‘Guerrilla Greenland’
Un ‘thriller’ por entregas ha llevado a la ficción especulativa qué pasaría si Estados Unidos comprara la isla ártica y cómo se organizarían sus habitantes para hacer frente a su pérdida de autonomía

Paisaje de Groenlandia / Agencias
Carol Álvarez
El retorno de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos ha causado una sacudida mundial y las relaciones internacionales afrontan una nueva era geoestratégica de aún imprevisibles efectos, aunque algunos ya se apuntan desde las primeras órdenes ejecutivas firmadas desde el Despacho Oval la misma noche de la toma de posesión. A preguntas de los periodistas sobre sus intenciones hacia Groenlandia, fue vehemente: «Es un lugar maravilloso. Lo necesitamos por seguridad internacional. Y estoy seguro de que Dinamarca se avendrá [a venderla], le está costando un montón de dinero mantenerla». Trump insistió: «La gente de Groenlandia no es feliz con Dinamarca, yo creo que lo serán con nosotros».
¿Qué pasaría si Estados Unidos comprara Groenlandia? ¿Y si ese escenario ya tuviera un escritor que lo hubiera imaginado, y que hubiera publicado varias novelas especulativas con esa trama de fondo? Christoffer Petersen lo temió y ha situado en esa coyuntura a uno de sus personajes, el oficial de policía David Maratse, en una saga titulada Guerrilla Greenland, un nombre que ya apunta cual podría ser la reacción de los groenlandeses.
Petersen, de origen inglés, había escrito novelas negras ambientadas en Groenlandia, donde ha vivido durante siete años y ha conocido a la comunidad inuit a partir de su trabajo como profesor. Una de sus primeras novelas, Siete tumbas, un invierno, ya está protagonizada por Maratse y ha sido publicada en castellano por RBA. El escritor rememora el momento en que decidió escribir la historia. «Recuerdo el día, el presidente Trump dijo que estaba interesado en comprar Groenlandia con un acuerdo inmobiliario. Fue muy frustrante escucharle hablar del país sin hacer ninguna referencia a la gente de Groenlandia, a su historia o costumbre». Sucedió en 2019, y Petersen apunta que por entonces Trump tenía fama de sentirse insultado cuando era rechazado, «de hecho, canceló un viaje que tenía previsto a Dinamarca cuando su primer ministro le dijo que Groenlandia no estaba en venta».
El novelista entiende el interés de Trump por el estado ártico, tanto estratégicamente como por sus recursos naturales, pero no parece respetar que es «un país con sus propias leyes y gobierno». «Escribí Estado ártico —el primer libro de la saga Guerrilla Greenland—como reacción: no podía creer que pudiera llegar a ser realidad, pero aquí estamos, en 2025, y con un Trump que parece aún más decidido si cabe a hacerse con Groenlandia», lamenta.
Petersen pone en valor que buena parte de su investigación para escribir Estado ártico se ha basado en la cultura del lugar, sus valores y su forma de vida: «La forma de vida americana es muy diferente de la groenlandesa, y yo imaginé cómo sería el choque de las dos culturas cuando entraran en contacto».
En la primera novela de la saga, Maratse debe responder de su actuación policial como mediador local entre las autoridades de la IGA, la Oficina de Asuntos Intermedios de Groenlandia, y una anciana inuit que tiene un pasado como activista independentista y que Estados Unidos quiere deportar a Dinamarca en el marco de un plan para pacificar la zona. De las conversaciones entre la mujer con Maratse, que intenta encontrar su lugar en el nuevo orden, se derivan costumbres y valores del ártico, muy distintos a los criterios de los estadounidenses desplegados en Nuuk. En la novela, el escudo defensivo de misiles se ha instalado en el norte de la isla, y los habitantes dispersos deben ser reubicados.
Petersen, que aclara que no habla por los groenlandeses, cuenta la historia de dos culturas muy diferentes que son forzadas a convivir, «con América intentando entender por qué no les quieren». «También gira en torno a la independencia y acaba con esperanza por el futuro, por el que Groelandia ha de luchar», añade.
El escritor aclara que los groenlandeses tienen mejores opciones sanitarias y bienestar social que los estadounidenses. «La protagonista de Estado ártico vuela a Dinamarca desde Groenlandia para una operación quirúrgica. El estado paga: esto es normal. Los groenlandeses no necesitan un seguro médico, no pagan por su educación... de hecho, se les paga un subsidio para que estudien. Los estadounidenses podrán proporcionar fuerza militar, pero no pueden competir en salud y educación».
El precedente de Thule
«Trump ha puesto Groenlandia en el foco, y le ha dado una posición fuerte ante Dinamarca, para mejorar su relación y poner fin a la discriminación racial que sufre», valora el novelista. Pero la amenaza del empleo de fuerza militar que sobrevoló algunas de las declaraciones de Trump es otra cosa. «¿Para qué iba a hacer falta? los norteamericanos ya tienen una gran base militar en Thule», indica. «Thule es precisamente un buen ejemplo de la sensibilidad de EEUU hacia Groenlandia», relata. «Los habitantes de de Thule fueron reubicados a la fuerza desde Thule hasta Qaanaaq para que los americanos pudieran construir su base. La historia demuestra que cuando los americanos quieren algo en Groenlandia, lo consiguen. ¿Puede la historia repetirse? Espero que no».
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