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El hombre de acero

Nino Cordero mantiene vivo el oficio de latonero con sus novedosas creaciones l Culpa a las tecnologías de la extinción de las tradiciones

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Nino Cordero: Latonero

Acero inoxidable, hierro o madera, ningún material se resiste a las manos de Nino Cordero. Igual que te hace un recipiente que te pinta una casa o te arregla una fuga de gasolina del coche. Aunque es latonero de corazón y a ello se dedica cuando su ajetreada vida se lo permite. Cordero, con 72 años, tiene el don de arreglar todo lo que toca y aunque no ha tenido una vida fácil no pierde la sonrisa y el buen humor. Levantó su casa y la decoró él mismo con sus creaciones, las mismas que regala a sus vecinos e hijos solo por recibir una sonrisa a cambio. "La artesanía no se paga. Se emplea mucho tiempo, trabajo, martillazos y muchos cortes, y nadie te paga nada", apunta este artesano que reconoce que la felicidad de la gente le llena más que "2.000 euros".

Su padre, Faustino Cordero, más conocido en la Cruz de Firgas como el maestro, le enseñó todo lo que sabe. Nino mantiene vivo el oficio sin recibir beneficios, pero su padre sí dedicó parte de su vida profesional a recorrer la calles arreglando los calderos de los vecinos. "Los tiempos han cambiado, la gente ahora tira las cosas a la basura a la primera que se rompen", explica indignado. Cordero no entiende que las nuevas generaciones recurran a comprar siempre "el último modelo de todo aunque el anterior siga funcionando como el primer día", y lamenta que los vertederos "estén llenos de cosas en perfecto estado".

"¿Tienen algo que arreglar hoy?" Es la frase que utilizaban los trabajadores de este oficio extinguido para anunciar su llegada en los barrios de la Isla.

Pepito el latonero de Arucas era otro de los representantes más populares de la profesión. Todos cargaban un cajón con un cortalatas, un "cacho" de chapa y cuatro martillos con los que arreglaban todo tipo de recipientes. Cordero no recorre ya los barrios del Archipiélago ofreciendo este servicio, trabaja desde su casa desde donde, además, realiza tareas de distinta índole para los vecinos de su barrio.

Este grancanario estuvo muchos años como mecánico de maquinaria de obra es distintas empresas de la Isla, pero estar siete años en paro le sirvió para aprender algunos oficios más. Fontanero, electricista o albañil, son solo algunos de los empleos que ha desempeñado para poder mantener a sus cuatro hijos. Y gracias a esta versatilidad ha adquirido conocimiento en distintas áreas a pesar de ya estar jubilado. "Yo no paro de aprender, cualquier oportunidad es buena para formarse. La clave está en preguntar", explica.

Tiene nueve hermanos y ninguno de ellos continuó con el oficio de su padre, aunque muchos han trabajado en herrerías. Sus 36 sobrinos tampoco se animaron a mantener la labor de su abuelo, pero sí recurren a su tío cuando necesitan reparar alguna cosa. Cordero tiene además cuatro hijos adultos que, aunque han optado por profesiones distintas, "llevan en sus genes la curiosidad y la astucia de su padre", asegura el latonero.

Encerrado en su azotea y con la ropa manchada de trabajar, Cordero intenta innovar cada día a la hora de fabricar sus piezas. Compra lo que necesita en una pequeña herrería en Arucas, pero el uso de materiales tradicionales no le impide modernizarse en sus diseños. Así es capaz de fabricar una tostadora partiendo de una lata de atún o idear un candelabro utilizando únicamente piñas y un poco de acero. Su edad no imposibilita que sus ganas de vivir crezcan cada día y que su mente recurra a este oficio para mantenerse activa.

Deshumanización

Los avances tecnológicos y la era digital no le "hacen gracia" a este artesano tradicional. Cordero cree que la pérdida de las costumbres canarias y la extinción de los oficios están estrechamente relacionadas con la "deshumanización" de las nuevas generaciones. Las personas prefieren "interactuar con una maquina" que mantener una conversación en condiciones "con otro ser humano". Cordero debe ser uno de los pocos ciudadanos del mundo que permanece sin teléfono móvil. Su mujer solo le avisa de los recados más urgentes y él recurre a la televisión y los periódicos para mantenerse al día de lo que ocurre más allá de su pueblo.

El latonero asegura que se han perdido los "buenos modales y la vecindad" en la sociedad y que estas actitudes las ve cada día en la calle e incluso en su nieta. "Los niños no salen a la calle a jugar, prefieren encerrarse con las máquinas", explica decepcionado. Su principal objetivo en la vida es ser "buena gente" y poder transmitir a sus hijos que eso es lo único importante.

Cordero no se conforma con dedicar su tiempo a los numerosos oficios que practica como hobby, todavía le quedan ganas de participar en cuatro grupos de música folclórica canaria hasta seis veces por semana. Lleva cantando toda la vida, ya que procede de una familia parrandera, pero fue en 2003 cuando se animó a pertenecer al primer grupo de manera oficial. Con ellos acude a bodas y a diferentes eventos, lo que le ha permitido viajar por toda España y conocer. Además, es una oportunidad para conocer gente y hacer vida social. "Disfruto cantando, desconecto de los problemas de la vida y me mantengo conectado a las tradiciones de las Islas", igual que le ocurre volviendo a las herramientas de un oficio ya en extinción.

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