El empresario Sergio Alonso Reyes, presidente del Grupo Domingo Alonso, falleció ayer en Las Palmas de Gran Canaria a los 77 años de edad. Desde el instante en que la noticia comenzó a propagarse, las reacciones ante la pérdida comenzaron a multiplicarse siempre destacando su constancia en el trabajo, la defensa de sus ideas de marcado corte liberal y, sobre todo, su afabilidad en las distancias cortas y en el trato más personal.

Alonso deja mujer, tres hijos y nueve nietos, la menor de ellos de tan solo un año. Eso en el ámbito familiar. En el de la empresa, su legado es de gran magnitud. Segunda generación de la compañía Domingo Alonso, que dio sus primeros pasos en 1935, llegó a convertirla en un holding con presencia en varios nichos de negocio.

"Nos deja alguien más que un referente empresarial indiscutible de las Islas", señaló el presidente de Canarias, Fernando Clavijo, tras conocer el triste suceso. Porque si en algo coinciden todos los emprendedores que pudieron compartir con él parte de su trayectoria profesional, es en que su figura trascendió lo profesional para convertirse en un referente para todos ellos.

"Constancia, seriedad y, al mismo tiempo, serenidad para tomar decisiones". Así lo recordó el expresidente de la Confederación Canaria de Empresarios (CCE), Alberto Cabré. "Un referente del mundo empresarial y de la sociedad civil grancanaria, un empresario ejemplar en todos los sentidos", coincidió quien hoy está al frente de la patronal de Las Palmas, Agustín Manrique de Lara.

Por deseo de la familia, el sepelio se celebrará en la más estricta intimidad. Porque eso tuvo también Sergio Alonso, la decisión de inculcar en los suyos la felicidad de la vida en familia. "Nosotros hemos tenido la suerte de contar con un tres en uno: el mejor padre, el mejor amigo y el mejor jefe", señaló su hijo Óliver, consejero delegado del Grupo Domingo Alonso.

Fundación Foresta

Será después, en fecha por determinar, cuando se celebrará un funeral para que puedan despedirlo cuantos lo conocieron. Hasta en esto Sergio Alonso tuvo un último gesto que cabría tildar de peculiar, recomendando a sus muchos amigos que se acercarán a darle un último adiós que concreten su cariño "en una aportación a la fundación Foresta", creada para recuperar, mantener y conservar las masas forestales de Canarias con capital privado.

Sin embargo, no hay tal peculiaridad teniendo en cuenta el perfil de la persona que se marcha. Como el presidente Clavijo recordó anoche, el vínculo de Alonso Reyes con el "desarrollo económico y social de las Islas" era sólido. También con "la creación de empleo con la cultura, con la educación o con la investigación", entre otras.

Pionero a la hora de entender su empresa como una parte del mercado global, logró situarla en "una veintena de países". La internacionalizó mucho antes de que se defendiera la internacionalización como uno de los pilares llamados a apuntalar la economía canaria y a facilitar su crecimiento. Fue "un luchador incansable que no vio muros en el mar que nos rodea", abundó el jefe del Ejecutivo del Archipiélago justo antes de calificar la pérdida como "irreparable".

Fue su condición de "emprendedor", en palabras de Óliver Alonso, la que le permitió dar ese salto y estar continuamente abierto a escuchar propuestas e ideas que definieran el futuro del grupo empresarial. No se confundió como bien demuestran los resultados del holding que ha conducido hasta el último momento en que las fuerzas se lo permitieron.

Su manera de evolucionar en el ámbito empresarial le sirvió para recibir en 2014 el Roque Nublo de Plata con que galardonó al Grupo Domingo Alonso el Cabildo de Gran Canaria. No faltaron los reconocimientos en su vida, como el premio Ser Canario, recogido el pasado año.

En ese mismo 2017 fue cuando decidió crear una fundación que lleva su nombre y que de inicio dotó con 250.000 euros a distribuir entre organizaciones sin ánimo de lucro para poner en marcha proyectos educativos, medioambientales, culturales y del ámbito de la investigación.

"Sentía mucho Canarias y estaba profundamente comprometido por la mejora de la educación", destacó Alberto Cabré, para quien el deseo por ver mejorar a la sociedad de las Islas en general constituyó una de las razones de ser del empresario fallecido. "Una referencia para todos los que hemos estado con él", destacó.

En el plano personal, Sergio Alonso era un profundo liberal. Siempre recomendó sustituir las subvenciones por condiciones que permitieran el desarrollo de la actividad empresarial con la libertad suficiente como para poder hacer crecer los negocios. Los criterios con los que se manejó estuvieron "muy claros", señaló Cabré. Esas ideas las defendía a ultranza y de manera "contundente". Le gustaba discutir hasta la saciedad lo que se ponía sobre la mesa, pero siempre con las líneas muy trazadas para que todos tuvieran claros cuáles eran sus límites.

Entre ellos, su hijo Óliver Alonso destacó el código ético por el que se regía. "Hubo negocios en los que no entró porque ante todo estaban los valores", señaló el consejero delegado del Grupo Domingo Alonso. No servía el pelotazo ni el negocio fácil por más seguro que fuera. El beneficio había de obtenerse a través del esfuerzo y el riesgo controlado, lo contrario era entregarse a unas trampas que conducían de manera inexorable a escribir los capítulos finales de la empresa.

El hombre de negocios convivía y se daba la mano con la persona en la figura de Sergio Alonso. Por eso no era extraño sino habitual encontrarlo en un pasillo de su empresa departiendo con cualquiera de sus empleados e interesándose por los problemas que pudieran acuciarle.

Un buen hombre. Ejemplar. Pocos empresarios canarios son capaces de concitar una unanimidad tan ausente de fisuras y tan repleta de calificativos positivos. El dolor por su ausencia se torna tan sincero que algunos de sus mejores compañeros de viaje -empresarios también- se confesaron incapaces de sobreponerse al golpe y ofrecer unas palabras de cariño.

Su esposa Cécile Rohner, sus hijos, Claudio, Óliver y Evelyn, y los cónyuges e hijos de estos tienen a quien recordar con un más que merecido cariño, y a un sinfín de amigos dispuestos a brindarles ánimo.