"Tenía un vuelo programado el miércoles para ir a Roma, me llamó la compañía un día antes para preguntarme si quería cancelar el viaje... le dije que sí claramente, la situación no está ahora para volver a mi país", señala Morgana Callegari. Originaria de Piamonte, región del norte de Italia, cada año se traslada a Gran Canaria durante los meses de invierno para trabajar en un restaurante del paseo de Las Canteras. Cuando la primavera empieza a asomar, vuelve a Rímini, tradicional destino turístico de la península itálica. Un retorno que ahora ve lejos ante las prohibiciones para volar entre España y el país transalpino por la expansión del coronavirus; mientras, al igual que muchos otros italianos, tendrá la vista puesta en el bolsillo.

La capital grancanaria acoge, según los datos del Instituto Canario de Estadística (Istac) actualizados en 2019, a 3.540 personas de nacionalidad italiana. Además, habría que contar a otros tantos como Morgana Callegari, que vienen por temporadas, principalmente a pasar el benévolo invierno isleño. Una comunidad que ha mostrado su "preocupación" esta semana por la supuesta "tardanza" de las autoridades españolas a la hora de tomar medidas drásticas y por el golpe que supondrá el virus a la economía del Archipiélago.

Mientras el miedo a la quiebra del turismo corre por la playa, Callegari, piamontesa de nacimiento, señala que su preocupación máxima recae en sus padres. "Viven, muy cerca de Lombardía, a solo 90 kilómetros de Milán", recalca. Y lo cierto es que esta última región es el epicentro de la epidemia en Italia, con más de 11.685 casos de los 21.157 que se han contabilizado hasta este sábado -el país en su conjunto supera los 1.400 fallecidos-.

La idea de Callegari era volver a Rímini, como cada año, y poder incorporarse allí a su trabajo el 16 de marzo, en un restaurante. Pero el gobierno italiano decretó el miércoles el cierre de toda actividad económica, salvo farmacias y supermercados. "Ahora estoy desempleada, puedo esperar un poco, pero tendré que buscar algo cuando mejore la cosa", señala. Buena parte de la comunidad del país transalpino en la capital ve con preocupación las repercusiones en el turismo, al igual que entre el resto de hosteleros en zonas como Las Canteras.

El cierre de la actividad económica en Italia ya ha trastocado la vida muchas familias. La madre de Valerio Pesci, camarero en Il Segreto di Pulcinela, en los alrededores de Las Canteras, ha tenido que echar el candado y bajar la persiana a su peluquería en el barrio romano de Monterodondo antes de la parálisis anunciada por el gobierno que preside Giuseppe Conte. "Solo iba alguna clienta que llamaba por teléfono, no compensaba tener el local abierto", apunta. "Por suerte el Estado ha quitado el cobro de los servicios básicos, nos sería difícil hacer frente al pago del agua, la luz, el gas", relata el joven.

Natural de Roma, Pesci indica que mantiene contacto con sus padres y amigos en todo momento, quienes le relatan la "difícil" situación que están viviendo. "Cuando van al supermercado solo pueden entrar tres personas a la vez", apunta. "Siempre faltan cosas, cuando va intenta llevarse todo lo que puede", recalca a las puertas de la pizzería. Lo cierto es que, a raíz de la situación que padece Italia, más de uno se ha aprovechado y comercia ilegalmente con productos sanitarios de primera necesidad. "Están vendiendo mascarillas por 90 euros, una locura", destaca Giuseppe de Santis, napolitano de origen y también camarero.

Unos metros más allá, en La Trattoria di Francesco, no existe otro tema de conversación, la pandemia del covid-19 lo ha invadido todo. Roxana Angel, camarera en este último establecimiento y procedente de la región de Umbria, muestra también su preocupación por la quiebra económica que supondrá la cuarentena. "Vivimos del turismo, habrá que tener paciencia", recalca, mientras habla con Callegari y con Giani Garedo, de Cerdeña en este último caso.

