Centenario del juicio ‘del mono’ que condenó a John Scopes

El profesor americano fue procesado y condenado a pagar una multa por enseñar a sus alumnos de Secundaria la teoría de la evolución humana. La Unión Estadounidense por la Libertades Civiles vio en el caso la oportunidad de defender la libertad académica y la separación entre Iglesia y Estado

Una escena real del juicio en Dayton con John Scopes en el centro

Una escena real del juicio en Dayton con John Scopes en el centro / LP/DLP

Fernando Hernández Guarch

«Aquel que cree disturbios en su casa heredará el viento, y el tonto se convertirá en el sirviente del sabio de corazón» (‘Libro de los Proverbios’ 11:29, palabras del Rey Jacob, pronunciadas por John Scopes al comenzar el juicio)

Hace cien años, mayo de 1925, se denunció, en Dayton, Tennessee, al profesor John Scopes por enseñar a sus alumnos de secundaria, chicos de unos dieciséis o diecisiete años de edad, la teoría de la evolución, cosa que él reconoció. Esto dio origen a un famoso proceso que se llamó «el juicio del mono». El profesor fue encontrado culpable de infringir la Ley Butler y condenado a pagar una multa de cien dólares, que nunca llegó a abonar por encontrarse un error «técnico» en el procedimiento que anuló la causa (la multa la impuso el juez y debería haber sido el jurado). Veámoslo con más detalle.

Pero antes, ¿qué quería decir Scopes con la frase que encabeza este artículo? Probablemente refleja la idea de que aquellos que siembran discordia y se oponen al avance del pensamiento, al final, no obtendrán nada sustancial ni duradero de su lucha.

La Ley Butler, así llamada por el nombre del miembro de la Cámara de Representantes de Tennessee, John Washington Butler, se promulgó como Título 49 (Educación) del Código de Tennessee, Sección 1922. Según su enunciado era ilegal en los centros educativos del estado de Tennessee cualquier tipo de enseñanza que promulgase ideas contrarias a la creación divina del hombre y que en su lugar afirmara que el ser humano desciende de un orden inferior de animales.

Sabemos que Charles Darwin (1809-1882) publicó el libro The Descent of Man, and selection in Relation to Sex (El Origen del Hombre), en el que se establecían las relaciones evolutivas entre las distintas especies de primates con el hombre. Darwin afirmaba que el hombre no era diferente de los demás animales y que se había formado como estos: el ser humano ha evolucionado de formas primitivas, del mismo modo que las restantes especies. Por tanto, hay que aplicar al ser humano los principios de la evolución: adaptación al medio, selección natural, lucha por la existencia, y selección sexual.

Inmediatamente esas ideas dieron lugar a una reacción por parte de la sociedad conservadora capitaneados por la Iglesia anglicana. Es famoso el debate en el Museo Universitario de Historia Natural de Oxford el 30 de junio de 1860. El encontronazo principal fue entre el obispo de Oxford, Samuel Wilberforce, con Thomas Huxley, uno de los científicos más incondicionales de Darwin. La Iglesia anglicana no podía admitir que el hombre, en vez de ser una creación perfecta de Dios (lo hizo a su imagen y semejanza, Génesis, 26) procediese de un animal inferior. No era la primera vez que el tenor literal de la Biblia se entendía como algo incompatible con la Ciencia, basta recordar el caso Galileo. La Iglesia anglicana ya ha pedido perdón por este exceso.

Si volvemos a los EEUU de América de los años veinte del pasado siglo, los cristianos fundamentalistas consideraban, y siguen considerando con razón, que la evolución contradecía la historia de la creación descrita en la Biblia. En esas circunstancias la Ley Butler pretendía proteger las creencias religiosas tradicionales prohibiendo, como indiqué, la enseñanza de cualquier teoría que negara la creación directa del hombre.

Desde el principio del juicio estaba claro que John Scopes debía ser condenado ya que él mismo reconoció que había incumplido la ley, pero la Unión Estadounidense por las Libertades Civiles (ACLU) vio en el caso una oportunidad para defender la libertad académica y la separación entre Iglesia y Estado, para lo que contrató al abogado Clarence Darrow, un progresista que buscó demostrar la inconstitucionalidad de esta ley. Por su parte, el municipio contó como acusador con otro abogado relevante, el líder religioso fundamentalista William Jennings Bryan que había sido candidato por tres veces a la presidencia estadounidense. Fue el primer juicio en EEUU que se retransmitió en directo por la radio y terminó con la condena del profesor. Scopes se matriculó en la escuela de posgrado de la Universidad de Chicago para terminar sus estudios de Geología y posteriormente pasar a trabajar como geólogo en compañías petroleras.

Pasaron más de treinta años antes de que la Corte Suprema de Estados Unidos validara finalmente la demanda de una profesora, Susan Epperson, de Arkansas, para que los estudiantes recibieran una educación científica completa y precisa, que incluyera la evolución. En 1958 se aprobó la Ley de Educación de la Defensa Nacional a cuyo amparo el Instituto Americano de Ciencias Biológicas difundió libros de texto en los que destacó la importancia de la evolución como el principio unificador de la biología. Hubo protestas en diversos estados, pero, en principio todos acataron la ley, y como consecuencia la ley Butler fue derogada en 1968.

Sin embargo, actualmente hay aún muchas reticencias por parte de ámbitos conservadores a aceptar las teorías de Darwin como ciertas. Y no solo en EEUU, sino en estados islámicos y otros. En la España franquista de 1939, la Cámara Oficial del Libro incluyó en la lista de libros prohibidos las dos obras de Darwin: El origen de las especies y El origen del hombre. Hubo que esperar casi a los años setenta para que se generalizara la teoría de la evolución en los niveles educativos no universitarios. La lucha entre Ciencia y los fundamentalistas de la Religión continúa. Aún podríamos hablar de la herencia del viento.

(Nota final: El juicio del mono dio lugar en 1960 a una famosa película (Inherit the Wind), muy recomendable, en la que Spencer Tracy encarnaba al abogado progresista y Frederic March al conservador. Lógicamente el filme se toma algunas licencias pero sigue bastante fielmente el proceso. En España se llama La herencia del viento y aún se puede encontrar en alguna plataforma de TV).

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