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Macroeconomía | Los tiempos de la desaceleración

El PIB aminora y, sin embargo, crece

España progresa el doble que la eurozona, pese a la incertidumbre política y la ralentización global, y supera a EEUU en el tercer trimestre

El PIB aminora y, sin embargo, crece

El nuevo Gobierno que se constituya, cualquiera que sea su formulación final, deberá sortear el difícil equilibrio en un parlamento fragmentado y sin mayorías que garanticen con plenitud la estabilidad política, y hacerlo además en un contexto de desaceleración internacional que comenzó a mediados de 2018 y que condicionará la capacidad de decisión en política económica.

Aunque la ralentización española comenzó tres años antes -en 2015-, el país ha demostrado hasta ahora una mayor resistencia y un sorprendente diferencial de mayor brío y robustez respecto a otras grandes economías del área, aun cuando será inevitable que, de perpetuarse la debilidad global, el margen de ventaja se estrechará, lo que obliga a acentuar las cautelas.

Con todo, el pasado trimestre deparó tres gratas sorpresas. Con un crecimiento del 0,4%, la economía española repitió la tasa de avance del trimestre precedente y detuvo con ello la ralentización que se había producido entonces respecto a los cinco trimestres anteriores, en los que el país había crecido de forma estable al 0,5%. De este modo, España se ratificó -como confirmó este jueves la oficina estadística europea (Eurostat)- como la más dinámica de las cinco grandes economías de la UE y, de prescindirse de los antiguos países comunistas del Este, como el quinto país del euro y el octavo de la Unión con mayor dinamismo. La tesis según la cual España era el país que más crecía de la UE hasta 2018 nunca fue cierta.

Pujanza. La pujanza española implica que el crecimiento del país ha sido cuatro veces mayor en tasa trimestral que las medias de los socios del euro y de la UE, y el doble que el de la eurozona en tasas interanual. Y un dato adicional que no se ha puesto de relevancia: España, con una progresión del 2% en el acumulado entre el tercer trimestre del 2018 y el mismo periodo de 2019, ha superado en una décima a EEUU, cuyo crecimiento interanual en igual plazo de tiempo fue del 1,9%, según anunció el Departamento de Comercio norteamericano el pasado 30 de octubre.

Esta reciedumbre de la producción interna española se produce por lo demás sorteando factores claramente desfavorables, como la tensión territorial e institucional por el desafío secesionista catalán, la prolongada inestabilidad política (se han celebrado cuatro elecciones generales en cuatro años y ha habido dos periodos prolongados de gobiernos en funciones en 2016 y 2019) y la creciente apertura de la economía española (las exportaciones, que representaban el 22% del P IB nacional antes de la última crisis, hoy suponen el 36%), lo que hace al país mucho más vulnerable a la ralentización mundial y europea y al acusado retroceso del comercio internacional en el último año y medio.

"La crisis ya está aquí'. La afirmación de que "la crisis ya está aquí y es como la copa de un pino", pronunciada el pasado día 7 en Cartagena por el presidente del Partido Popular, Pablo Casado, parece por todo ello (y con independencia de lo que el futuro pueda deparar) manifiestamente desafortunada porque ni se compadece con los datos disponibles ni con las predicciones de los organismos nacionales e internacionales.

Ese mismo día, el comisario europeo de Asuntos Económicos, Pierre Moscovici, había dicho en Bruselas todo lo contrario: España, señaló, mantiene un "crecimiento envidiable". Y un mes antes, el 11 de octubre, Luis de Guindos, vicepresidente del Banco Central Europeo (BCE) y ex ministro de Economía con el PP, enfatizó que "la economía española está comportándose mejor que el resto". Y lo mismo proclamó el 18 de octubre Poul Thomsen, director del departamento europeo del Fondo Monetario Internacional (FMI): "España no es inmune a la desaceleración pero se ha subestimado su fortaleza. Pese a las incertidumbres políticas, España ha continuado comportándose mejor que otros miembros del euro", indicó.

En el mismo sentido, AntonioGaramendi, presidente del patronal española (CEOE), sostuvo el pasado día 11 que "no se puede hablar de crisis", y los consejeros delegados de dos de los cuatro mayores bancos del país (José Sevilla, de Bankia, el 28 de octubre, y Gonzalo Gortázar, de Caixa Bank, dos días después) se expresaron en términos igual de contundentes sino más, caso de Sevilla:"No estamos percibiendo la desaceleración de la que hablan los medios", dijo.

Ni tan siquiera es verdad la "negación de la desaceleración" por el Gobierno, como denunció Marcos de Quinto (Ciudadanos) el 2 de noviembre en Tomelloso, Ciudad Real. Ha habido alusiones a ello en los últimos meses por el ejecutivo de Pedro Sánchez y diecisiete días antes, el 15 de octubre, el Gobierno había enviado a Bruselas un cambio de su previsión de crecimiento para 2019, rebajándola hasta el 2,1% anual, una décima menos que la anterior y ligeramente menos optimista que la que ese mismo día emitió el FMIpara España: 2,2%.

En realidad la crisis económica no sólo no se ha producido todavía en España sino que ni tan siquiera cabe postularla aún en Europa, pese a que al crecimiento de la UE en 2019 está siendo el menor desde la salida de la crisis, en 2013 -como dijo el FMI el día 6-, y aunque el área monetaria avanza a la mitad de velocidad que España. Por lo mismo, tampoco debe predicarse de la economía mundial aun cuando su crecimiento para este año (3%, frente al 3,6% de 2018) va a ser el más lento desde 2009, según pronosticó la OCDE el 19 de septiembre y confirmó el FMI el 15 de octubre.

