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"Me pidieron trabajar los sábados sin cobrar"

A la mitad de los subempleados les da igual seguir o no en su empresa si logran mejores condiciones

"Me pidieron trabajar los sábados sin cobrar"

"Por último me pidieron que trabajara los sábados sin cobrarlos y que echara una mano con el orden y la limpieza de la oficina". Estas fueron las últimas exigencias que le hicieron a Isabel M. en la empresa que hasta la semana pasada la tenía en nómina. Finalmente la despidieron. Ni es una empresa de limpieza ni Ana Isabel es limpiadora. De hecho, el contrato que firmó el pasado junio era para encargarse de tareas de marketing, pero en la empresa consideraron que esta joven trabajadora, con formación universitaria, debía demostrar su compromiso limpiando los cristales. Su actitud poco colaboradora y el hecho de no ser "polivalente" (eso fue lo que le dijeron) le costaron el empleo. Empleo, por cierto, a media jornada y no precisamente bien retribuido. En definitiva, el perfecto subempleo: legal en la forma pero manifiestamente injusto en el fondo. Es más, el puesto que Isabel ocupaba hasta hace apenas días tiene todos los ingredientes que convierten un trabajo en un subtrabajo a juicio del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ). No es a tiempo completo, no está convenientemente retribuido (hasta el punto de que le propusieron que no cobrara los sábados) y "no aprovecha completamente la capacidad del trabajador".

El caso de Isabel es paradigmático porque se trata de una mujer joven, que son dos de los rasgos fundamentales que caracterizan al subempleado canario. Tan es así, que el 65% de los ocupados isleños que forman parte de esta mano de obra legal pero marginal son mujeres, esto es, 65 de cada cien o más de seis de cada diez. Y entre ellas son mayoría las jóvenes, muchas con sobrada cualificación pero sin la fortuna de haber encontrado un puesto en consonancia con su formación, habilidades y aptitudes. Así pues, el subempleo no es un problema exclusivo de un solo sector o actividad, sino que se da en toda empresa que infravalore e infrautilice a sus trabajadores. Eso sí, en Canarias hay un tercer rasgo básico que identifica a la mayoría de los subempleados, y es que se trata de personas ocupadas en el sector servicios (lo que no sorprende tanto si se tiene en cuenta la altísima dependencia del negocio turístico que padece la economía del Archipiélago) y más concretamente en el subsector de la limpieza. Básicamente son, por tanto, mujeres que se ven en la necesidad de pluriemplearse simultaneando contratos, mayoritariamente en empresas de limpieza de hoteles y otros establecimientos, para así reunir unos ingresos mínimos con los que llegar a fin de mes. Y en caso de no llegar comparten el empleo legal pero precario con ocupaciones en negro, es decir, en la economía sumergida o irregular.

Ese es el perfil mayoritario, pero entre los 70.400 subempleados que hay en la Comunidad Autónoma existen miles de casos distintos, como el de Isabel M. o el de Antonio Hernández, un joven de Tenerife que en menos de tres años ha encadenado ya seis empresas. Su sector es el de la construcción, donde hasta ahora no había podido encontrar una ocupación que le permitiera sentirse cómodo en lo laboral y en lo personal a fuerza de encadenar trabajos marginales. No en vano, el ladrillo, como la limpieza, es otra de esas actividades donde prolifera el subempleo, aunque en este caso con evidentes paradojas. Por un lado, muchos empresarios se quejan de que los demandantes de empleo del sector no están lo suficientemente cualificados, de ahí que se eternicen en la cola del paro, algo que ocurrió especialmente durante la crisis económica, ya que estos trabajadores eran difícilmente reciclables en otras ocupaciones. Pero, por otro lado, hay luego trabajadores, como el caso de Antonio, que a pesar de su juventud acumulan años de formación, experiencia y solvencia profesional y a los que esto no les resulta suficiente para encontrar empleos en condiciones. "Fueron cinco o seis empresas hasta la actual en unos tres años", explica el joven, que ahora está en nómina de una compañía en la que sí le parece posible echar raíces. Este profesional tinerfeño es así uno de esos 23.200 trabajadores que el último año lograron huir del subempleo, ya fuera consiguiendo al fin las condiciones laborales justas o, como es su caso, cambiando de empresa. Hasta conseguirlo, eso sí, Antonio no tuvo más remedio que subemplearse en el sur de Tenerife a pesar de que reside en el norte y de tener que cruzarse cada día "media isla" para llegar a su puesto de trabajo. Echaba más horas de las que le correspondían sin retribución extra alguna y siempre expuesto a que mañana fuera el último día en la empresa.

En línea con lo anterior, hay que recordar que el subempleo puede darse por insuficiencia de horas o por situaciones de trabajo inadecuado. El primer caso se produce cuando el profesional quiere trabajar más horas (horas regladas y convenientemente retribuidas) de las que efectivamente trabaja, como esa persona que tiene un contrato a media jornada porque la única alternativa es el paro, no porque no quiera estar a jornada completa. Y el trabajo inadecuado se da cuando el empleado está infravalorado, es decir, cuando considera que la empresa está infrautilizando o utilizando mal sus competencias profesionales, y también cuando entiende que se lo retribuye por debajo de lo que produce. El denominador común en todos los casos es que la persona quiere y está dispuesta a cambiar de empresa si no mejora su situación.

A 39.400 de los 70.400 subempleados del Archipiélago, esto es, a más de la mitad (56%), les da igual seguir en su puesto o conseguir uno nuevo, ya que lo que quieren es que cambien las condiciones. Otros 23.700 quieren continuar en su empresa siempre que se les amplíen las horas contractuales y cobren más; y solamente 6.800, menos del 10%, ya no desean continuar en su actual ocupación.

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