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El índice del pánico

El VIX mide el miedo de los inversores, condiciona su proceder y sirve de activo financiero negociable, lo que amplifica la tendencia

Transeúntes caminan frente al mercado Nasdaq en Times Square en Nueva York. REUTERS/KEITH BEDFORD

La volatilidad es una medida aproximada de la incertidumbre sobre la rentabilidad futura, bien observada de forma directa (la frecuencia e intensidad de los cambios en los precios de los activos) o de forma implícita a través de instrumentos y derivados financieros, caso de los futuros y opciones, que permiten aventurar las expectativas de los inversores.

El VIX, el índice del mercado de opciones de Chicago, es el más utilizado aunque hay muchas otras aproximaciones referenciadas a distintos mercados y activos.

El VIX se elabora desde 1993 a partir de los precios negociados en los mercados de opciones a un mes sobre el índice bursátil estadounidense S&P 500. Cuando los inversores temen una corrección bursátil cubren el riesgo protegiendo su posición con la compra de derechos de venta a un precio y en una fecha predeterminados ( put) del activo en el que estén invertidos. El tenedor del put decide si ejerce ese derecho o no cuando se cumpla el plazo.

Cuando el temor a un giro bajista en el mercado se acrecienta, crece la demanda de put para ampararse del posible derrumbe de precios, lo que encarece los puts y hace subir el VIX. Es en este sentido en el que se dice que el VIX es un índice de miedo y que su gráfica expresa la curva del pánico. Cuando hay confianza en que la tendencia alcista persistirá, la demanda de opciones de venta retroceden porque el inversor no percibe la necesidad de ampararse del riesgo de caída, con lo que a un mercado alcista suele corresponder un índice volátil a la baja y a la inversa.

En general, el mercado interpreta los grandes bandazos (volatilidad) como síntomas de riesgo y las oscilaciones menores y menos bruscas, como sinónimo de bonanza. La paradoja es que el aparente sosiego suele ser el periodo en el que se gestan las grandes turbulencias.

Altos funcionarios de la Reserva Federal (el banco central de EE UU) mostraron en julio su temor por la moderada volatilidad del mercado por entender que, de prolongarse, puede ser una amenaza para la estabilidad financiera en la medida en que es un tiempo de exceso de confianza cuando se acrecientan los comportamientos temerarios y osados que desembocan en ajustes y crisis.

Además de medir la realidad, VIX la condiciona. Cuando el VIX u otros índices análogos bajan, los inversores lo interpretan como ausencia de peligro y esto alienta la asunción de riesgos crecientes. Y cuando el alza se agote y ya no quede recorrido potencial, basta una excusa, un tropiezo o cualquier percance para desmoronar la fantástica ilusión del crecimiento sin límite. Es la paradoja de la moderación.

Los indicadores de volatilidad retroalimentan además las tendencias dominantes en la medida en que se puede invertir en ellos, de modo que estos índices actúan como un activo negociable. Los inversores puede apostar sobre el VIX con derivados financieros ligados a los indicadores de miedo, caso de algunos ETF, productos híbridos que replican índices. Con ello, el VIX y análogos actúan de catalizadores y amplificadores del miedo o de su ausencia.

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