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Entrevista | Vicente Boissier

"La falta de obreros cualificados impide a la construcción arrancar con fuerza"

"Seguimos pensando en el modelo residencial de los 90, pero la sociedad ha cambiado y tenemos que adaptarnos", manifiesta el decano del Colegio Oficial de Arquitectos de Gran Canaria

Vicente Boissier, en su despacho del Colegio Oficial de Arquitectos de Gran Canaria. JUAN CASTRO

¿Cuál es el actual estado de salud del sector? ¿Se ha recuperado de la crisis?

El sector se ha venido recuperando poco a poco desde 2017 gracias a la renovación turística. A pesar de que el año pasado fue muy bueno, en 2019 el sector privado está siendo mucho más cauteloso. Además, tenemos un problema muy grande con las administraciones públicas, porque son muy lentas y hacen que las grandes inversiones se marchen fuera.

¿Hay temor a una nueva burbuja inmobiliaria?

Debería de haberlo siempre. Aunque espero que no se vuelva a dar, porque creo que ahora hay una demanda real de viviendas y que la burbuja se creó por una sobrecarga de préstamos de los bancos a personas que realmente no podía pagar las casas que compraban.

¿La vivienda es una de las cuestiones más dañadas por la crisis?

En el momento de la crisis la situación no era muy deseable. Había una actividad económica artificial, porque se estaba construyendo por encima de la demanda. Ahora la demanda está por encima de la oferta. Llevamos cerca de doce años sin construir vivienda y eso ha generado un retraso tremendo. La vivienda es el principal problema que tiene el país, porque la gente no tiene capacidad económica para acceder a la compra de una casa. Tenemos que investigar sobre el modelo de propiedad para hacer las casas accesibles y evitar problemas de exclusión social, generados mayoritariamente por la falta de una vivienda digna.

¿Qué vías se tienen que estudiar para solucionar el problema de la vivienda?

La inversión privada tiene que incorporarse a la vivienda y hay que intentar busca nuevos modelos de propiedad compartida. Seguimos trabajando con el modelo residencial de los 90, pero las necesidades de las personas han cambiado, ya que la sociedad está envejecida y la natalidad ha bajado. Quizá, una vez los hijos abandonan la vivienda familiar, esas casas se pueden destinar a familias jóvenes con hijos y los mayores pasar a hogares más pequeños. Son planteamientos que tenemos que estudiar, porque esto hay que gestionarlo como un proyecto estratégico a largo plazo. No vale el cortoplacismo de los cuatro años de una legislatura, tiene que ser algo continuista. Hay que ser resiliente porque la sociedad y las ciudades van cambiando. Tenemos que dejar de protestar y empezar a proponer.

La construcción está tirando ligeramente de la creación de empleo, ¿se nota en el sector de la arquitectura?

Claro que se nota, aunque los proyectos que llegan a los arquitectos son mucho menos ambicioso que antes, porque todavía hay un poco de resaca de la crisis y la gente no quiere volver a hipotecarse mucho después de lo que hemos pasado. En la construcción tenemos un problema serio de falta de mano de obra, que impide que el sector arranque con fuerza. Los profesionales, después de diez años del parón de la construcción, se han recolocado y no hay obreros cualificados, incluso hay empresas que están importando profesionales de fuera. Los que se inician ahora tienen poca formación y las exigencias tecnológicas cada vez son más altas.

Los jóvenes arquitectos se quejan de que las ofertas de trabajo que les llegan son como colaboradores o como falsos autónomos. ¿A qué se debe?

Los que se forman en la Escuela de Arquitectura aprenden mucho sobre la profesión, pero no salen preparados para enfrentarse al mundo. Les falta formación económica y desconocen cómo funciona la administración, los impuestos, los inversores o los clientes. Es un profesional con muchos conocimientos, pero no sabe para dónde mirar en el mercado laboral o cómo emprender.

¿Haría falta que la universidad incluyera ese tipo de formación?

Sin duda. Además, deberían estar en contacto con el mundo profesional desde el primer curso, así estarían más preparados para enfrentarse a la realidad y a la competencia. Por otro lado, la formación debería ser más abierta, porque parece que si un arquitecto no hace edificios es un fracasado, pero hay muchas ramas en las que pueden desarrollarse como profesionales y todas son igual de válidas.

¿Los arquitectos están buscando vías alternativas como las reformas?

Es un campo de trabajo fundamental. Tenemos que rehabilitar edificios y ponerlos en condiciones de sostenibilidad, de eficiencia energética y de accesibilidad, porque tenemos un parque inmobiliario obsoleto. Los inmuebles que no están en condiciones de ser remodelados, se derruirán y se construirán bajo un nuevo modelo de residencia que está demandando la sociedad.

¿El entorno urbano también tiene que reformarse?

Sí, es una cuestión de emergencia. Hay que sacar a los coches de las ciudades, para darle condiciones de habitabilidad y seguridad a las ciudades. Necesitamos investigar y trabajar para que las ciudades sean sostenibles. El modelo organizativo de las urbes tiene que cambiar. Ahora volvemos a tener la necesidad de la cercanía y se están volviendo a abrir tiendas a las que se puede ir andando para evitar ir a los centros comerciales de las afueras, es urbanismo de proximidad. Es una revolución, pero no todos somos conscientes de ello.

¿La arquitectura verde forma parte del futuro de las ciudades?

La legislación que nos obliga a crear edificios con muy poca demanda energética, para que se pueda soportar con los sistemas alternativos. La arquitectura verde ahora mismo es una gran tendencia que está en todos los discursos. Es una arquitectura en la que la vegetación está muy presente. Lo mejor y lo más barato para generar oxigeno y construir CO2 son los árboles. En las ciudades, aportan salud, purifican el aire y generan paisaje, el problema está en que no todas las regiones tienen la misma climatología para implantar la arquitectura verde.

¿Cómo afecta al sector el bloqueo de permisos para la construcción de hoteles en el sur de Gran Canaria que termina por espantar a los inversores?

Los grandísimos proyectos que se hacen aquí no nos los encargan a los arquitectos locales. Suelen ser de multinacionales que tienen sus propios equipos técnicos. Una vez desarrolladas las instalaciones, sí que tiran de técnicos locales para la gestión y la ejecución de las obras. Una inversión de 30 o 40 millones de euros, que es lo que cuesta un hotel, supone que 2.000 personas de diferentes ámbitos estén trabajando durante unos dos o tres años. La pérdida de esos proyectos no es tanto lo que supone para los arquitectos, como para los sectores relacionados.

¿Qué le pide al nuevo Gobierno para que impulse el sector?

Mejorar la eficiencia de la administración pública, su lentitud es letal para nuestro sector, especialmente para los pequeños inversores locales, que no tienen capacidad para irse a otro sitio. Los grandes si no invierten aquí se lo llevan a otro punto del planeta. Hay que hacer un esfuerzo para simplificar las normativas y delimitar las responsabilidades de cada área.

¿Hay algún proyecto urbanístico en Gran Canaria que sea imprescindible de cara al futuro?

La movilidad es una asignatura pendiente. No puede ser que haya atascos a todas horas para ir al sur y eso no se soluciona con más carriles. Creo que la solución puede ser el tren y no debe ser una decisión política, sino técnica. También es imprescindible que los documentos de planeamiento sean más flexibles y que se coordinen los distintos planes generales, para que haya una gestión integral de la Isla.

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