"Estamos llamando continuamente a los amigos y la familia", indica Angel; por el momento, su región, Umbria, con 147 casos, es una de las menos afectadas por la pandemia. "Con estas medidas la economía se está hundiendo, pero no queda otra, hay que respetar la ley", señala, resignada. Aún así, su principal preocupación es por lo que pueda pasar en las Islas. "Hay gente que pasa y empieza a señalar en plan mira, son italianos", y es que, al igual que ocurrió con la comunidad China en enero, a raíz del primer brote desatado en la ciudad de Wuhan, la propagación de la epidemia en el país transalpino ha desatado reacciones xenófobas por parte de muchos canarios.

En el caso del bar que regentan Mario Valsecchi y Pamela Sironi, en la calle Olof Palme, junto a Las Canteras, señalan que la clientela ha ido bajando mucho durante la semana, principalmente por un descenso del turismo. "Se nota, hay menos extranjeros y, aunque vienen muchos canarios, en gran parte vivimos de ellos", indica Valsecchi, mientras termina de servir la mesa a un grupo de británicos. "Conozco un noruego que me comentó que su idea era volver a su país en abril, pero ha adelantado el viaje, por miedo a quedarse aislado en la Isla", explica, preocupado por el futuro de su negocio, el cual empezó hace apenas seis meses.

"Siento miedo, pero en tal caso, habrá que tener responsabilidad civil", señala. "Tenemos una hija de cinco años y no paramos de preguntarle qué hace, todo el tiempo", apunta Sironi por su parte, mientras ordena la barra de la cafetería. Ambos son naturales de Milán, de la Lombardía, epicentro de la pandemia en Italia. Saben bien qué significa el confinamiento y el desasosiego ante el virus a través de los relatos de amigos y familiares.

"Tengo realmente miedo, mis padres tienen 80 años [uno de los grupos de riesgo] y con varios problemas de salud", relata Valsecchi, mientras señala, con resignación, que ellos tienen "suerte" por permanecer en Gran Canaria, donde el número de contagiados alcanza las 17 casos. "Por suerte la compra se la están llevando a casa", añade.

Llevan tiempo sin volver a Italia, una idea que ahora no se plantean ni de lejos. "No habíamos ido todavía porque el negocio estaba arrancando, pero es algo impensable en estos momentos", apunta Valsecchi. En su caso, piensa que la epidemia corrió muy rápido porque "al principio la gente no se tomó enserio la cuarentena". Y es que la descripción que hace de gente yendo a tomar "el aperitivo" en lugar de quedarse en casa, recuerda a las imágenes que han vivido estos días las calles de las Islas, con gente despreocupada en las terrazas.

Finalmente, ante el aumento exponencial de casos en toda Italia y en especial en las regiones del norte, el gobierno del país transalpino tomó decisiones muy duras. Los 60 millones de personas que lo habitan viven confinadas desde el pasado lunes con fuertes medidas restrictivas; medidas similares a las tomadas por España este sábado. Una situación que ha alterado sus vidas, caso de los hermanos del toscano Tiziano Posillico. "Tienen restaurantes en Florencia y han tenido que cerrar obligatoriamente", se lamenta, preocupado por la situación económica de estos.

"Las pérdidas que tengan dependerán del tiempo que estén cerrados", señala. Por el momento, las restricciones seguirán vigentes al menos hasta primeros de abril. Posillico también regenta un restaurante, en este caso a orillas del paseo de Las Canteras. "El miércoles podían abrir hasta las seis de la tarde, a partir de ahora no sabemos que podrá pasar", explica, resignado, mientras ve la situación desde la distancia. El hostelero lleva sin ir a Italia más de un año, apunta, y tenía pensado ir en abril por un buen motivo. "Tuvimos a nuestra hija en octubre y pensábamos ir a casa para que mis padres la conocieran", señala.

Y es que los abuelos de la pequeña tendrán que esperar a poder ver a su nieta. No obstante, los vuelos entre España e Italia seguirán cancelados como mínimo hasta abril. Mientras tanto, Posillico, al igual que otros italianos con negocios en Las Canteras, no para de repetir una palabra "fortuna", pues ninguno de sus conocidos forma parte de la lista de más de 530 contagiados en Toscana. "Las medidas que han tomado son muy duras, pero parece ser que esto es lo único efectivo para contener la enfermedad", apunta. Por delante quedan semanas de incertidumbre ante lo que vaya a deparar el covid-19.