A lo largo del 2012, se oía con cada vez mayor insistencia que Chipre estaba en quiebra y necesitaba un urgente rescate de la Unión Europea. Como había ocurrido anteriormente con Irlanda, Grecia, Portugal y, parcialmente, España, con el programa de ayuda a la Banca.

Lo sorprendente es que el hundimiento se acercaba y nada se hacía. Es cierto que Chipre, pequeña isla pero Estado miembro de la Unión, ocupó durante el segundo semestre del 2012, la presidencia rotatoria de la Unión Europea. Resultaba sorprendente ver cómo una isla pequeña, que sufría una profunda crisis, presidía el duro debate del presupuesto europeo en el Consejo del último diciembre.

La Presidencia acabó y, entonces, el naufragio se pudo anunciar. El 16 de marzo de este año, la eurozona, el Fondo Monetario y Chipre anuncian un plan de rescate de la isla por 10.000 millones de euros. Pero como las necesidades ascendían a 17.000 millones, el Eurogrupo fija una tasa sobre todos los depósitos bancarios chipriotas para recaudar los 7.000 millones que faltan.

El presidente del Eurogrupo, el holandés Dijsselbloem, con nombre impronunciable, declara de forma rotunda que "el sistema de quitas" a los depósitos en los bancos que se va a aplicar en Chipre, es el que seguirá en los futuros rescates. No hay rincón de Europa en que no despierte una ola de indignación: se califica la medida de chapucera, irresponsable e ilegal. Se rompía así el principio básico en que se sostiene el sistema financiero: la confianza.

Posteriormente, se intentó corregir la gran torpeza, con algunas rectificaciones. Entre ellas, que "la quita" a los depósitos de Chipre, sólo se haría a las cantidades superiores a los 100.000 euros: la mayoría de rusos que habían aprovechado el paraíso fiscal de la isla.

En cualquier caso, quedó claro que los países del Norte de Europa, dirigidos por Alemania, daban un paso más en aplicar la máxima dureza a los rescates. Y ponen en evidencia que, en el escenario internacional, Europa es hoy una Unión dividida, enfrentada, y sin un rumbo claro. Que la debilita y dificulta enormemente el camino de la recuperación.

Chipre: un modelo fallido

Durante la negociación de las condiciones del rescate que imponía Bruselas, los dirigentes europeos repitieron con dureza que en la Unión Europea no deben caber los paraísos fiscales, que producen sistemas bancarios desproporcionados e insostenibles, con modelos fiscales que atraen a empresas sólo instrumentales, sin actividad productiva en la isla y a "una economía de casino" que no puede sostener servicios públicos de calidad como la educación y la sanidad. Y que lleva a la larga al viejo axioma: "Paraíso fiscal igual a infierno social". Durao Barroso firmó la sentencia. Y dijo: "el modelo de negocios de Chipre ha fracasado".

Esta misma semana, el presidente de Chipre hizo unas declaraciones muy pesimistas: "sufriremos las consecuencias del rescate sobre nuestras vidas". Solo ha logrado que le den plazo hasta el 2018, para ir aplicando progresivamente los recortes en los sueldos públicos, el despido de 5.000 funcionarios, la reducción de la deuda que llega al 100% del PIB. Y, por tanto, una recesión de varios años, que eliminará muchísimas pequeñas empresas y colocará el paro por encima del 20%, actualmente el 15%.

Recuerden que en Canarias el paro es el doble. Chipre tiene 1.200.000 habitantes y Canarias, 2.200.000. Ellos son un Estado y nosotros, no. Pero el ajuste que se ha hecho en Chipre es menor que el que Europa ha impuesto a España, y España a Canarias. Pero obsérvese: es la primera vez que no solo se han aplicado medidas de ajuste sino que se ha exigido un cambio de modelo económico.

