El mercado de la vivienda español funciona mal. Lo normal en una situación como la actual, en la que los bancos apenas conceden hipotecas para comprar viviendas, sería que el mercado de alquiler de viviendas funcionara a pleno rendimiento.

El falso mito de que “alquilar es tirar el dinero”, después de la crisis hipotecaria, debería haber desaparecido y el parque de viviendas en alquiler aumentar, a la par que lo hace la demanda de este tipo de hogares.

En un momento en que la demanda de casas para alquilar aumenta, y la oferta está bastante estancada, lo normal sería que los precios del alquiler aumentaran. Sin embargo, de los últimos datos publicados por el INE, se desprende que el aumento de precios del alquiler subió en octubre quedando en apenas un 0,9%, unas dos veces menos que el IPC, que tocó el 3% interanual.

Un estancamiento del precio del alquiler de viviendas no es un buen síntoma, como podría parecer a simple vista. Si el precio del alquiler sube menos que la propia inflación, eso quiere decir que, en realidad, baja de precio. Y teniendo en cuenta que la demanda habría aumentado y la oferta no habría crecido sustancialmente, algo poco usual pasa en nuestro mercado inmobiliario.

Sin duda la regulación del propio alquiler no propicia que la gente alquile ni que los propietarios quieran alquilar. La peculiar forma de pensar del español medio, que ve en el alquiler un gasto, y opta por la propiedad siempre que puede, sería otro factor a tener en cuenta.

Por otra parte, la demanda creciente de alquiler no es, en parte, solvente; una parte de los nuevos potenciales arrendatarios son gente que ha perdido su vivienda, al no poder pagar su hipoteca. Estas familias no tienen dinero para pagar los depósitos que se suelen pedir, ni capacidad para aportar los avales que en ocasiones se exigen. Ello, probablemente, influye en el extraño comportamiento del precio del alquiler.

La demanda ha aumentado, pero parte de ella llevada por la imposibilidad de pagar una hipoteca, no por una preferencia por este tipo de viviendas. El arrendador no sube precios porque, en definitiva, la creciente demanda o bien no es solvente o, en todo caso, no puede pagar más por unos alquileres ya elevados.

España necesita un mercado competitivo de viviendas en alquiler, tanto privadas como públicas. Sin embargo, a fecha de hoy, ni el acceso a las casas en propiedad ni en alquiler funciona adecuadamente; cada vez suena más remoto aquello del “derecho a una vivienda digna” que proclama la Constitución.