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Entrevista | Enrique Murillo Editor, traductor y escritor

Enrique Murillo: «Estamos a dos pasos de que reviente el sistema editorial, como el bancario»

Enrique Murillo (Barcelona, 1947) ha puesto páginas arriba al mundo editorial con la publicación de unas memorias, ‘Personaje secundario’, en las que desbroza unas décadas prodigiosas. Para bien y para mal. Su apuesta contra viento y marea por ‘La conjura de los necios’ fue un hito por lo que supuso para poner a una editorial en primera línea

El editor, escritor y traductor Enrique Murillo.

El editor, escritor y traductor Enrique Murillo. / J. Marimón

Tino Pertierra

¿Ha perdido amistades con el libro?

Si las he perdido, es que no eran amistades. No soy de los que escriben libros para hacer amigos y recoger prebendas. Este libro me ha obligado a trabajar unos siete años, quizá más. Y me guiaba sobre todo la idea de contar verdades ocultas del sector.

¿Corremos el riesgo de que haya más escritores que lectores?

Me parece grave otro problema: que haya menos escritores reales… que famosos con libro. Ese es el más grave actualmente. ¿Tienes seguidores sobreabundantes en algún red social? Espera tranquilamente, que pronto un editor te ofrecerá publicar un libro. Oiga, que no sé escribir, dice el famoso. No se preocupe usted, nosotros nos encargamos de todo, responde el editor.

¿Su mayor decepción con un editor?

Me fastidió mucho trabajar (y hacerlo bien) durante cerca de nueve años para un editor y que se enfadara conmigo cuando le pedí que me hiciera un contrato. Parece que eso le ofendió.

¿Muchos seguidores en redes = muchos compradores de libros?

Parece que sí, a juzgar por los libros de encargo a los que me refería antes. Mi caso es diferente. El apoyo e interés de los medios convencionales cuenta muchísimo en el inesperado éxito de ventas de este libro. Parece que hay mucha gente interesada en la oscura trastienda de la edición. Y conste que hay muchos editores que trabajan muy honestamente, sobre todo en los sellos de tamaño pequeño, o sea, los que publican entre 5 y 25 novedades anuales.

¿Existe la corrupción en el mundo editorial?

Hace demasiados años que por edad tuve que dejarlo, más de diez, para poder opinar sobre esta cuestión si hablamos del mundo actual. Los testimonios de corrupción de ejecutivos en contra de la empresa, de falseamiento de la verdad de las ventas para no pagar muchos royalties, que los cito en mi libro, se refieren a épocas anteriores. Pero permanece, extrañamente, una atmósfera de desconfianza, y eso perjudica a todos, empezando por los propios editores.

¿Los premios preconcedidos son estafa o marketing lícito?

Lo explicó José Manuel Lara, el fundador de Planeta: si doy tanto dinero, tengo derecho a escoger yo el ganador. Las obras premiadas deben seguir la política editorial de la empresa que los convoca, sea muy literaria o muy comercial. Fuera de España no se concibe que alguien pueda creer en premios organizados por empresas editoriales. El Booker y el Goncourt los organiza y falla una institución. No es en absoluto lo mismo.

¿Hay mucha conjura de necios?

Hayla.

Publicar 75.000 libros al año provoca que el 99% de las obras sean fracasos. ¿Eso tiene arreglo?

Es el asunto clave hoy en día. Para empezar, como mezclamos churras con merinas, ni siquiera sabemos cuántos libros de lectura no obligatoria, ni cuántos libros que hayan pasado el control de las editoriales de libros trade (de consumo general) se publican. Porque la autopublicación se ha convertido en un negocio que llevan empresas gigantescas como parte de su productividad. Y ahí el criterio es así: pague usted, y se lo publicamos. Hombre… Descartando los 15 ó 20 mil libros anuales de ese tipo, que lleva Isbn (por un error antiguo) y descartando los libros de lectura obligatoria escolar, quedarán eso, más de 70.000 novedades anuales en trade: libros de venta en librerías para gente que los quiere leer o regalar, sin que nadie les obligue. Libros que han pasado alguna clase de filtros.

Pobres libreros...

De estos excesos son los primeros que pagan el pato, sobre todo el librero de tamaño medio y pequeño. Que se ahoga con las novedades, a veces ni siquiera pedidas, que inundan su librería. Y que paga en el acto, si bien con derecho a devolución. Con el problema de los alquileres, de la venta de bloques que incluyen la librería del local, solo les faltaba las cuatrocientas novedades semanales -repito: semanales-, o más, que les llegan por las buenas. Lo siguiente es el problema de los grandes grupos.

