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El ejercicio físico, una barrera frente a la obesidad

Han pasado tres décadas desde que, en 1994, la Organización Mundial de la Salud (OMS) catalogara la obesidad como un problema sanitario global. Desde entonces, el porcentaje de personas que padecen sobrepeso u obesidad no solo no ha descendido, sino que no para de crecer, convirtiéndose en un problema que afecta tanto a los más jóvenes como a los adultos. La actividad física puede marcar la diferencia

El ejercicio físico, una barrera frente a la obesidad

El ejercicio físico, una barrera frente a la obesidad / La Provincia

Daniel Casado

Como ocurre con frecuencia en otros campos, no es posible atribuirle una sola causa a la situación descrita, se trata de una cuestión de carácter multifactorial.

Según la OMS, al menos el 60 % de la población mundial no realiza el mínimo de ejercicio físico recomendado. Esto supone que un altísimo porcentaje de personas pueden ser catalogadas como sedentarias.

Hoy en día, más de 1.900 millones de adultos padecen sobrepeso, y al menos 650 millones de ellos son obesos. En cuanto a los jóvenes, los datos no son más alentadores: más de 340 millones de niños y adolescentes entre los 5 y los 19 años padecen también de sobrepeso u obesidad. Por último, si hablamos de los menores de 5 años, son más de 41 millones los afectados.

Especialmente preocupantes son los datos en jóvenes y adolescentes, ya que sabemos que un altísimo porcentaje de aquellos que se encuentran en esa situación no van a poder revertirla a lo largo de sus vidas. Es evidente que estamos ante un problema que no tiene edad, y que, en consecuencia, nos enfrentamos a un futuro muy preocupante.

Ejercicio físico: una barrera frente al sobrepeso

Una de las principales preguntas que se hacen los investigadores es si esta tendencia creciente se debe a que gastamos menos calorías que nuestros antepasados o si, por el contrario, comemos más. No hay una única respuesta, pero disponemos de ciertos datos que pueden guardar una relación directa.

Por un lado, la proliferación de profesiones cada vez más sedentarias, vinculadas principalmente con las tecnologías, o la digitalización de muchas otras, ha provocado un aumento en el tiempo que las personas pasan sentadas: una media de ocho horas diarias. En cuanto a la alimentación, la industria alimentaria, y más concretamente la de los productos ultraprocesados, no para de crecer.

Este tipo de alimentos tienen unas características tales como su alta palatabilidad, su alta densidad calórica y su baja saciedad, que los hacen muy peligrosos para nuestra salud. En definitiva, nos movemos menos y consumimos alimentos muy calóricos y poco saciantes en altas cantidades.

Así las cosas, resulta vital conocer los efectos secundarios derivados del sobrepeso u obesidad. Enfermedades crónicas como el cáncer, o de carácter metabólico como la diabetes tipo II e incluso patologías cardíacas, guardan relación directa con la obesidad.

Ante esta situación, la pregunta es: ¿cómo puede el ejercicio físico actuar como escudo?

La cantidad mínima de ejercicio físico recomendada por la Organización Mundial de la Salud es de 150 minutos a la semana de actividad moderada. Esto supone dos horas y media en siete días, es decir, un 1,5 % de las 168 horas semanales.

¿Por qué es importante medir las cosas en porcentajes? Porque nos ayuda a poner en perspectiva la realidad. Para la inmensa mayoría de las personas, invertir dos horas y media a la semana en realizar ejercicio físico sí resulta posible.

En tal caso, el ejercicio de fuerza será un enorme aliado. A la hora de perder peso, el objetivo principal es que la pérdida se produzca a través de una reducción de la grasa corporal, y no de la masa muscular. El ejercicio de fuerza mantiene la masa muscular y favorece la salud metabólica.

Además, es importante entender que la pérdida de peso debe ser progresiva, ya que de otra forma acabaremos perdiendo masa muscular, algo nada recomendable.

Un error muy común es poner el foco en las calorías consumidas durante el entrenamiento. Muchos usuarios de gimnasios se centran en esta variable, pero el objetivo debería ser mejorar las capacidades físicas: incrementar fuerza, resistencia o coordinación será el mejor indicador de que el ejercicio está beneficiando nuestra salud.

Si nos centramos en el gasto calórico, solo traerá frustración, ya que la mayoría de personas no queman muchas calorías en una sesión.

Una herramienta eficaz para aumentar el gasto calórico diario es aprovechar las actividades cotidianas: caminar, limpiar, hacer la compra… Pequeñas decisiones como subir escaleras, ir al supermercado en persona o caminar al trabajo pueden tener un impacto enorme en nuestra salud.

Como resumen general, mantenernos activos durante el día y realizar ejercicio de fuerza son los pilares para combatir el sobrepeso y la obesidad.

Cada minuto invertido en el ejercicio físico es una moneda que depositamos en la cuenta de nuestra salud. Y esa, sin duda, es la inversión más rentable.

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