La nacionalidad de los clientes de Canarias no ha variado prácticamente desde hace medio siglo, cuando el turismo de masas se expandió por el sur de las Islas: generaciones y generaciones de británicos, alemanes y nórdicos llevan décadas escogiendo Gran Canaria, Tenerife, Fuerteventura o Lanzarote para pasar sus vacaciones.
A partir del año 2000, los viajeros del Este (sobre todo rusos y polacos) hicieron amago de consolidar su presencia en las Islas, pero las expectativas que se crearon entonces pronto se frustraron por la variabilidad que caracteriza al sector turístico, y su dependencia de factores no controlables por los destinos.
Desde que el turismo superó la crisis e inició las cifras récord, a partir de 2011, ha habido de nuevos algún movimiento en cuanto a la nacionalidad de los visitantes. Por primera vez, los franceses pusieron a Canarias en el mapa ante los riesgos que suponía seguir viajando a sus destinos predilectos: sus excolonias en el continente africano. Así, por primera vez en la historia turística de las Islas, los viajeros de esta nacionalidad han superado la frontera del medio millón de turistas, muy lejos aún de los millones de británicos, germanos y nórdicos. También los italianos han aumentado su presencia en Canarias, con cifras inferiores al mercado francés.
No todas las nacionalidades realizan el mismo gasto en destino. De hecho, los turistas extracomunitarios gastan hasta cuatro veces más que los europeos. Sobre todo China e India, pero también los árabes, cuya presencia ha aumentado, de manera significativa en Las Palmas de Gran Canaria, vinculados al turismo sanitario y de compras.
El que no remonta, sin embargo, es el turismo peninsular, que en los primeros diez meses del año se mantiene en 1,4 millones de visitantes. Para compensar, sí se ha disparado este verano de 2017 el turismo interior, gracias a la bonificación del 75% del precio de los billetes para viajar entre Islas.
