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Contexto económico | El debilitamiento de la recuperación poscrisis

La economía europea desfallece

La Unión Europea se debilita más que el mundo avanzado a causa, como en 2016, del 'brexit', el proteccionismo, los populismos y las dudas sobre China

La economía europea desfallece

El crecimiento mundial está "perdiendo ímpetu" y la desaceleración afecta al 70% de la economía global, ha manifestado la directora general del Fondo Monetario Internacional (FMI), Christine Lagarde. Pero es de la eurozona de donde emanan las señales más acusadas de flaqueza. "La economía está más débil de lo esperado", señaló el presidente del Banco Central Europeo (BCE),MarioDraghi, el 15 de enero, y desde entonces los indicadores han reforzado su tesis sobre un escenario con tasas de crecimiento "cada vez más bajas". El 8 de marzo Lagarde constató que la moderación en el avance europeo se estaba produciendo "mucho más rápido de los anticipado". Nueve días después, el 17, el gobernador del Banco de España, Pablo Hernández de Cos, ratificó que "el frenazo de la eurozona es mayor de la esperado". Y el día 20, el presidente de la Reserva Federal de EEUU (Fed), Jerome Powell, sostuvo que "la economía europea se ha debilitado de modo considerable, al igual que China".

Las predicciones del FMI, OCDE, BCE y BancoMundial son peores para Europa que para otras economías avanzadas, aunque ninguna de tales instituciones considere probable una recesión. Y todas han ido empeorando sus pronósticos a medida que avanza el ejercicio, aunque también lo hayan hecho para la economía global, incluidos los EEUU.

Causas inmediatas. Desde los bancos centrales como el Banco de Japón, el BCE y la Fed a los institutos económicos alemanes IFO, DIW, IFW, IWH y RWI, pasando por la consultora IHSMarkit (que elabora el índice PMI de los gestores de compras) y por los gestores de inversión consultados por Bank of America MerrillLynch, y otro tanto muchos economistas, como Nouriel Roubini y otros, han sido coincidentes en los últimos tres meses en apuntar como causas principales del deterioro del entorno económico a las políticas macroeconómicas de EEUU, el proteccionismo y las consiguientes tensiones comerciales, la anunciada marcha del ReinoUnido de la Unión Europea (y la ausencia de certezas de cuándo y cómo se materializará), las incertidumbres geopolíticas y el debilitamiento de la economía china.

Todos estos factores influyen sobremanera en Europa. La fractura de la UE con la salida -no se sabe aún si pactada o abrupta- de Reino Unido (la tercera economía del club, equivalente al 13,3% del PIB de la Unión, y con la que se ya se están contrayendo las ventas del resto de los socios) es un problema eminentemente europeo (aun cuando tenga repercusiones globales), como lo son las incógnitas sobre la estabilidad política interna ante el ascenso de los extremismos en puertas de unas elecciones al europarlamento y su eventual efecto sobre la inacabada construcción europea.

Los factores más generales, como el alza de proteccionismo, la pérdida de pujanza del comercio internacional, la desaceleración de China y las guerras arancelarias, también están erosionando más a la UE que a otras potencias por el mayor grado de apertura al exterior de la economía europea y su dependencia por ello de las exportaciones, como explicó el Banco de España en su último boletín.

EEUU, principal promotor del proteccionismo, sufre en menor medida (al menos en el corto plazo) las consecuencias de esa deriva y de la consiguiente ralentización global porque se trata de una economía muy focalizada en la demanda interna (dos tercios del PIB) y con fuertes déficits externos (ahora en récord), mientras que las eurozona tiene superávit comercial con el resto del mundo (la UE lo tuvo también hasta 2017) y es por ello más vulnerable al enfriamiento global y a la disminución del comercio internacional.

Como escribió Daniel Gros en agosto del año pasado, la exportación de bienes (sin contar servicios) representa menos del 10% de la economía estadounidense frente al 25% que supone en muchos países europeos y a más del 50% en el caso de Alemania, que es el tercer mayor exportador mundial en términos absolutos y, tras China, el de mayor saldo exterior favorable. "El pleno empleo que se ha visto en años recientes se logró con grandes déficits fiscales (como EEUU y Japón) o con grandes superávits comerciales (como en Alemania)", señalaron no hace mucho en un trabajo conjunto Lawrence Summers y Lukasz Rachel.

La caída de los pedidos industriales a Alemania (cuyo segundo mercado es China) en los últimos cuatro meses -el mayor descenso desde enero de 2007, según acaba de decir la oficina federal alemana de estadística- está suponiendo las primeras destrucciones de empleo en el sector manufacturero germano desde hace tres años. Y, en tanto que locomotora continental (Alemania es una gran compradora de bienes y servicios a otros países del área), las vicisitudes teutonas se trasladan al conjunto de la zona y frenan su desenvolvimiento. "Las manufacturas sufren" en el área del euro "su más profunda recesión desde 2013" y los servicios "marcan uno de los peores registros desde 2016", dijo el 22 de marzo Chris Williamson, economista de IHSMarkit.

El brexit, los aranceles de Trump, la escalada proteccionista y la debilidad china (por la guerra comercial y por sus propios designios, caso del relevo en su patrón de crecimiento) están perjudicando las exportaciones europeas y todos esos factores, junto con los riesgos políticos (internos y globales), están dañando las expectativas y, en consecuencia, la inversión, lo que no sólo incide en el PIB y en el empleo, sino también en el potencial de crecimiento y en la productividad del área.

