Fernando Menis: «Desde la política procuró traer conocimiento y experiencia a Canarias»
Xerach, con 25 años, es consejera de Cultura del Cabildo de Tenerife. En esa etapa y luego en la viceconsejería del Gobierno canario apuesta por atraer a las Islas arquitectos como Calatrava, Tusquets, Herzog y De Meuron o defender El Tanque.

El arquitecto Fernando Menis, el miércoles, en su casa junto a un retrato de Dulce Xerach. / Arturo Jiménez
Aunque la política acabó decepcionándola, la gestión cultural de Dulce en sus etapas de consejera del Cabildo de Tenerife y luego como viceconsejera del Gobierno canario es de las más brillantes llevadas a cabo hasta hoy en el Archipiélago. ¿Cómo vivió ella aquella época?
Es Adán Martín (Santa Cruz de Tenerife, 1943 - Barcelona, 2010) quien le da esa oportunidad cuando ella era muy jovencita. Se adoraban. Dulce y mi hermano [Fernando Menis es hermano del político fallecido hace quince años] eran unos enamorados de la arquitectura y también de Venecia, ciudad que visitábamos en viajes privados él, Dulce, Pilar Parejo [viuda del expresidente canario] y yo. Ella siempre le estuvo muy agradecida porque Adán le había dado la mayor oportunidad profesional de su vida. Fue un periodo tremendamente productivo y enriquecedor para Dulce.
Para Dulce y para Canarias en general y Tenerife en particular. ¿No cree? Lo digo por todas las iniciativas que impulsó en esos años.
Totalmente de acuerdo. Más allá de lo que le dije antes sobre ese corazón tremendo que Dulce tenía, desde la política siempre procuró traer conocimiento y experiencia a Canarias. Buscaba con cualquier cosa que hacía aportar formación a nuestra sociedad. Tenía una vocación pública enorme y cuando pasó al sector privado siguió trabajando como si estuviera todavía en el Cabildo o el Gobierno, siempre con una voluntad de enriquecer y mejorar la vida de los canarios. Por ejemplo, nos íbamos a Dubai, donde yo daba clases, y si ella encontraba algo o a alguien que le resultase interesante trataba de traer a las Islas un trocito de ese conocimiento o lo describía en sus artículos de prensa.
¿Le resultó apasionante estar en primera línea cuando arquitectos como Herzog, De Meuron, Tusquets o Calatrava llegan a las Islas con sus proyectos?
Muchísimo. No sé si ella le contó alguna vez cómo decide que Jacques Herzog y Pierre de Meuron fuesen quienes construyeran en Santa Cruz de Tenerife el museo de bellas artes que originalmente se llamó Óscar Domínguez y luego lo bautizaron como TEA, algo que para Dulce resultaba incomprensible. Bueno, pues estábamos en una conferencia en Tenerife escuchando a Jack Herzog y cuando vio un pequeño edificio suyo y de Pierre de Meuron para un museo me dijo: «Estos van a hacer mi instituto». Fue toda una aventura, porque en aquella época —hablamos del año 2005— no había todavía tradición de organizar concursos de arquitectura. Pese a todo, Dulce se salió con la suya y hoy es un edificio que le da a la ciudad un servicio buenísimo, lleno de niños entrando y saliendo de sus instalaciones.
Menciona usted a Óscar Domínguez (La Laguna, 1906 - París, 1957), artista que para Dulce era una de sus debilidades, y recuerdo un viaje con periodistas de diferentes medios de comunicación a la capital francesa, organizado durante su etapa al frente de la viceconsejería de Cultura del Gobierno de Canarias, para poner en valor la importante figura y producción pictórica del tinerfeño. Ella estaba decidida a comprar toda la obra suya que fuera posible... hasta que vio los precios.
[Menis sonríe] Dulce era una verdadera enciclopedia sobre Óscar Domínguez y su intención era que Canarias, o al menos Tenerife, tuviese su propio Picasso, algo que nos vendría muy bien a los canarios. Ella tenía desarrollada toda una estrategia a 20 años vista que pasaba por realizar una película sobre el artista creando también el Instituto Óscar Domínguez para potenciar su figura.
¿Sería un pequeño reconocimiento a Dulce que se volviese a denominar el TEA como museo Óscar Domínguez?
Sería un pequeño gran homenaje.
¿Y qué me dice del Tanque? Ese proyecto era para ella el niño de sus ojos.
Costó mucho, pero hoy su valor es incuestionable. También se implicó en actualizar el edificio del Círculo de Bellas Artes —donde tuve que colaborar sin cobrar ni un euro [sonríe]— o el de la Escuela de Actores.
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