Que es...

Dominan el sector entre dos empresas, y eso les permite imponer sus condiciones al librero. Hablo de número de novedades, de descuentos… Además, yo deduzco, y no sé si acierto, que si sacan esos dos grandes grupos, así como la clase media alta editorial, las empresas literarias y comerciales que publican más de 40 novedades anuales, y que van aumentando su producción sin ton ni son… es porque se encuentran, en lenguaje financiero, apalancadas. Exceso de crédito, exceso además de devoluciones, riesgo de que todo se vaya al traste si la rueda deja de girar.

Pinta mal...

Estamos a dos pasos de que reviente todo, como reventó el sistema bancario en 2019 y siguientes años. Y esta hipótesis se la conté a una persona que ocupa un cargo de altísima responsabilidad en una gran empresa editorial. ‘Es bastante probable que sea así’, admitió.

¿Se engaña con las ventas?

No tengo datos actuales. En el pasado vi un caso de empresa grande en la que la estafa era sistemática.

¿Pescar autores de las redes es plan para hoy y hambre para mañana?

Esta clase de autores no construyen fondo, en general. Pero esta forma de publicar en la que solo cuenta la venta y olvida el contenido, demuestra cierto grado de desesperación. Se factura más, dice la federación de gremios de editores. Pero parece que todo es para ocultarse a sí mismos la verdad del índice de devolución, que debo deducir que es elevadísimo. Sacar tantísimos libros de esos no resolverá el problema, lo agudizará. Sacar uno de esos de vez en cuando, no crearía problema. Sacar sobre todo libros así… No lleva a buen puerto.

¿Conoce casos de #metoo en el sector editorial?

Mis asesores legales me aconsejaron no decir jamás nombres de personas que hayan cometido delitos.

¿Ha dejado episodios fuera por consejo de sus abogados?

Digamos que he dejado fuera algunas cosas. Y en ocasiones por seguir ese consejo de los especialistas. De hecho, el libro termina contando cómo fui absuelto en un juicio contra mí por supuestos delitos contra el honor de la empresa Malpaso. Yo vendí nuestra editorial, Los libros del lince, porque me lo pidió la mayoría de los 15 socios, y en contra de mi voluntad. Y la vendí a Malpaso, y luego Malpaso incumplió, tal como le dije a la señora jueza, un acuerdo suscrito entre su propietario y yo para seguir velando por la línea editorial del que había sido nuestro sello: muy literario y muy combativo en el ensayo. Escribí un tweet de amarga queja, y me pedían creo que 9.000 euros para compensar la ofensa. Cité el caso de un autor con quien yo firmé un contrato, Galder Reguera, que logró la condena en firme de Malpaso por no pagar anticipo ni royalties de un libro que tuvo dos ediciones. La empresa ha recurrido la sentencia. También las sentencias absolutorias de otros casos de colaboradores de las empresas agrupadas bajo ese nombre.

¿Cuál es la historia que mejor ilustra los dilemas éticos del sector?

Cuando el director general de Plaza & Janés me dijo que la empresa adonde acabábamos de llegar él y yo estaba a un paso de la quiebra. Me pidió que hiciera libros que vendieran mucho, muchísimo. Nos daban apenas año y medio para revertir la situación de pérdidas enormes. Y este republicano con el que usted está hablando se convirtió en el editor de libros emanados por La Zarzuela. Y este laico con el que usted está hablando publicó un libro del Papa más reaccionario de los últimos cincuenta años. Con esos libros y unos cuantos más que, esos sí, me gustaban, salvamos todos los puestos de trabajo (creo que más de doscientos) de esa empresa. Que luego fue la base inicial del actual imperio llamado Penguin Random House España. ¿El fin justficaba los medios?

Ha trabajado con grandes autores y agentes. ¿Algún desencuentro?

Por ser también autor, con los autores me he llevado muy bien, incluso tengo amigos a los que llevo muchísimos años que siguen apreciándome. Es más, en algunos casos, autores cuya obra les dije que no iba a publicar han mantenido conmigo tan buena relación que varios de ellos han aceptado presentar mi libro en su zona. Con los agentes también me he llevado muy bien, porque entiendo su trabajo. Negociar es algo que se me da bien.

Por ejemplo...

