La misteriosa vida y muerte de Teodoro Maisch, fotógrafo alemán clave en Canarias: una mirada mortal

El misterio rodea a Teodoro Maisch, fotógrafo alemán en Canarias cuyo trabajo fue crucial en la historia de las Islas, quien, tras ser denunciado por masón en 1940 por un espía nazi, es detenido y fallece días después a raíz de las lesiones sufridas en su interrogatorio

Integrantes de las logias masónicas Añaza, de Santa Cruz de Tenerife, y Andamana, de Las Palmas de Gran Canaria, durante una excursión a Tejeda en 1933 junto a miembros de la Escuela Luján Pérez con motivo de la visita a la Isla del grupo tinerfeño, una colección de fotos realizadas por Maisch que le acabarían costando la vida.

Integrantes de las logias masónicas Añaza, de Santa Cruz de Tenerife, y Andamana, de Las Palmas de Gran Canaria, durante una excursión a Tejeda en 1933 junto a miembros de la Escuela Luján Pérez con motivo de la visita a la Isla del grupo tinerfeño, una colección de fotos realizadas por Maisch que le acabarían costando la vida. / Teodoro Maisch

Miguel Ayala

Miguel Ayala

Las Palmas de Gran Canaria

Alemán y, por tanto, muy europeo y dotado de una visión moderna de la fotografía. Curioso, bien relacionado con las progresistas élites culturales y políticas canarias en las décadas de los años 20 y 30 del pasado siglo además de, saltándose las líneas oficiales establecidas para ofrecer en el exterior una imagen idealizada y exótica de los canarios, mostrarse sensible a la paupérrima situación en la cual vivía la población más humilde a la que retrató en su día a día, trabajando en el campo, lavando en las acequias, acudiendo a los mercados junto a sus cabras, participando en actos religiosos o deambulando la soledad de caminos de tierra o parajes desérticos de las Islas, sin restarle a cada instantánea ni un ápice de la crudeza que envolvía en aquella época la realidad de Canarias donde, asimismo, pululaban espías filonazis y sacerdotes endemoniados por la, según ellos, deriva de valores promovida por el gobierno de la República cuando sus políticas buscaban restar poder y reducir la influencia de la Iglesia en nuestro país. A esa lista de pecados se sumó el hecho de que el protagonista de este reportaje, Teodoro Maisch, formase parte de la masonería isleña pero, especialmente, fueron una serie de fotografías suyas sobre un encuentro en Gran Canaria entre la logia Andamana y la tinerfeña Añaza por lo que, tras la victoria en la Guerra Civil de los golpistas, acabaría detenido por militares afines al régimen fascista de Franco falleciendo en 1940 a raíz de las lesiones que sus captores le provocaron durante los interrogatorios.

Ochenta y cinco años después de su muerte y como si de una de las placas de vidrio con las cuales trabajaba, la historia de Teodoro Maisch, considerado uno de los mejores fotógrafos que ha retratado a Canarias, sigue pendiente de recibir aquella emulsión de gelatina con sales de plata necesaria para revelar, más allá de la verdadera y misteriosa historia de este alemán, el rostro de un personaje del cual no existe ni una sola fotografía porque o bien fueron destruidas o bien, quizá por pudor, él mismo decidiese no ponerse nunca delante del objetivo de la cámara a pesar de su prolífica actividad profesional compuesta por cientos y cientos de imágenes, un misterio que explica el motivo de que, a día de hoy, algunos historiadores se refieran a Maisch como el fantasma.

Para entender la importancia del trabajo que en Canarias desarrolló este alemán nacido en la ciudad de Karlsruhe el 19 de marzo de 1844 no estaría mal, antes de continuar leyendo este texto, hacer una parada y escribir en cualquier buscador de Internet ‘Teodoro Maisch fotos’ para comprobar que al menos una veintena de sus instantáneas figuran entre las fotografías históricas más reproducidas, y por tanto conocidas, del Archipiélago pero de las cuales se desconocía —u obviaba deliberadamente— quién las realizó.

Manifestación por la guerra de Marruecos ante el Cabildo de Gran Canaria, en la calle de Triana de Las Palmas de G.C. (1926)

Manifestación por la guerra de Marruecos ante el Cabildo de Gran Canaria, en la calle de Triana de Las Palmas de G.C. (1926) / Teodoro Maisch

Es cierto que la sociedad de las Islas tampoco identifica al resto de autores de las imágenes antiguas más populares de nuestra región pero sin ánimo de caer en tesis conspiranoicas, aquello que rodea el caso de Maisch, en especial su no existencia, parece de todo menos casual.

