De las cuatro grandes islas turísticas, Gran Canaria es la que más crece en lo que va de año: un 9,1% en el acumulado de enero-octubre. Le siguen Lanzarote (8,1%), Tenerife (7,4%) y, a cierta distancia, Fuerteventura (2,3), según los últimos datos del Istac. En términos absolutos, sin embargo, la diferencia entre Gran Canaria y Tenerife se mantiene en el millón de turistas, a favor de esta última, distancia que logró a principios de los años 90 al dotarse de un mayor número de hoteles de cuatro y cinco estrellas. Así, Tenerife ha recibido en los diez primeros del año 4,9 millones de turistas, frente a los 3,6 de Gran Canaria. Lanzarote está en 2,4 y Fuerteventura en 1,8. El esfuerzo de los respectivos patronatos de Turismo se va así compensado en mayor o menor medida, bajo el paraguas conjunto de Promotur. Los representante de unos y otros promocionales insisten en cada feria en la importancia de su labor para captar turistas, más allá de las dificultades que atraviesan algunos de los principales destinos competidores de Canarias.
Y lo cierto es que si vender bien un producto es importante, lo es aún más tener un buen producto que vender. Y en este sentido, las Islas no han sabido aprovechar los años de bonanza para consensuar un modelo turístico alternativo a la oferta masiva de sol y playa. Ni crear un órgano de gestión público-privado moderno, capaz de gestionar un destino tan potente como son las Islas Canarias. Y el Parlamento se enreda en rebatir cifras, dividido entre quienes se niegan a hablar de límites y aquellos que no se sabe si defienden o no que sigamos siendo líder turístico.
