cuatro abuelos era judío y Tinbergen fue prisionero de los nazis durante dos años). Hizo incursiones en temas complicados, como en su obra Los ocho pecados capitales de la civilización, publicada en 1973, donde vierte opiniones que se pueden compartir o no. Quizá su obra más comentada es Sobre la agresión, el pretendido mal (1963). En ella defiende que la agresión intraespecífica es resultado e instrumento de la selección natural y, siguiendo parcialmente a Freud, entiende que la agresión es una forma de liberar las tensiones acumuladas. Naturalmente, todo esto ocasiona polémicas importantes al analizar la conducta del ser humano ya que de alguna manera podríamos justificar la violencia machista y otro tipo de agresiones. Pero de lo que no cabe duda es de que las obras de Konrad Lorenz han tenido un impacto significativo en la comprensión del comportamiento animal y humano, y han sentado las bases para la etología como disciplina científica.

Tinbergen

Nuestro último laureado de 1973 es Nikolaas Tinbergen (1907, La Haya-1988, Oxford). A Tinbergen le debemos El estudio del instinto, publicado en 1951. En este libro, Tinbergen analiza el concepto de instinto desde una perspectiva evolutiva y propone un enfoque científico para su comprensión. En 1953 publica El hombre y los animales, donde explica que las similitudes y diferencias en el comportamiento entre humanos y animales pueden arrojar luz sobre la naturaleza humana.

A pesar de estar dedicado fundamentalmente a la etología animal en su discurso de aceptación del Nobel explicó, sobre todo, sus investigaciones sobre el autismo en humanos. Para él la etología era un continuo entre animales y hombres.

En estos tres hombres está, sobre todo, fundada la etología que en los últimos años nos ha hecho ver de una forma nueva cómo son y cómo se comportan los animales (y también los humanos). Nuestra relación entre hombres y animales es ahora mucho más respetuosa y razonable.

Sin despreciar la influencia de los documentales, que nos acercan a las formas de vida de animales grandes y pequeños con revelaciones que hasta ahora desconocíamos, y que tan populares se han hecho durante los últimos años, ni de las películas de Walt Disney y seguidores en las que se humaniza a los animales para disfrute de los niños, hay que reconocer que el conocimiento científico del comportamiento animal es el principal vector para la concienciación sobre la supervivencia de las especies y una nueva convivencia entre animales y hombres.

En resumen: el Premio Nobel de Medicina y Fisiología de 1973 fue todo un acierto (y la historia de estos premios nos dice que no siempre ha sido así). Recompensar a los científicos que abren nuevos caminos, es favorecer el avance de la Ciencia.

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