La llegada de Teodoro Maisch a Canarias tiene lugar en la década de 1920, instalándose con 35 años en Gran Canaria, concretamente en el número 30 de la calle Alonso Alvarado de la capital de la Isla para poco después abrir su estudio fotográfico en León y Castillo. «Su trabajo revolucionó la fotografía insular», asegura el historiador Gabriel Betancor, especializado en fotografía histórica de Canarias, quien en su libro La fotografía en Gran Canaria: 1840 - 1940 (Ediciones Remotas) dedica un capítulo completo a Maisch.

Retrato de una campesina canaria

Retrato de una campesina canaria / Teodoro Maisch

«Contribuyó a la creación de la iconografía insular tanto en su perspectiva respecto al paisajismo como, sobre todo, a su punto de vista respecto del paisanaje, ya que centró su objetivo en el mundo del trabajo y eligió de protagonistas de sus encuadres a obreros, campesinas, jornaleros y trabajadores», explica Betancor.

El alemán recala en el Archipiélago después del fracaso de la insurrección espartaquista en enero de 1919 y en su formación fotográfica recibió influencias del ambiente político y social de la Alemania prerrevolucionaria.

Fotos de Maisch sobre la cita en Gran Canaria de la logia local Andamana y la tinerfeña Añaza animan al Tribunal para la Represión de la Masonería a actuar contra él

«Fueron especialmente importantes las influencias de los círculos de fotografía obrera, un movimiento que se denominaba La fotografía desde abajo», aborda el especialista en su libro, «que empezaron a extenderse en Alemania desde 1917 alcanzando su mayor desarrollo con la publicación de las revistas Arbeiter Illustrierte Zeitung y Der Albeiter-Fotograf en la década de 1920».

En Canarias Maisch desarrolla una intensa vida social vinculada a la intelectualidad y cultura isleña, estableciendo relaciones con el Museo Canario y la Escuela Luján Pérez, para quien realizó gran cantidad de trabajos fotográficos; colaborando con el periódico LA PROVINCIA como «fotógrafo artístico», según se presentaba él mismo en los anuncios que sobre su estudio publicó en el diario grancanario; entablando amistad con artistas como Jesús Arencibia y Juan Ismael, además de visitando, entre otras Islas, Tenerife o Lanzarote con su cámara a cuestas, imágenes que ocuparon páginas en revistas insulares como Hespérides, Canarias Turista o Isla, y en publicaciones nacionales como Foto, editada en Barcelona.

Construcción del alcantarillado en una ciudad de Canarias

Construcción del alcantarillado en una ciudad de Canarias / Teodoro Maisch

Bajo la influencia de Maisch, el pintor majorero le acompaña en su incorporación a la logia masónica Andamana en 1929, donde Teodoro adopta el nombre simbólico de Lafere y en diciembre de 1931 es nombrado maestro de ceremonias en grado tercero.

«Dos años después», rememora Betancor en La fotografía en Gran Canaria: 1840 - 1940, «con motivo de la visita a Gran Canaria de la logia Añaza, de Santa Cruz de Tenerife, Maisch le regaló a esta organización un álbum fotográfico recordatorio de las excursiones que realizaron por la Isla», un generoso y nimio detalle con el cual, sin saberlo, firmaría su sentencia de muerte.

Vista del Cabildo de Lanzarote, en la calle Real de Arrecife, cuando en 1927 se hace efectiva la División Provincial

Vista del Cabildo de Lanzarote, en la calle Real de Arrecife, cuando en 1927 se hace efectiva la División Provincial / Teodoro Maisch

Entre la realidad y la ficción

Canarias, por su privilegiada situación geográfica como estratégico puente tricontinental, era en los años 30 del pasado siglo un nido de espías británicos y alemanes.

«Entre ellos se encontraba Kurt Hermann, nazi convencido que miraba con malos ojos al abierto y liberal Teodoro Maisch», narra María Ángeles Alemán Gómez, profesora titular de Historia del Arte en la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria y doctora en Historia del Arte por la Universidad Complutense de Madrid, en Un relato envenenado, obra donde Alemán Gómez, mezclando realidad y ficción, se acerca a la figura de Maisch y a las razones que provocarían tanto su detención como su posterior muerte.