El conjunto de las grandes áreas económicas mundiales había progresado en 2017 de forma armonizada, pero a mediados de 2018 la tendencia se dio la vuelta y se pasó -según expresión entonces del FMI- del "crecimiento sincronizado" a la "ralentización sincronizada", en la que todos los países tractores perdieron impulso de modo simultáneo, retroalimentándose entre sí con grave daño para el conjunto.

Causas. Por una vez, parece existir unanimidad plena en los analistas y los organismos internacionales sobre las causas principales del desasosiego: las políticas de los conservadores estadounidenses en defensa del proteccionismo, la guerra comercial y las batallas arancelarias, y la de los conservadores británicos propugnando la salida de su país de la UE sin descartar (ahora ya parece más difícil) el brexit sin acuerdo. Todo ello ha erosionado la confianza y las expectativas, y ha generado una cascada de impactos multilaterales.

Las hostilidades comerciales con China (que venía aportando más de la mitad del crecimiento mundial en el último decenio) llevaron a este país a incurrir en el pasado trimestre en su menor tasa de avance del PIB en 27 años. El presidente de EEUU, Donald Trump, se felicitó por ello el 15 de julio y se atribuyó el mérito del frenazo del gigante asiático. Pero para entonces el efecto regresivo ya se había expandido a Alemania y a otros países exportadores de la UE al mercado chino, así como al conjunto de la siderurgia europea, al comercio mundial -con la desorganización de las cadenas globales de valor- y a Australia y América Latina, grandes proveedores de materias primas a Pekín. La grave inestabilidad socio-política que viven hoy diversos países de Hispanoamérica no es ajena al efecto empobrecedor de las menores ventas a Asia, lo que ha contribuido a catalizar el malestar social. Y España está muy expuesta tanto a la UE (destino del 72% de los bienes que comercializamos fuera) como a Latinoamérica.

Previsiones. Con todo, las previsiones de los organismos nacionales e internacionales están muy lejos de ser catastróficas para España. Incluso el reciente "hachazo" de cuatro décimas que ejecutó de un golpe la ComisiónEuropea (CE) el día 7 a sus predicciones para la economía española carece del dramatismo con el que se ha transmitido. La mitad del recorte (dos décimas) es un efecto estadístico, según avisó la propia CE (lo mismo le ocurrió al Banco de España el 24 de septiembre), para adaptarse al Instituto Nacional de Estadística (INE), que el 16 de septiembre revisó su serie histórica de crecimientos anuales desde 1995. Y las otras dos décimas de recorte no son tanto un empeoramiento del pronóstico cuanto una rectificación del error que cometió la CE en julio cuando, dejándose llevar por el entusiasmo, aumentó en dos décimas su previsión para España pese a que mantuvo inalterada su proyección para Europa. Ahora da marcha atrás a su exceso de optimismo de entonces.

Para 2020, FMI, CE, Banco de España y el Gobierno proyectan crecimientos para España (salvo imprevistos internos o externos) de entre el 1,5% y el 1,8%, por debajo por lo tanto del 1,9% a 2,2% pronosticados para 2019 pero aún ligeramente por encima del potencial de la economía española, estimado por el Banco de España en el 1,5%, y hacia el que tiende a converger el PIB.

Tendencias y penaltis. Esta nueva desaceleración forma parte de la tendencia que viene protagonizado la economía española desde 2015: entre ese año y la moción de censura de 2018 el crecimiento español cayó a la mitad: el trimestral bajó del 1,1% al 0,5% y el interanual, del 4,2% al 2,2%. El Gobierno de Rajoy, que se mantuvo en el cargo hasta el 1 de junio de 2018, ya había comunicado a Bruselas el 28 de abril de ese año que la economía española seguiría ralentizándose entre 2019 y 2021, con una merma estimada de ocho décimas respecto a 2017.

Entonces aún faltaban varios meses para que se produjese el inicio de la desaceleración global (un factor adicional sobrevenido poco después) y ni tan siquiera estaba actuando, como sí ocurre ahora, el discurso constante de los presagios de crisis y los anuncios de una lentificación que entonces se omitió y ahora se dramatiza. Esta insistencia -y en ocasiones exageración- en que el crecimiento se aminora contribuye a erosionar las bases de la confianza de inversores, y consumidores (un material muy sensible y altamente sugestionable), con lo que se tiende a producir aquello que se anuncia. Es lo que se denomina la profecía autocumplida, que desde 1928 desarrolló el sociólogo William Thomas, y más tarde su colega Robert Merton, y que está también vinculado a lo que el economista Keynes dio en llamar los "espíritus animales".

Este factor tiene enorme trascendencia, como alertó el consejero delegado de Bankia el día 28 en Madrid, al reclamar a los medios y a los políticos que "no se autogenere una sensación de que esto va tan mal", y De Guindos en Sevilla el día 7 al solicitar que "no se sea catastrofista".

Las crisis, como los penaltis, deben ser prevenidas anticipadamente para intentar evitarlas pero sólo se pueden pitar una vez que se han producido. Y de momento, y mientras los datos no cambien, lo que hay es una economía que desacelera y que sin embargo crece. Y que lo hace más que otras. Como dijo Galileo Galilei, aferrándose a los datos incontestables y no a las percepciones y falsas creencias, "y, sin embargo, se mueve".

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