La lucha contra el cambio climático sigue ocupando un lugar prioritario en la agenda política mundial ante el riesgo, advertido por Naciones Unidas, de que perdamos la batalla contra el calentamiento global si los gobiernos no aumentan su nivel de compromiso para reducir las emisiones de forma rápida y drástica.

Los ciudadanos son cada vez más conscientes de las consecuencias del actual modelo energético insostenible, del deterioro del medio ambiente y de la contaminación del aire. Por eso esperan y reclaman que los representantes políticos actúen con eficacia y diligencia, ante una cuestión central que va más allá de las disputas ideológicas pues afecta directamente a su salud, su calidad de vida y a la propia supervivencia del planeta que habitarán sus hijos.

Ese es el sentido del llamamiento del Secretario General de la ONU, Antonio Guterres, a todos los líderes para que acudan a la cumbre del 23 de septiembre en Nueva York con "planes concretos y realistas" en la dirección de reducir las emisiones un 45% en los próximos diez años y con el horizonte de una economía de cero emisiones netas para 2050.

Así lo ha entendido también la nueva presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von der Leyen, al comprometerse a que Europa sea el primer continente neutro en carbono en 2050 y a proponer un Pacto Verde Europeo en sus cien primeros días en el cargo. Por su parte, el Marco Estratégico de Energía y Clima presentado por el gobierno español hace unos meses, apuesta incontestablemente por las renovables y la eficiencia energética, y su ambición ha sido valorada y reconocida por las instituciones europeas.

Aunque la magnitud del reto es enorme, sabemos que la transición energética hacia un modelo sostenible es la única solución capaz de abastecer el crecimiento de la demanda energética y avanzar, al mismo tiempo, en el cumplimiento de los objetivos climáticos globales. La fuerte reducción de costes experimentada por las tecnologías solar y eólica, deja fuera de duda el papel decisivo que la electrificación de la economía a través de fuentes renovables tendrá en la lucha contra el cambio climático.

Existe, además, un gran potencial de descarbonización en todos los usos finales de la energía, especialmente en el transporte y en la generación de calor. Por citar un solo ejemplo, al desplazarse en vehículo eléctrico, los usuarios soportan el coste del CO2 provocado en la generación de la electricidad que utilizan, ya que el sector eléctrico está dentro del mercado europeo de derechos de emisión. Sin embargo, al usar uno de gasolina o diésel no pagan por el CO2 liberado ni por otras emisiones perjudiciales para la calidad del aire.

Por ello, junto a un marco regulatorio estable y razonable capaz de atraer las fuertes inversiones necesarias, se necesita una reforma fiscal medioambiental para que las tecnologías compitan sin distorsiones.

Dado su carácter transversal, la transición energética supone también una potente palanca de crecimiento y creación de empleo estable y de calidad y un motor de transformación del modelo productivo. Por citar tan solo a Iberdrola, nuestras inversiones en España están superando hoy los 1.500 millones anuales y tenemos planes para incrementar ese volumen en el futuro próximo.

Nuestro país cuenta con las condiciones y las capacidades necesarias para liderar esta nueva revolución industrial, tomando en consideración el interés general y obviando los escenarios catastrofistas dibujados por los defensores de modelos caducos para proteger sus intereses.

No dejar pasar esta oportunidad de avanzar hacia una sociedad más próspera, saludable y sostenible es una tarea de todos.

Ignacio S. Galán. Presidente

de Iberdrola