Telefónica se ha aferrado a su misión para estar a la altura de las difíciles y desconocidas circunstancias desatadas durante la crisis del coronavirus. Su propósito de ‘hacer un mundo más humano conectando la vida de las personas’ se ha revelado crucial para articular la respuesta de la compañía ante los desafíos surgidos.

Entre sus metas, sin duda la primordial ha sido la de mantener las comunicaciones, fundamentales tanto para los servicios sanitarios y de emergencias como para atender una demanda creciente derivada del teletrabajo, la educación a distancia y la necesidad de las familias y amigos de permanecer en contacto. Al mismo tiempo, Telefónica se ha puesto al lado de la sociedad mediante distintas iniciativas orientadas a la compra y reparto de material sanitario -como 52 respiradores invasivos que en 100 horas pasaron de la fábrica en China a salvar vidas en los hospitales-, a la provisión de conectividad a los centros hospitalarios de urgencia, como el levantado en Ifema en Madrid, o a la colaboración con entidades como Cruz Roja para ayudar a los colectivos más vulnerables.

Con estas acciones, Telefónica ha constatado que, junto a su razón de ser de producir riqueza y aportar valor para los accionistas, también tiene como función la de ponerse al servicio de la sociedad y proporcionar igualmente valor para toda la comunidad de la que forma parte. Esta vocación, emanada de su misión, se ha hecho palpable con sus distintos grupos de interés. Entre ellos, sus clientes, proveedores y empleados.

No podía ser de otra forma. Los clientes están en el centro de la estrategia de la compañía y acaparan toda su atención; los proveedores son los aliados, los compañeros con los que desempeña su actividad; y los empleados permiten a Telefónica ser lo que es, los que configuran su identidad y cultura y las prolongan en el tiempo. Por estos motivos resultaba imposible que Telefónica no se ocupara también de ellos en los mercados en los que está presente.

Las personas como prioridad

En todos los casos, la prioridad de la compañía han sido las personas, con la intención no sólo de atender sus necesidades, sino incluso de adelantarse a ellas. Y siempre con un mismo enfoque: ser sensibles a sus situaciones y a las extraordinarias circunstancias provocadas por la pandemia.

Con los clientes, Telefónica se apresuró para contribuir a hacer más llevadero su confinamiento con un aumento de los volúmenes de datos y la extensión de la oferta de entretenimiento sin coste adicional. En concreto, incrementó los GB que disfrutan los clientes Fusión y clientes móvil de Movistar con 50 GB adicionales cada mes, durante dos meses. También aumentó de manera gratuita la gama de contenidos, especialmente infantiles y deportivos, accesibles a través de la aplicación Movistar+ Lite, donde los clientes y no clientes disfrutaron de un mes gratis. Y puso a disposición de los clientes Fusión, igualmente sin coste añadido, la aplicación Movistar Junior con contenido especial para niños.

Con estas medidas, Telefónica ha intentado situarse lo más cerca posible de sus clientes, trascender su relación comercial para adoptar un enfoque mucho más próximo y personal. Así lo determina su misión, con esa dimensión humana que otorga a la digitalización y a sus servicios.

Los proveedores también han merecido la atención de Telefónica. La operadora los considera sus aliados y es consciente de la contribución social y económica que puede lograr a través de ellos. Un dato lo evidencia: realiza el 83% de sus compras a proveedores locales en los países en los que opera. Por este motivo, y ante el drástico parón económico sufrido desde mediados de marzo, Telefónica acortó el plazo de pago a sus proveedores en España para tratar de aliviar sus necesidades de liquidez con el propósito de que pudieran superar un periodo en el que los ingresos iban a verse mermados. Los ha considerado, por tanto, como verdaderos socios.

En el caso de los empleados, su salud ha sido lo primero. La compañía dejó claro que no expondría a sus trabajadores a un contagio por desempeñar sus funciones comerciales. Siguiendo este principio, optó por pasar al teletrabajo al 95% de su plantilla desde el primer momento y cuidar de aquellos compañeros que han padecido la enfermedad.

Esta sensibilidad y esta proximidad, combinadas con las iniciativas adoptadas por Telefónica para ponerse al servicio de la sociedad, han propiciado que el sentimiento de pertenencia, siempre fuerte en la empresa, haya alcanzado cotas históricas en la plantilla. Este hito se complementa con otro. En 2020, la compañía ha alcanzado niveles récord de satisfacción de los clientes y ha sido reconocida por cuarto año consecutivo como la operadora de telecomunicaciones más admirada de Europa y la cuarta a escala mundial, según la revista ‘Fortune’.

Estos logros figuran entre los motivos por los que Telefónica afronta la Junta General de Accionistas que celebra el 12 de junio con la ilusión de percibir que su estrategia y su conducta son reconocidas por sus empleados y sus clientes. Además, constituyen un poderoso estímulo para seguir mejorando y para reforzar la responsabilidad con la que la compañía encara el cumplimiento de su misión.

Una aspiración total

Pero hay más. Las medidas aplicadas con los clientes, los proveedores y los empleados se insertan en la cultura de la compañía, en su vocación de ser no sólo un referente empresarial en los países en los que trabaja, sino también un actor social cuya actividad genere beneficios y mejoras en todos los grupos con los que está en contacto. Este propósito se ha visto potenciado en los últimos años con la dedicación para cumplir los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) y los criterios medioambientales, sociales y de gobierno corporativo (ESG, por sus siglas en inglés).

Fruto de esta realidad, Telefónica ha reforzado su gobierno corporativo. En los últimos cuatro años ha renovado el 65% del Consejo, ya tiene un 30% de mujeres consejeras por primera vez en la historia y sigue contando con una mayoría de consejeros independientes. También ha mejorado su eficiencia y su compromiso con la sostenibilidad del planeta. En este sentido, el consejero delegado de Telefónica, Ángel Vilá, anunció la semana pasada que la operadora de telecomunicaciones alcanzará en 2030 su objetivo de cero emisiones netas en sus cuatro mercados principales (España, Brasil, Reino Unido y Alemania), inicialmente previsto para 2050. Esta revisión se produce después de lograr en 2019 una reducción del 50% de las emisiones de CO2 a escala mundial, adelantando así el cumplimiento establecido por la compañía para 2025.

Telefónica se confirma además como un gran motor de progreso social. Su actividad tiene un impacto en el Producto Interior Bruto (PIB) de los países donde opera de más de 52.000 millones de euros, genera 1,1 millones de puestos de trabajo directos e indirectos y realiza una aportación fiscal de casi 9.000 millones de euros.

Cifras, todas ellas, que generan orgullo y que actúan como motivación para seguir progresando. Cifras tras las que siempre hay personas. Lo clientes, los proveedores, los empleados. Porque va de eso, siempre va de eso. De las personas.