El CD Argual, el club de La Palma que sigue en pie sobre la lava
Desde que perdió su campo bajo la lava del Tajogaite, el CD Argual ha convertido la adversidad en impulso. Su sección femenina ha alcanzado la Segunda RFEF y se ha convertido en símbolo de la resiliencia de La Palma.

LP/DLP

Días después de la erupción del Tajogaite, el CD Argual se quedó sin campo. En apenas unas horas, la lava avanzó con tal rapidez que cubrió por completo las instalaciones, arrasando el lugar donde durante décadas creció el club. Cuatro años más tarde, no solo han logrado mantenerse en pie, sino que su sección femenina ha alcanzado un hito histórico para el deporte en La Palma: el ascenso a Segunda RFEF, la tercera categoría nacional, donde compite con clásicos como el Rayo Vallecano o el Zaragoza.
Fundado en 1952, el club abrió su sección femenina en 1993, en un contexto poco propicio en Canarias y aún más en una isla pequeña y aislada como La Palma. Con constancia y trabajo, el proyecto fue creciendo hasta consolidarse en el fútbol regional y alcanzar un objetivo que en aquel momento parecía lejano.
La erupción de 2021 fue el golpe más duro en la historia del club. «Vivimos unos momentos jodidos, porque cambió la vida, no solo para nosotros, sino para toda la isla de La Palma», recuerda José Ventura, presidente del Argual. El campo de La Laguna, en Los Llanos de Aridane, quedó sepultado, y el club tuvo que trasladarse al Municipal Aceró, a cinco kilómetros de su antigua sede. «En una semana, la lava pasó de estar a dos kilómetros a llevarse nuestro campo», añade Fran Vera, director general.
Para colmo, las instalaciones acababan de ser remodeladas: nuevos vestuarios que apenas llevaban unos meses en uso y una grada techada que ofrecía abrigo a la afición. En cuestión de días, el club se quedó sin estadio y vio cómo gran parte de su historia quedaba bajo la lava. «Sacamos algunas cosas, pero muchas se quedaron: recuerdos, trofeos, papeles… Fue una impotencia enorme. Muchas veces dieron ganas de tirar la toalla, pero fuimos fuertes y sacamos esto adelante», apunta Vera.

Momento en el que la lava empezó a engullir el campo de La Laguna. / LP/DLP
El director general recuerda un momento especialmente duro. Su hija, al ver el campo medio cubierto por la lava, le dijo: «Papi, todavía queda medio campo, quizá podamos jugar un fútbol siete ahí». Pocos días después no quedaba nada, y rompió a llorar porque ya no sabía dónde podría jugar.
Con el tiempo, reconoce que la erupción no solo les quitó el campo, también les obligó a sobreponerse: «Nos empujó a mantenernos firmes y a lograr lo que parecía imposible». Lo más difícil no estuvo en el césped.
El actual entrenador del CD Argual femenino, Jorge Concepción, no ocupaba entonces ese cargo, pero vivió la catástrofe muy de cerca. «Trabajaba en la ERIF, los Equipos de Intervención y Refuerzo en Incendios Forestales del Gobierno de Canarias. Fui como voluntario y ayudábamos en la emergencia: acompañábamos a las familias a sus casas y las asistíamos para sacar sus pertenencias», recuerda.
«En esos momentos te das cuenta de que lo realmente valioso no es una tele ni una nevera. A veces, una foto antigua vale mucho más», añade. «Recuerdo sacar una foto de un marco y guardarla en una caja, porque pensé que eso era lo verdaderamente importante».
Aquello les cambió la vida. «Todos, o la mayoría, teníamos familiares que habían perdido sus casas», recuerda Concepción. Varias jugadoras tuvieron que alojarse en hoteles durante un tiempo prolongado.
Con los vuelos cancelados por la ceniza, el equipo se vio obligado a viajar en barco de madrugada y a disputar los partidos nada más llegar, incluso cambiándose en la guagua por falta de tiempo. Aun así, firmaron grandes actuaciones en aquellos primeros meses tras la catástrofe y llegaron a encadenar cinco victorias consecutivas en su regreso a la competición, entonces bajo la dirección técnica de Antonio Pérez.

