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CRISIS DEL CORONAVIRUS

Los talleres de coches pierden clientela al reducirse el tráfico

Los negocios están abiertos al ser esenciales para los que reparten alimentos y otras mercancías durante el estado de alarma

Los talleres de coches pierden clientela al reducirse el tráfico SANTI BLANCO

La reducción de la movilidad tras el estado de alarma el pasado 14 de marzo; salvo para casos excepcionales, ha repercutido considerablemente en la fluidez del tráfico y en el número de vehículos que circulan por las carreteras. A partir de esa fecha, el tráfico diario de vehículos ligeros ha descendido a un 83%, mientras que los fines de semana ha llegado ya a un 92%, según los datos de la Dirección General de Tráfico en el primer fin de semana de abril. Las consecuencias positivas más inmediatas de esa caída del tráfico ha sido un descenso de los niveles de contaminación en las ciudades y el número de siniestros, pero la prohibición ha repercutido de manera negativa en los talleres de reparación de vehículos que, pese a contar con el permiso de apertura, han visto disminuir su cartera de clientes. Como otros negocios afectados por la pandemia han tenido que acometer ERTE -expedientes de regulación temporal de empleo- para seguir funcionando o han decidido cerrar hasta que la situación mejore.

Los talleres de reparación y mantenimiento de vehículos, así como las empresas dedicadas a la venta de piezas y recambios que directamente venden a estos negocios cuentan con el visto bueno del Gobierno de España para estar operativos mientras dure el estado de alarma por la pandemia, que ha puesto en jaque al planeta. La razón es de peso y es que los transportistas que estos días circulan con mercancía básica y alimentos deben contar con un local de reparación para solventar cualquier rotura o problema que se presente en el vehículo. La misma cobertura ha de prestarse a los coches relacionados con la sanidad, la seguridad y las emergencias, así como el resto de servicios que están permitidos como el reparto a domicilio, los taxis; entre otros.

En el talle Chano, fundado en los Tarahales en 1975, escapan a la situación porque gran parte de la clientela son taxistas. Su propietaria, Olivia Guerra, explica que la mayoría "son clientes de toda la vida", aunque ahora solo trabajan por la mañana para atender las pocas incidencias que se presentan. También están atendiendo a doctores y enfermeros que estos días tienen que acudir al trabajo y necesitan su vehículo al disminuir el transporte público. El negocio es familiar y lo llevan dos de sus hijos, que tienen un empleado. "Les he dicho que no me paguen el alquiler del local; yo no lo necesito y si lo cobro se lo voy a dar a mis nietos así que, por lo menos, se quitan algo que pagar estos meses", dice la mujer, esperanzada de que si continúa entrando trabajo al menos no cerrarán y no tendrán que ir al paro.

En taller Mucasa, especializado en chapa y pintura desde 1968, el trabajo comenzó a reducirse tanto en cuanto se dio el estado de alarma que los primeros días se dedicaron a organizar papeleo y limpiar maquinaria. "Se anularon muchas citas previstas; además había confusión sobre si podíamos estar abiertos o no , incluso un día un guardia de tráfico puso problemas a un empleado para venir a trabajar", narra Jonathan Camacho, uno de los responsables del negocio. El taller, ubicado en Guanarteme, opera con varias aseguradoras de prestigio, pero pese a que ahora la ley permite que ellos mismos registren los golpes de un siniestro con el móvil y las fotos las envíen a los peritos por un wasap, se dan tan poco accidentes que no tienen actividad en este aspecto. "Tenemos hasta un coche de Aeromédica parado para darle chapa y pintura", narra sobre el parón existente en el sector. Como ya hicieron en 2008, con la crisis de la burbuja inmobiliaria, dueños y trabajadores -once personas- se reducirán el sueldo para escapar de la situación de desempleo que se avecina tras la pandemia. "Aún no hemos hecho un ERTE pero aplicaremos la misma filosofía para capear la situación", puntualiza, aunque el horizonte no pinte muy positivo.

En el mismo barrio de Guanarteme, Luis Alberto del Toro, propietario de taller Luis Competición, también está al pie del cañón pese a que la clientela ha descendido tanto que no le ha quedado más remedio que hacer un ERTE para los tres empleados que tiene. "Si no era así era mi ruina. Sea para largo o para corto tiempo he de pagar seguridad social, impuestos", explica el mecánico, que abre por las mañanas para dar salida a los pocos clientes que solicitan sus conocimientos ya que muchos cancelaron las citas. "Pese a que hay más fluidez de tráfico y no hay que quemar tanto el coche, no dejan de ser máquinas y romperse", argumenta. En estos días ha cambiado alguna que otra batería y arreglado la pérdida de refrigerante de una furgoneta de reparto. Él también ha dedicado tiempo a la organización del papeleo y la limpieza del local. Sobre el futuro es bastante pesimista. "Los ERTE, la reducción de jornada y lo de la semana retribuida por el cierre por Semana Santa son parches; lo peor vendrá cuando comenzamos con la normalidad", reflexiona.

El ERTE también se ha tenido que aplicar en el taller Nely, fundado en 1977. "Los primeros días del estado de alarma teníamos trabajo porque había citas concertadas pero a partir del día 25 tuvimos que solicitar un ERTE para los 9 empleados porque ya no entraba nadie", comenta Sonia García, empleada e hija del propietario. El establecimiento está especializado en chapa y pintura. "Solo los talleres de reparación de camiones tienen estos días trabajo".

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