Los chipriotas se exasperan y hunden en el pesimismo. Dicen: "las autoridades europeas nos obligan a cambiar nuestro modelo económico. Y eso va a ser muy difícil. Nos hemos especializado en el sector servicios, turismo, servicios financieros y las bases militares británicas. Y ahora nos dicen que tenemos que crear actividades productivas industriales y comerciales, pero no nos hemos preparado para ello". Y concluyen: "No se puede cambiar en dos días el modelo productivo de un país".

Solo les queda una esperanza: un enorme depósito de 200.000 millones de metros cúbicos de gas encontrados en el mar al sur de la isla. Y los chipriotas, tan dados a la especulación inmobiliaria, ligada al sector turístico, y a la especulación financiera, se han puesto a especular con las posibilidades del gas, que tanto necesita la Unión Europea, enormemente dependiente del gas ruso.

Ya se les ha ido explicando que la explotación de esos yacimientos les puede ayudar, pero no resolverá sus problemas. Porque, además, tropiezan con las reclamaciones de Turquía y de la zona turca del norte de Chipre y de Israel, que también quiere explotar el yacimiento.

¿El modelo canario funciona?

Supongo que a todos los que desde aquí han seguido estos días las características y evolución de la crisis chipriota, se habrán preguntado por las semejanzas y diferencias con el modelo canario y la gravedad de nuestra crisis. Por hacer especulación histórica, si Canarias hubiera seguido, bajo la tutela británica que padecimos, el rumbo histórico de Malta y Chipre y convertido en uno más de los pequeños Estados de la periferia de la Unión Europea, a estas alturas habríamos sido intervenidos y rescatados. Aunque las condiciones del rescate no serían distintas a las que el Gobierno de España nos ha impuesto a nosotros.

Pero la pregunta clave es: ¿Funciona el actual modelo económico de Canarias? ¿O necesita cambios y profundas reformas? Tendríamos que preguntarnos con Durao Barroso: "El modelo de negocios de Canarias no sirve para crear una economía sostenible en el futuro". Me parece que estamos hablando de un asunto muy serio. Y que nos vendría muy bien hacernos preguntas dramáticas como éstas. Aunque sea para llegar a conclusiones mucho más optimistas de las que pueda llegar yo.

Si no, acabaremos como los chipriotas, poniendo solo nuestras esperanzas en que Repsol encuentre un yacimiento de gas en nuestras costas próximas y que tenga alta rentabilidad para nosotros. Lo que me parece muy dudoso.

Creo que "los canarios de la crisis" tenemos la obligación de pensar en nuestro futuro, no creyendo que la crisis es una tormenta que al final pasará. No es así: la crisis ha puesto en evidencia la fragilidad de nuestra economía y su incapacidad para sostener una sociedad desarrollada de dos millones de personas. Por eso, el futuro que nos espera obliga a construir un modelo económico más sólido, equilibrado y sostenible del que tenemos.

Si no, no hay esperanzas para la generación perdida. Viviremos años con una enfermedad crónica: 300.000 parados. Nuestra educación y sanidad no se podrán sostenes financieramente. Y las rentas y calidad de vida de los canarios se estancarán.

¿Estamos teniendo los canarios un debate serio sobre nuestro futuro? ¿Nos hemos planteado en serio cómo reformar el Régimen Económico y Fiscal, actualmente en negociación, para abrir las vías a un nuevo modelo económico? ¿Qué pasará con la nueva financiación autonómica? ¿Y el Estatuto de Autonomía? ¿Cómo mejorar nuestro sistema educativo y de salud? ¿Con qué recursos? ¿Tenemos de verdad política hacia África, donde ya llevamos décadas de retraso? ¿Para qué continuar?

Con esperanza e interés seguí el debate de la nacionalidad canaria de la semana pasada. Busqué respuestas y no las encontré. Nuestros parlamentarios parecen más preocupados en encontrar a los culpables, que en buscar soluciones. No hay que desanimarse. Si tomamos conciencia de la gravedad de nuestra situación, las soluciones terminarán por aparecer.