Hace un par de días, el señor Mañaricua -presidente de la Asociación de Hoteleros- publica en LA PROVINCIA/DLP una "Carta abierta a los hoteleros". En ella, habla de la dignificación de la figura del empresario, que se basa, según él, en "el derecho a decidir cómo y cuándo invertir". Y, a continuación, arremete contra mí y pide que "todo el empresariado me repruebe" por "calificar de oveja negra a Riu".

Reconozco que tuve que hacer un esfuerzo especial para tomarme en serio esta carta. Pero mi obligación es hacerlo por lo que dice y representa.

Para empezar, el señor Mañaricua y la empresa Riu representan ese tipo de empresarios arcaicos que creen en la propiedad como el primero, y casi único, de los derechos. Y lo quieren ejercer como en las sociedades coloniales, todos subordinados a él.

Pero en las sociedades modernas, la propiedad es un derecho particular que está subordinado, y limitado, al interés general. Y uno no puede destruir un edificio si cinco figuras mundiales de la Arquitectura dicen, de forma contundente, que es un obra de calidad y gran valor cultural. Y no se debería poder meter un hotel de 900 camas y siete plantas en uno de los espacios naturales de más valor de Canarias: el Oasis de Maspalomas.

Las ovejas negras

Pero lo asombroso es que lo que no se puede hacer, aquí sí se hace. ¿Por qué? Porque hay empresas que adquieren un enorme poder disuasorio e intimidatorio, que le da su alianza con el más fuerte de los turoperadores y le permite actuar de la siguiente manera:

1. Aprovecha el Plan de Modernización de Maspalomas para colar, junto a otros 15 buenos proyectos, un hotel de cuatro estrellas con 900 camas: una enorme mole que invade el palmeral. Luego, cuando alguien enciende una luz sobre estas operaciones que siempre se hacen en la sombra, da marcha atrás y lo convierte en cinco estrellas, pero con la misma masa. Y para que se note más su estilo, propone una regulación de empleo que provoca la indignación de los trabajadores.

2. Aprovecha para consolidar la ocupación de un palmeral público, privatizado en uno de los mayores escándalos que ha vivido Canarias. Contra el que, en su momento, se hicieron innumerables actos de protesta y se pronunciaron todos los partidos políticos. Y el Tribunal Supremo, no por casualidad, el mismo año que se aprueba la Constitución, "ordena la demolición de la ampliación y la restitución pública de las zonas ocupadas". Y añade: "Resulta patente la importante alteración en las zonas verdes o espacios libres, descalificando dos extensas zonas verdes de uso público". Por tanto, es ilegal. Pero luego, un extraño compadreo entre el Ayuntamiento de San Bartolomé y el Gobierno de Canarias burló la ejecución de esa sentencia. Después lo compró Riu, que aprendió rápidamente de las cosas que aquí se podían hacer con dos moles más en las Dunas de Corralejo.

3. Ante la decisión del Cabildo de constituir una "comisión especial" que evalúe el valor arquitectónico del hotel Oasis, la empresa Riu -como presuponiendo el dictamen que se va a aprobar- anuncia, en ese preciso momento, que en cualquier caso lo va a tirar, sin importarle que, transitoriamente, su licencia esté suspendida. No acepta siquiera que se discuta sobre la demolición. Ni prudencia, ni pudor: "Aquí nadie pone en cuestión los derechos de la propiedad". Manca finezza, dicen los italianos.

Las otras ovejas negras

Aquí entra, como elefante en la cacharrería, el señor Mañaricua, que se erige en adalid medieval del honor de la doncella en su castillo. Y forma tal lío en la Asociación de Empresarios Hoteleros, que la reunión de su asamblea se tiene que aplazar. Cuando le preguntan los periodistas, este señor, que tiene tendencia a hablar sin pensar, contesta que el aplazamiento no tiene que ver con el debate del hotel Oasis: "Es porque no nos ponemos de acuerdo sobre el Plan de Viabilidad de la Asociación. Hay que reducir los gastos a la mitad: de 800.000 a 400.000 euros. Y, por tanto, también el sueldo del presidente que es de 100.000 euros anuales".

Y ahora viene la perla, cuando dice que se han reducido las cuotas de los socios y "las subvenciones" públicas de los cursos de formación. Al principio pensé que no estaba leyendo lo que allí estaba escrito: ¿Está afirmando el señor Mañaricua que su Asociación se financia principalmente con los cursos de formación? ¿A estas alturas, y después de todo el lío que se montó con el caso ICFEM, alguien puede decir públicamente semejante cosa?

Lo lógico es pensar que el señor Mañaricua se equivocó, o lo entendieron mal los periodistas. Pero si es así, debe aclararlo y rectificar inmediatamente. Porque si lo lee la Unión Europea, se va a ver obligada a abrir un expediente a España.

Hasta aquí la explicación de por qué hay ovejas negras capaces de enredar hasta tal punto que pueden poner en evidencia a la Asociación de Empresarios, al Ayuntamiento de San Bartolomé y al Cabildo de Gran Canaria. Porque cuentan con la más peligrosa y destructora de las armas: la codicia. Una auténtica arma de destrucción masiva, que se lleva por delante lo que encuentra, como lo ha demostrado el gran desastre de estos últimos años.

Y, después de esta enorme tragedia, ¿alguien cree que se puede actuar como si aquí no hubiera pasado nada y seguimos en lo de antes?