«Algunas amenazas veladas habían llegado a oídos del fotógrafo que, pese a ellas, siguió trabajando con la determinación de siempre. En la primavera de 1936, y posiblemente porque se seguía encontrando con la sombra de Hermann», prosigue contando la historiadora, «Teodoro Maisch no se sentía seguro. Así que cuando recibió, en una mañana de abril, un paquete remitido desde Tenerife, intuyó que podía ser comprometedor. Tuvo que esperar hasta la caída de la tarde para quedarse solo en el estudio y entonces, después de cerrar bien la puerta, entró en el cuarto oscuro donde revelaba sus fotografías. Desenvolvió con cuidado el paquete de papel marrón, sacando la caja metálica que había dentro. Con su mirada de experto supo de inmediato lo que tenía en sus manos: la copia de La Edad de Oro, película de Luis Buñuel, que había llevado Breton a Tenerife».

El alemán se sabía observado por su relación con la élite cultural y política progresista isleña o por retratar la realidad canaria ajeno a la norma de mostrar el exotismo de la región

Teodoro Maisch sabía, porque alguien se lo había dicho y porque interpretaba bien las miradas, que su estudio no era un lugar seguro. «Al día siguiente, antes de amanecer», escribe Ángeles Alemán, «metió en una bolsa la caja metálica y subió despacio la calle Bravo Murillo dirigiéndose al Instituto de Las Palmas, donde estaba la única persona a la que podía pedir ayuda (...) Al cabo de un rato vio llegar al director, el flaco y nervioso Agustín Espinosa, caminando ligero. Teodoro Maisch se le acercó y ambos entraron en el instituto. Poco después el fotógrafo salió descargado de su preocupación y de la película y Agustín Espinosa, que había sido siempre muy confiado, se dirigió tranquilo a dar la primera clase de la mañana».

El intelectual tinerfeño, sigue narrando la autora de Un relato envenenado, «se sentía inquieto y nervioso y pensaba, mientras perdía la mirada en las solitarias fincas de Tafira, que había sido un grave error aceptar el paquete que le había llevado el alemán. Con su entusiasmo por el surrealismo y la admiración que sentía por Buñuel, había recibido gustoso aquella caja redonda y plana pero los tiempos estaban cambiando a velocidad de vértigo y en los cines de Las Palmas le habían dado la espalda: nadie quería proyectar aquella cinta incomprensible que empezaba como un documental sobre los alacranes».

El político republicano José Franchy y Roca y su esposa, Rosa Millares (1930)

El político republicano José Franchy y Roca y su esposa, Rosa Millares (1930) / Teodoro Maisch

Ángeles Alemán rememora también «la inquina, cada vez mayor, que sentía hacia» Espinosa «el dichoso sacerdote Socorro, el profesor de latín que le buscaba cada vez más por los pasillos del instituto».

El tinerfeño «se sentía amenazado y no sabía ya qué hacer para evitar las malas artes de aquel hombre envidioso y mezquino (...) Miró su gastado maletín del instituto, en el que llevaba la película (...) Esa cinta se había convertido en un problema y no sabía qué hacer. El pequeño autobús, el pirata, se detuvo. Agustín bajó de un salto y mientras se ajustaba bien el sombrero miró la luna posterior del vehículo. Distinguió entonces la cabeza tonsurada y el cuello de la sotana de su peor enemigo. No se había dado cuenta de que estaba sentado detrás de él. Sintió un escalofrío», añade en un relato que permite hacerse una idea de la situación en la cual transcurría, tras la victoria del Bando Nacional en la Guerra Civil, el día a día en las Islas.

Kurt Hermann, un reconocido nazi residente en Canarias enemigo del progresista Teodoro Maisch, lo denuncia ante el Tribunal para la Represión de la Masonería y el Comunismo

Maisch, un verso libre ajeno a cumplir los cánones establecidos por la oficialidad sobre la prefabricada imagen que de Canarias se debía ofrecer para, en el exterior, vender las Islas como un lugar exótico; profesional que igual cubría una manifestación por la guerra del Sáhara como un mitín del político y destacado líder del republicanismo federal José Franchy y Roca; amigo de los, por rojos, sospechosos artistas integrantes de la Escuela Luján Pérez; colaborador cercano de los investigadores y científicos del Museo Canario; atento seguidor de las tendencias culturales europeas —como queda constatado en ese episodio sobre el envío de una copia de La Edad de Oro—; alejado del obligado fervor religioso impuesto por la dictadura nacionalcatolicista del fascista Francisco Franco y, por si todo ello no fuese suficiente, reconocido integrante en las Islas de la masonería, sabía que se había convertido en un personaje incómodo sobre quien algunos tenían fijada la mirada.

