España no ha reducido la brecha de riqueza que le separa del resto de países de la zona euro, una tendencia que se mantiene a nivel general entre las economías más pobres y más ricas del viejo continente. Un informe del Banco Central Europeo (BCE), publicado hace una semana, concluye que el euro no ha actuado como catalizador ni punto de convergencia para los países que se sumaron a la moneda comunitaria, si bien atisba un ligero avance.

Pese a las diferencias que existían en el PIB per cápita, el estudio del BCE expone lo sorprendente que resulta el escaso acompasamiento de las economías del euro. En un principio se pensaba que la entrada en la Unión Económica y Monetaria de la Unión Europea (UEM) -que no solo comparte mercado, sino también moneda y, por ende, una política monetaria única- surtiría un efecto positivo al conjunto, de tal forma que impulsaría el desarrollo, despegue y crecimiento de los países mediterráneos y del Este. El fin último de esta estrategia era la de generar confianza en esos estados y atraer, así, inversiones. Sin embargo, entre 1999 y 2016 la convergencia ha sido, según señala el informe, mínima.

En el caso del sur de Europa, el BCE sostiene que el euro no actúa como elemento catalizador por sí mismo, ni considera que dificulte la convergencia. Ahora bien, sí cree que pudo encubrir problemas más profundos en esas economías previos a la entrada del euro.