Conseguí que Gloria Gutiérrez, de la agencia Balcells, me rebajara el anticipo de John Le Carré, que era excesivo pues estaba a la altura, lógica de tiempos pasados, cuando la serie de televisión El Topo hizo que sus libros vendieran muchísimo. Como en mi época las ventas habían caído, y como ofrecí pasar su obra a la colección literaria y hacerle una buenísima promoción,. Gloria entendió que eso iba a beneficiar al autor a medio plazo, y aceptó la rebaja. Con el famoso (Andrew) Wylie mi relación es amistosa. Jamás ha sido un tiburón con quien le ofreció publicar a Salman Rushdie cuando los terroristas mataban a traductores y herían a editores.

Dice que el mundo editorial suele estar oculto para el lector común. ¿Qué aspecto cotidiano les sorprendería?

El hecho de que muy a menudo lo último que preocupe a los departamentos de marketing e incluso al de edición, sea el contenido y su autor.

¿Cómo han cambiado las relaciones entre autores, agentes y editores?

Mucho. Todo ha empeorado. Pero más en España que en ningún país del occidente de Europa o Estados Unidos.

¿Cómo se conjugan la pasión por la literatura y las exigencias comerciales del negocio editorial?

Se conjugan a las mil maravillas. Un autor quiere publicar su obra porque su obra termina solo cuando encuentra un lector, ¡uno solo que te lea bien! De manera que en cada contratación deben ir de la mano el cariño por el texto y la presentación física del libro, así como tu admiración por la historia y cómo está contada, el modo en que explica el mundo un ensayo… con la necesidad que tienen los dos, autor y editor, de que la obra se venda. Si se trabaja así, eso no es contradictorio. Lo es cuando lo que te guía es solamente la codicia, o la necesidad de cuadrar los números.

Si volviera a empezar su carrera editorial hoy, ¿qué haría igual y qué distinto?

Pese a los pesares, y dado que es imposible cambiar la historia individual o colectiva, he disfrutado tanto, he conseguido tantos efectos buscados por mis criterios editoriales literarios, que haría lo mismo si las circunstancias fueran iguales. Eso sí, si me hubiesen pagado mejor desde un buen principio, habría penado menos en el ejercicio de mi profesión.

¿Qué peligros y ventajas ve a la IA?

Me llega muy viejo. El peligro es que, en edición, si al traductor se le considera un coste, se repita lo que ya ocurrió en España hace unos cuantos meses. Llegó a librerías un libro no solo traducido por IA, sino que ni siquiera fue revisado luego. Alertado el editor por un librero, toda la edición fue retirada y triturada inmediatamente. La tentación está ahí.

¿Algún buen escritor que sea mala persona?

Son numerosísimos los autores que son unos reaccionarios de tomo y lomo, pero que son grandes escritores. Este país nuestro entiende solo cuatro eslóganes. Houellebecq, mi querido Nabokov a quien traduje cinco libros o seis, son muy reaccionarios. Pero la literatura excede a menudo las ideas del autor si este es capaz de escribir mirando hacia dentro, dejando que se le escape la verdad de su múltiple personalidad, y así revelar al mundo los meandros del espíritu humano. Que es lo mejor que puede hacer un escritor literario, como dijo Faulkner en su discurso de aceptación del Nobel. Y permítame recordar algo que también se suele ignorar en España. Un gran escritor no es el que ‘escribe bonito’. Es el que alcanza a ver el mundo de otra manera mediante la narración de historias, aspectos desconocidos de nuestro ser, si es novelista.

Cierta influencer ha dicho que leer no es necesario…

… Porque ‘no os hace más buenos’. Bien, yo parto de la base de que leo porque me hizo de pequeño más malo, más rebelde. A finales de los 40 y comienzos de los 50 me puse a leer sin parar y descubrí en la obra de Richmald Crompton (autora de Guillermo y los proscritos, y sus múltiples aventuras) que en aquel país gris, con cartilla de racionamiento y persecución política, la lectura liberaba mi espíritu rebelde. Lo mismo que les pasó, y contaron, a John Lennon y Javier Marías. Siempre he sido en buena parte aquel mismo lector. Por eso he publicado a tantos autores rechazados por la crème de la crème editorial, como Lucía Lijtmaer, sin ir más lejos. Como Ray Loriga. Porque eran bichos raros, escritores diferentes. Eso que otros rechazaban a mí me apasionaba. Leer ayuda a pensar fuera del marco de tópicos que abunda en esta sociedad. Y, en este sentido, oponerse a ideas preconcebidas de uno y otro lado del espectro ideológico. Eso es el goce lector.

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