Maisch mantuvo abierto su estudio en Las Palmas de Gran Canaria y, pese a las penurias de la Guerra Civil, siguió trabajando y aguantando como pudo los malos tiempos esperanzado con que finalizada la contienda se recuperaría la tranquilidad. Craso error de cálculo del fotógrafo alemán, quien no supo ver que lo peor estaba por llegar a un Archipiélago donde la exaltación del nazismo, con la connivencia de la Iglesia católica, se convertía en el pan nuestro de cada día.

Josefina de la Torre en 1930 en un homenaje a Galdós

Josefina de la Torre en 1930 en un homenaje a Galdós / Teodoro Maisch

Como si de un dramático giro de guion se tratase, un viejo enemigo de Teodoro Maisch vuelve a la escena henchido de las mismas dosis de rabia que de poder: Kurt Hermann.

El nazi denuncia ante el Tribunal para la Represión de la Masonería y el Comunismo a Maisch argumentando su vinculación con la masonería, un chivatazo que acompaña informando sobre la existencia como prueba sumarísima del álbum de fotos que Tedoro regaló siete años antes a la tinerfeña logia Añaza con motivo de su visita a los compañeros de la grancanaria asamblea masónica Andamana. De la noche a la mañana, aquella inocua excursión a Tejeda se revela como un paseo mortal aunque cuando el fotógrafo es detenido en los primeros meses de 1940 no imagina las consecuencias de su arresto.

El brillante camarógrafo alemán, cuyo legado constituye hoy una pieza imprescindible para conocer la realidad de Canarias durante las décadas 20 y 30 del siglo XX, tenía alrededor de 55 años cuando el 30 de mayo de 1940, fecha de la cual se cumplen este mes 85 años, es interrogado por dicho tribunal, retractándose, sin delatar a nadie, de su pertenencia a la logia, una asamblea que debió abandonar en 1933 por falta de pago de las cuotas, hecho que añade tristes gotas de cruel realidad a la historia de Maisch.

El 30 de mayo de 1940, cuando el fotógrafo tenía 55 años, es interrogado retractándose, sin delatar a nadie, de pertenecer a una logia que abandona en 1933 por no pagar las cuotas

El 6 de diciembre de 1944 y encabezado con la palabra «secreto» en mayúsculas, el vocal ponente número 05218 del Tribunal para la Represión de la Masonería y el Comunismo emite en Salamanca un documento —el 24.439— que con entrada en la delegación central de dicha institución en Madrid el 11 de diciembre dice lo siguiente: «Adjunto tengo el honor de remitir a la respetable autoridad de V. E. el expediente relativo a Teodoro Maisch, casado, fotógrafo, natural de Alemania y con domicilio en Las Palmas, calle Alonso Alvarado 32, el cual va documentado con la retractación formulada por el interesado el 30 de mayo de 1940, certificación de antecedentes masónicos expedida por la Sección Especial de los que del expedientado obran en el Archivo de la misma e informe de Ponencia. Dios guarde a V. E. muchos años. Firmado: Excelentísimo Señor El Vocal-Ponente E.P. y O.». Su destinatario, según figura a pie de página de dicho informe, el «Excelentísimo SeñorPresidente del Tribunal Especial para la Represión de la Masonería y del Comunismo. Madrid».

El historiador Gabriel Betancor traduce en su libro La fotografía en Gran Canaria: 1840-1940 el significado de este documento: «El Tribunal Superior de Madrid no creyó en la sinceridad de la retractación de Maisch y todavía insta a la Comisaría de Las Palmas a que lo detuviera. Sin embargo, no había nadie a quien detener; la salud de Teodoro Maisch no pudo superar los rigores del interrogatorio fascista y murió 14 días después de haber comparecido» en 1940 «ante el Tribunal» a consecuencia de las presuntas lesiones que el alemán sufrió por parte de sus captores con el objetivo de arrancarle la verdad y, en especial, sacarle una confesión donde delatara a otros masones del Archipiélago.

Comienza así, tras su muerte, la purga de Maisch que previsiblemente derivó en borrar cualquier rastro suyo de la faz de la Tierra, algo que al menos en lo relativo a sus trabajos fotográficos en las Islas no alcanzaron a materializar, pero que sí consiguieron eliminando cualquier retrato suyo, un rostro cuya ausencia lo acabaría popularizando con el apodo de El fantasma.

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