Ni Uber ni Cabify son la amenaza para el sector del taxi en las Islas. Al menos no lo son por el momento. Sin embargo, las licencias de VTC (vehículos con conductor) existen y tampoco la convivencia de ellas con los taxistas está exenta de problemas. Estos últimos se quejan de un intrusismo creciente que les resta clientela.

"Doce horas diarias y seis días a la semana". Ese es el plan de trabajo que detalla Juan Diego Vega, propietario de la licencia número 100 y que desarrolla su labor en Maspalomas. Esas jornadas maratonianas no bastan, según su relato, para alcanzar el umbral de rentabilidad. "O ponen ya remedio o el taxi desaparece", asegura.

En Gran Canaria existen en torno a un centenar de licencias VTC, según Vega; algunas menos a juicio del concejal de Transporte de San Bartolomé de Tirajana, Pablo González, que sitúa el número entre las 80 y las 90.

Para conocer con exactitud el problema del que hablan los taxistas, lo primero a acotar es el término intrusismo. Los vehículos que tienen una licencia VTC trabajan con los mismos ingredientes que ellos: un automóvil y ciudadanos que solicitan que los trasladen de un punto a otro. ¿Dónde está el límite? González lo tiene claro: "Hay intrusismo cuando alguien con una licencia VTC está dando vueltas como si fuera un taxista esperando que se requieran sus servicios. Su labor debería ceñirse a salir del garaje con un trabajo previamente contratado y regresar al mismo cuando termine la labor".

Según Juan Diego Vega, algunos hoteles fomentan el problema. El profesional del volante sureño explica que cuando un cliente alojado solicita en recepción un taxi, en el propio mostrador "le cobran el servicio" y le extienden una factura. "Sabemos que es así porque no en pocas ocasiones los turistas, ajenos a este problema se acercan a la parada de taxis que hay frente al hotel y nos presentan el tique", relata. A los pocos minutos de deshacer el malentendido, "se presenta en la puerta del hotel un vehículo con licencia VTC para transportar al alojado", concluye.

El turismo es el nicho de negocio que alimenta la caja de las empresas de los vehículos con conductor. Los traslados de viajeros a zonas de ocio complementario desde sus alojamientos es otra de las quejas de los taxistas. En el caso de Gran Canaria, "la gran mayoría de las VTC se concentran en Mogán y San Bartolomé de Tirajana", asegura Vega.

Otro punto caliente es el aeropuerto. En muchas ocasiones, los visitantes tienen incluidos los desplazamientos entre el aeródromo en el que aterrizan y el hotel. Son los que viajan con un paquete abonado en sus países de origen. Cuando no es así, abundan las ocasiones en las que los taxistas quedan fuera de juego, de nuevo porque cuando son requeridos se pone a disposición de los alojados un VTC.

El intrusismo se multa. "El año pasado, la policía local impuso 200 sanciones", afirma Pablo González. Y eso solo en San Bartolomé de Tirajana. Sin embargo, no está claro que estas medidas coercitivas hagan daño en los bolsillos de los infractores. Las competencias "las tiene el cabildo", explica el concejal de Transporte de San Bartolomé de Tirajana y eso genera, en su opinión, una dispersión en el cobro.

"Tienen solo cuatro inspectores", relata el edil . De ahí que los agentes locales saquen el bloc de multas para echar una mano. "Hemos pedido que se paguen todas las multas a través de [la empresa pública] Valora, como las de tráfico", expone González.