Como en 2016. El bono alemán a diez años (un activo considerado seguro y al que acuden los inversores en tiempo de turbulencia para protegerse) entró en tasa negativa el 22 de marzo, lo que no ocurría desde octubre de 2016. A principios de semana había vuelto a remontar hasta el 0%, pero en sus plazos más cortos la deuda alemana (y a consecuencia del aumento de la demanda) no sólo no remunera al inversor sino que éste debe pagar por financiar al estado alemán.

Que en el mercado de bonos se reviva lo que ocurrió en 2016 no es fortuito. El frenazo económico actual "tiene grandes similitudes" con el de hace tres años, dijo el 27 de marzo el banco estadounidense JPMorgan. Entonces la OrganizaciónMundial de Comercio (OMC) alertó de un frenazo en los intercambios globales a causa de las tensiones proteccionistas, se produjo el triunfo del brexit en el referéndum del 23 de junio, en septiembre Marine Le Pen prometió otra consulta para sacar a Francia de la UE si ganaba las elecciones, Donald Trump venció en las de EEUU en noviembre con amenazas arancelarias y un discurso antieuropeista, los movimientos extremistas proliferaron y se fortalecieron en la UE -al extremo que la Fundación del Español Urgente (Fundeu) declaró el vocablo 'populismo' como la palabra del año - y China perturbó la economía mundial con un crecimiento inferior al 7%, su Gobierno interrumpió las reformas para apuntalar el crecimiento y el país sufrió salida de capitales y caída de reservas.

Hay quien cree -caso de Nathaniel Karp, de BBVA Research- que ahora la situación es distinta porque el ciclo está mucho más avanzado (y más próximo por ello a la corrección) y porque la deuda es superior y porque también lo es el riesgo contraído por el sector financiero no bancario. Sin embargo, entonces había peligro de deflación, que ahora está lejano aun cuando no se haya reconquistado el objetivo inflacionario del 2%.

La comparativa con 2016 tiene dos lecturas antagónicas posibles. La pesimista es que el FMI prevé para la eurozona un crecimiento para este año del 1,6%, una décima peor que el que tuvo entonces el área. La optimista es que, después del bache de 2016, fue posible un crecimiento del 2,4% en 2017.

Otras causas. En la lentificación europea pueden estar influyendo otras causas de más largo recorrido. Una posible es la diferente tipología de la industria continental (mucho más apegada a los sectores tradicionales) respecto a la pujanza de las nuevas tecnologías en EEUU. El ranking mundial de empresas por capitalización lo encabezan compañías de la era digital, la hegemonía estadounidense es manifiesta entre los 20 mayores grupos globales y la mayor corporación europea (la alimentaria Nestlé) no aparece hasta el puesto décimo cuarto. Los grandes institutos económicos germanos acaban de alertar en su informe de primavera que Alemania, la gran potencia industrial europea, no se está incorporando con prontitud a la nueva era de la digitalización y la inteligencia artificial.

Los escasos avances (al menos aparentes) en productividad pese a la revolución tecnológica (una cuestión objeto de controversia) es un fenómeno general, pero particularmente acusado en Europa, como ha recordado estos días el analista Juan Ignacio Crespo, lo que puede guardar relación tanto con el diletante acercamiento continental a los nuevos desafíos tecnológicos como a otros factores que también lastran el emprendimiento, la innovación y la pujanza económicas. Entre ellos, el más evidente es el acusado envejecimiento demográfico europeo, el segundo mayor del mundo tras Japón, según Eurostat. Esto, junto a la baja inflación y la ralentización económica pese a los tipos de interés en el 0%, ha originado una oleada de artículos que especulan con el riesgo de japonización de Europa: un crecimiento mediocre durante demasiado tiempo y dependiente crónico de unos tipos de interés insólitamente bajos, cuya perpetuación puede dañar resortes vitales para el crecimiento e incubar desequilibrios de muy dolorosa corrección y con capacidad de causar más mal que bien.

Todo se produce además en medio de un experimento inacabado. Mientras la UE es la única potencia del mundo en trance de fragmentarse, la eurozona sigue siendo (pese a los avances realizados desde 2010) un área monetaria imperfecta e incompleta, que no se ha dotado de todas las instituciones que la blinden en caso de impactos adversos como los de 2008 a 2012, que persiste con un presupuesto central ínfimo (1% del PIB en el caso de la UE y a la espera del de mínimos que se ha prometido para la Unión Monetaria en 2021), y que sigue sin alcanzar la plena unión fiscal, financiera y de capitales, y sin dotarse de eficaces sistemas de reequilibrio mientras la brecha económica entre el Norte y el Sur, lejos de haberse estrechado, sigue agrandándose, como documenta un informe del centro de pensamiento Bruegel, con sede en Bruselas. Y las pulsiones nacionalistas y antieuropeístas amenazan con frustrar la aspiración de una integración plena que pudiera corregir esas divergencias crecientes.

Esta tarea incompleta lastra los avances, es fuente de vulnerabilidades que ponen en guardia a los inversores al menor síntoma de dificultades y agudizan la dependencia financiera empresarial de la banca de su país, que a su vez lo está de la solvencia estatal y ésta de la de los bancos por la fragmentación del mercado bancario europeo y por el escaso desarrollo de los mercados de capitales. "La zona euro es como una casa sin tejado: está bien para vivir siempre que no llueva", dijo hace un año Zach Pandl, economista del banco de inversión estadounidense GoldmanSachs.

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