El pergamino de Clío
La lanza de Longino

La lanza de Longino / La Provincia
La codiciaron los líderes y reyes más importantes de la historia e incluso Hitler reparó en su supuesto poder. La leyenda contaba que quien la poseyera tendría un poder imbatible. También fue conocida como la Lanza del Destino y fueron muchos los que invirtieron riquezas y tiempo en encontrarla.
Se conoce como lanza de Longino gracias al soldado romano que clavó su punta en el costado de Jesucristo mientras este se encontraba en la cruz. La leyenda dice: «Quien la sostenga con sus manos sostendrá, para bien o para mal, el destino del mundo». Pero también se creía que cargaba con una maldición que hacía que quien se deshiciese de ella sería derrotado y muerto.
Aunque pueda parecer sacado de una película de Indiana Jones, Hitler inició una búsqueda incansable para hallar esta reliquia. También se obsesionó con otras como el Arca de la Alianza o el Santo Grial, sin embargo, fue en encontrar la lanza de Longino en lo que puso más empeño.
«Fueron pues, los soldados y quebraron las piernas del primero y del otro crucificado con él. Pero al llegar a Jesús, como lo vieron ya muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados le atravesó el costado con una lanza y al instante salió sangre y agua». (Evangelio según san Juan). Según cuenta la historia, Longino padecía una leve ceguera y, al salpicarle en la cara la sangre de Jesús, recuperó la vista, algo que le hizo convertirse al cristianismo.
Además de Hitler, se cree que la lanza estuvo en manos de los emperadores Teodosio y Constantino, también del rey Herodes y de Alarico y Teodorico. Según la leyenda, Federico I Barbarroja murió ahogado cuando perdió la lanza en un río de Turquía.
Cuando Hitler tenía 23 años, paseó por el Palacio vienés de Hofburg, en donde pudo observar por primera vez la Lanza de Viena, tesoro imperial de los Habsburgo. El Führer se quedó obsesionado hasta que en 1938 se hizo con el control de Viena y fue de inmediato a por la reliquia.
Tardaron cinco meses en planear el viaje de la lanza que fue transportada en secreto en un tren blindado hasta Nuremberg para ser escondida en un bunker antiaéreo durante toda la II Guerra Mundial. Tras la muerte de Hitler, muchos pensaron que este se había suicidado al saber que los Aliados habían recuperado la lanza. Sin embargo, los americanos la encontraron mucho después de la muerte del canciller.
EEUU devolvió la lanza a Viena en 1947. Allí se la sometió a numerosos análisis, como la prueba del Carbono 14 que terminó probando que estaba datada, en realidad, en el siglo VII d.C. por lo que no se trataba del arma que hirió a Jesús.
Según un estudio de la BBC, la lanza de Viena fue regalada en el 800 d.C. a Carlomagno por el papa León III. Este le aseguró que había pertenecido a san Mauricio, mártir comandante de la Legión Tebana. En algún momento el relato se tergiversó y se terminó creyendo que esta era la lanza de Longino.
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