El grupo chino Fosun anunció ayer la compra de la marca Thomas Cook, el turoperador británico que anunció su quiebra el pasado mes de septiembre, por 11 millones de libras (12,7 millones de euros). El comprador estaba llamado a ser el principal protagonista del plan de recapitalización por el que pasaba la salvación del gigante de la turoperación. Finalmente desistió y ahora se hace con la divisa para ampliar la presencia china en el negocio turístico mundial

El acuerdo también contempla las marcas hoteleras Casa Cook y Cook's Club, así como licencias de viajes o aplicaciones de software. El presidente de Fosun, Qian Jiannong, aseguró que siempre ha "creído en el valor de la marca Thomas Cook".

La situación del turoperador mantuvo en vilo al negocio alojativo durante meses hasta que finalmente, en la madrugada del 23 de septiembre, anunció su salida del mercado. El primer impacto en Canarias se solventó con la repatriación de los turistas que habían quedado atrapados en las Islas, si bien las Islas sufrieron una importante caída de la conectividad, recuperada en buena parte, a las puertas del inicio de la temporada de invierno.

Para reflotar Thomas Cook eran necesarios alrededor de 1.100 millones de libras (1.274 millones de euros) y Fosun se comprometió a poner 450 millones a cambio de controlar al menos el 75% del capital social del turoperador (ya tenía el 17% en ese momento) y el 15% de las aerolíneas del grupo. Mientras, los bancos acreedores y los tenedores de bonos de la empresa debían inyectar una cantidad idéntica para, en este caso, hacerse con el 25% del negocio de la turoperación y el 75% de las compañías aéreas.

Sin embargo, nunca apareció quien pusiera los 200 millones de libras restantes, con lo que la operación de salvación nunca cristalizó y Fosun se retractó de su intención inicial, a pesar de que la apuesta se encuadraba dentro de la intención de China de convertirse en una potencia turística mundial.

La compra de la marca revela que en realidad el grupo asiático entendió que situarse como inversor de referencia de Thomas Cook le reportaría una serie de problemas en forma de deuda que no tendría pujando solo por la marca y construyendo el negocio desde cero.

Sirva un dato. A finales de septiembre, el gigante británico de los viajes tenía que hacer frente a pagos por 500 millones de libras (456,79 millones de euros) a hoteles asociados y acreedores. Solo disponía de 956.000 libras (1,07 millones de euros) en reservas de efectivo y 31 millones de libras (35 millones de euros) en cuentas bancarias en el momento en que anunció su quiebra.

En medio de su caída libre, el turoperador recibió cinco ofertas por partes o la totalidad de su aerolínea, una por la venta de su negocio de turoperador a Fosun y otra más por su negocio en los países nórdicos. Sin embargo, todas ellas fueron rechazadas porque la junta decidió que no reflejaban el valor adecuado y porque no salvarían al resto del grupo.

La quiebra de Thomas Cook marcó el final de una de las empresas más antiguas de Reino Unido. Su actividad arrancó a mediados del siglo XIX (1841) llevando a cabo excursiones en tren locales antes de sobrevivir dos guerras mundiales para ser pionera del turismo. La empresa administraba hasta el momento de su desaparición hoteles y aerolíneas para 19 millones de personas al año en 16 países.