Entrevista | Igor Lukic Especialista en ciberseguridad

Igor Lukic: «Las redes no son hoy un termómetro real de la sociedad global»

Igor Lukic es un emprendedor de las nuevas tecnologías. Residente en Las Palmas de Gran Canaria, es especialista en seguridad informática con más de 20 años de experiencia en el sector, dilatada experiencia en la seguridad digital de grandes corporaciones multinacionales, organismos públicos, y colaborador con los cuerpos de Seguridad y fuerzas del Estado

Igor Lukic

Igor Lukic / LP/DLP

Miguel Ayala

Miguel Ayala

Igor Lukic es un emprendedor de las nuevas tecnologías. Residente en Las Palmas de Gran Canaria, es especialista en seguridad informática con más de 20 años de experiencia en el sector, dilatada experiencia en la seguridad digital de grandes corporaciones multinacionales, organismos públicos, y colaborador con los cuerpos de Seguridad y fuerzas del Estado. Fundador del primer congreso de Ciber Seguridad en Canarias Hackron (2013), que se celebra anualmente en el Archipiélago con una asistencia media de más de 450 profesionales durante más de una década. Hackron ha colaborado con entidades como el INCIBE (Instituto Nacional de Ciber Seguridad Español) y el CCNCERT, además de administraciones públicas como el Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife o el Cabildo de Tenerife para consolidar este evento con asistentes a nivel nacional e Internacional. Lukic ha participado como coautor en el libro Hacking dispositivos IOS, de la editorial 0xword.

¿Y ahora resulta que la, por lo general, ingenua interacción de los usuarios en las redes sociales se ha convertido en munición para que empresas y gobiernos alimenten o fomenten guerras que beneficien sus, en ocasiones, oscuros intereses? ¿Esto es nuevo o es que lo hemos descubierto hoy?

Las redes sociales otorgan voz y voto a todos sus usuarios, permitiéndoles abordar desde asuntos triviales hasta conflictos complejos. Además de ser plataformas de entretenimiento son una fuente descentralizada de información donde compartimos contenidos y reconocemos perfiles según su popularidad. Pasamos en promedio una hora al día en estas redes, lo que las convierte en canales altamente atractivos para la publicidad personalizada. Esta publicidad puede ser desde la promoción de productos comerciales alineados con nuestros intereses hasta campañas de influencia política que buscan moldear nuestras opiniones. De manera similar a la prensa en el pasado, las redes sociales pueden ser utilizadas como herramientas de propaganda.

Con la frase ‘tu me gusta me mata’ resumen algunos analistas las consecuencias que como herramienta desestabilizadora genera un simple gesto o clic en contenidos aparentemente inocuos pero que ocultan objetivos tenebrosos. ¿Cree que se ajusta a la realidad esa definición?

El ‘me gusta/like’ hace que se posicione aún más ese argumento; es la moneda de cambio que se usa en las redes sociales para que se viralice ese mensaje, por tanto dependiendo de nuestros intereses o moral este puede ser positivo o negativo y termina afectándonos ante la sociedad.

Si aceptamos que la propaganda y sus mensajes subliminales en las redes sociales resultan invisibles para los usuarios mientras que disfrazándolos en un halo de, por ejemplo, reivindicación social, exaltación patriótica o protección de nuestros derechos, se amplifica su difusión entre los consumidores resulta evidente que sin darnos cuenta todos somos agentes activos para que los gigantes tecnológicos alcancen con sus modelos de negocio objetivos poco claros. ¿Hemos sido vulnerables, confiados o un poco ingenuos?

Ante un servicio gratuito como las redes sociales el producto somos los usuarios, esto siempre ha sido así, no solo en este tipo de productos, en navegadores, o hasta en entretenimiento que consumimos, por tanto las reglas de juego las conocemos, están de hecho descritas en los contratos que aceptamos sin leer. Lo que ocurre es que ante la popularidad, aceptamos a todo que sí y participamos en el juego.

¿Qué trascendencia tiene el hecho de que con esa actividad en estas plataformas hayamos desnudado por completo y públicamente nuestras preferencias?

Si somos usuarios que lo publicamos todo en las redes sociales somos carne de cañón para recibir publicidades dirigidas, o para identificar y juzgarnos rápidamente por nuestros hechos, likes, intereses, comentarios. Los recursos humanos de compañías miran nuestras redes sociales para determinar nuestro estatus en todas las áreas, es solo uno de los cientos de ejemplos que pueden emplear contra este tipo de usuarios.

El ser humano nace programado para dividir el mundo entre ‘nosotros’ y ‘ellos’. Si a eso se le añade que basándose en nuestra interacción en redes el algoritmo de dichas aplicaciones online conoce incluso qué tememos y lo que nos agrada o nos preocupa ¿es importante o no un simple ‘me gusta’?

El algoritmo está diseñado para mantenernos enganchados a sus contenidos, ya sea en redes sociales, plataformas de streaming como Netflix o el popular YouTube. Incluso sin necesidad de un ‘me gusta’, el algoritmo registra nuestros patrones de consumo: qué temas nos interesan, nuestras búsquedas, nuestro círculo social, lo que compartimos y lo que no. Por ello, es crucial ser conscientes de lo que consumimos en línea, de la misma manera en que cuidamos nuestra alimentación.

¿Están los usuarios indefensos ante ese tipo de prácticas? Aunque claro, primero habrá que plantearse si hablamos de una praxis ajustada a la legalidad. ¿Lo es?

En Europa, para bien o para mal, se legisla mucho; se trata de incrementar la privacidad del usuario y de evitar malas praxis, no todo está perdido, pero si el pueblo decide que escanear el iris por unas criptomonedas es razonable se adelanta a la regularización. De la misma manera que instalamos o consumimos tecnologías de otros países donde esta legislación está lejos de llegar, y solo cuando obtiene una tracción importante se intenta tomar medidas, mientras tanto los datos de millones de usuarios están en juego.

¿Qué consejos daría para no caer en este juego sucio cuyo mecanismo se nutre de la información que con nuestras interacciones dejamos al descubierto?

El primero: que las redes sociales hoy en día no son un termómetro real de la sociedad global, son intereses que se han podido colar en nuestros contenidos por algoritmos, intentos de polarizar la sociedad y un largo etc. 

Debemos ser conscientes de que esto es factible, en segundo lugar intentar pensar dos veces antes de excedernos en compartir nuestra información, me sorprende la de veces que un usuario común me ha comentado que es sorprendente que le venga una publicidad de una marca en concreto cuando esa misma persona publica contenido muy relevante y que pueda ser el cliente perfecto para recibirla. 

Por último, cuidado con lo que compartimos en nuestro círculo, si es un bulo de información no contrastada generamos que se vuelva aún más viral. En definitiva, recuerdo que los inicios de las redes sociales era donde uno podía compartir chistes, conocimientos, libros, o discusiones sobre gustos musicales, no un cuadrilátero de moralidad y política.

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