Celebración tras el ascenso en la temporada 2024-25. / LP/DLP
«La gente de La Palma es muy resiliente», asegura Concepción. «La isla demostró ese carácter que nos define». El CD Argual fue un ejemplo de ello: se reorganizó, encontró una nueva casa y siguió compitiendo, adaptándose a las circunstancias.
Otro de los problemas iniciales fue la pérdida de patrocinadores, cuyas empresas quedaron al borde del cierre tras la erupción. Todo parecía ir en contra, pero el esfuerzo y la resiliencia de todos los estamentos del club marcaron la diferencia. El equipo se convirtió en un refugio compartido en los peores momentos.
El esfuerzo tuvo su recompensa. El equipo fue subiendo categorías hasta alcanzar la Segunda RFEF, su destino definitivo, al menos por ahora. Se convirtió así en el conjunto femenino que más lejos ha llegado en la historia del fútbol palmero. «Es una recompensa», admite Fran Vera, «aunque nunca compense del todo el dolor que dejó el volcán».
Este logro supone un impulso al orgullo de la entidad, que, como recuerda el actual entrenador, «es un club humilde, de barrio, y que además siempre ha sido un poco el patito feo del valle de Aridane». «Durante muchos años se ha infravalorado a este equipo».
El crecimiento meteórico del club en los últimos tiempos ha traído consigo muchos cambios. Más de la mitad del plantel está formado por nuevas jugadoras, «de distintas nacionalidades y con diferentes idiomas», lo que complica la comunicación y la cohesión del grupo. «Necesitan un periodo de adaptación», admite el cuerpo técnico. Aun así, los resultados hablan por sí solos: el equipo se mantiene en mitad de la tabla tras siete jornadas, con un gran inicio de temporada y más cerca del ascenso que del descenso. Su objetivo, no obstante, va más allá de los resultados: construir una identidad propia, «muy clara» y centrada en «jugar bien».

Las jugadoras del Argual celebrando un gol esta temporada. / LP/DLP
El cambio más radical se ha notado en la profesionalización que exige la nueva categoría: nuevos horarios, dietas más estrictas y una competencia mucho mayor. En lo deportivo, la adaptación no ha tenido un impacto negativo, en parte gracias a las nuevas incorporaciones, que han ayudado al equipo a mantener el nivel. Sin embargo, Jorge Concepción prefiere no marcarse objetivos concretos: «Pueden llegar a ser perjudiciales», admite. «Lo importante es que el baremo no sea la posición en la tabla, sino si estamos haciendo las cosas bien. En cada victoria hay muchas derrotas que pasan inadvertidas. Enfocarse solo en el resultado sería un gran error». Una filosofía que, por ahora, parece estar dando sus frutos.
Mientras el equipo evita fijarse metas concretas, el club sí tiene una prioridad: «Queremos volver a tener nuestras instalaciones, recuperar ese lugar que era nuestro hogar, donde nos reuníamos como una familia. Tenemos muchas ganas de que empiece ese proyecto y de regresar a casa», señala el presidente, José Ventura. De momento continúan en el Municipal Aceró, donde el Argual ha sabido mantener su esencia y seguir creciendo, incluso lejos de su hogar.
Al grito de «Vacaguaré»
Las jugadoras del Argual mantienen un ritual desde que realizaron una excursión a la ermita de la Virgen del Pino. Según explica su entrenador, Jorge Concepción, allí conocieron la historia de Tanausú, último mencey aborigen de La Palma, que les sirvió de inspiración y hoy forma parte de la rutina diaria de la plantilla.
A finales del siglo XV, durante la conquista castellana de La Palma, Alonso Fernández de Lugo dirigió su campaña hacia la Caldera de Taburiente, uno de los últimos territorios que resistían la ocupación. La zona formaba parte de Aceró, gobernada por el mencey Tanausú, un jefe respetado entre los benahoaritas. Desde aquel enclave, protegido por un terreno abrupto y rodeado de paredes casi inaccesibles, los aborígenes lograron contener durante semanas los ataques castellanos, aprovechando su conocimiento del terreno.
Incapaz de someterlos por la fuerza, Fernández de Lugo recurrió a la astucia. Con la mediación de un indígena cristianizado —según algunas versiones, un pariente de Tanausú—, le hizo llegar una invitación para negociar la paz bajo promesa de respeto y garantías. Tanausú aceptó con la intención de proteger a su pueblo, pero la reunión era una trampa: en el camino al lugar acordado fue sorprendido y capturado.
Su apresamiento marcó el final de la resistencia organizada en la isla. Según la tradición, fue enviado a la península como prisionero y, durante la travesía, se negó a alimentarse y a hablar hasta morir en alta mar. Antes de morir, pronunció una única palabra en su lengua: «Vacaguaré», interpretada como «quiero morir» y convertida con el tiempo en símbolo de la dignidad y la resistencia del pueblo indígena.
Las jugadoras del Argual gritan ese «Vacaguaré» antes de cada partido, «no en el sentido de ‘quiero morir’, sino en el de ‘estamos dispuestas a darlo todo por esto’», explica Concepción. «Es algo que me hace sentir muy orgulloso».
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