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Fusión Caixabank-Bankia: el porqué

Fusión Caixabank-Bankia: el porqué

El negocio bancario ya no es lo que era cuando los bancos (y las cajas) tenían el cuasimonopolio de la intermediación financiera y el margen entre el coste de los créditos (con mucha demanda) y el de los depósitos era muy alto. Entonces sólo las malas inversiones o las de favor (a veces a los accionistas del banco) llevaban al desastre. Es lo que le paso a parte de la banca española a finales de los 70 y primeros 80.

Mas tarde la aparición de nuevos intermediarios financieros, la fuerte caída de los intereses y los altos ratios de morosidad de la última crisis han hecho de la banca una actividad muy complicada. Las fusiones para reducir costes se han hecho inevitables y los siete famosos grandes bancos españoles de entonces se han concentrado y sólo quedan dos: Santander y BBVA.

Las cajas de ahorros tuvieron una alta mortalidad con el tsunami inmobiliario de la crisis del 2008. Solo "La Caixa" -y alguna otra de menor dimensión- ha logrado sobrevivir reconvertida en Caixabank. Por el contrario, la Caja de Madrid absorbió a otras y dio origen a Bankia, pero no logró superar la crisis y tuvo que ser nacionalizada -el Estado cargó con las pérdidas- en el 2012. Y España tuvo que pedir el rescate bancario a la UE.

Han pasado ocho años y ahora Caixabank y la Bankia nacionalizada -saneada por los fondos estatales y la gestión de José Ignacio Goirigolzarri, sucesor del defenestrado Rodrigo Rato- estudian su fusión para crear el primer banco por activos en España (Santander y BBVA lo superarían con sus activos en el extranjero), reducir costes, incrementar las fuertes inversiones informáticas y afrontar mejor la globalización. Hacer, en suma, lo que aconseja con insistencia el BCE.

Ningún intento de fusión bancaria es fácil y el que ahora se plantea está sólo en un primer paso. Relevante, eso sí. Si se consumara tendría grandes ventajas para Caixabank, que adquiriría mayor dimensión y capacidad operativa, y para el Estado que es el gran accionista (61%) de Bankia y que está obligado a privatizarla con rapidez por el pacto de rescate con la UE. El nuevo banco tendría de primer accionista a la fundación La Caixa (sobre un 30%) y de segundo -temporalmente- al Estado (15%). El Estado bajaría ya su participación del 61% al 15%, que también se debería vender en el momento adecuado para resarcirse de los más de 20.000 millones invertidos en el salvamento (hasta hoy se han recuperado algo más de 3.000).

El nuevo banco, con la Fundación La Caixa como primer accionista, tendría unos activos de 650.000 millones y formaría parte de la primera división europea. Sería una prueba de que, pese a la crisis, en España hay dinamismo económico. Algunos sostienen que Bankia debe ser nacionalizada, pero es muy discutible -pocos lo creen en Europa- que la banca pública sea más eficiente y además España, que va a recibir sustanciales ayudas de la UE, no puede incumplir sus compromisos.

El éxito de La Caixa se debe en gran parte a la gestión de directivos -Vilarasau, Fornesa e Isidre Fainé- con una sólida experiencia empresarial anterior (cosa poco habitual en otras cajas), a la diversificación de inversiones con menor peso del inmobiliario y presencia en servicios públicos como Gas Natural (hoy Naturgy), Telefónica, Autopistas? de rentabilidad segura, aunque no alta. También a que La Caixa tenía una mayor dimensión -había absorbido a la Caja de Barcelona, la segunda caja catalana- y a que la ley catalana, al contrario de las de otras comunidades autónomas, no alentó la politización de los órganos de gobierno sino que respetó su independencia. Algo que hay que agradecer a Jordi Pujol, de inclinación intervencionista pero quizás escamado por experiencias anteriores, y a Antoni Castells, conseller de Economía del tripartito.

Bajo la dirección de Isidre Fainé La Caixa está evidenciando la falsedad de la famosa tesis sobre la ineptitud financiera de Catalunya ya que el primer accionista -de largo- de uno de los grandes bancos europeos será una potente fundación catalana de fines sociales. Quizás se deba a que Fainé sabe que en economía no hay verdades absolutas y que la capacidad de adaptación a los cambios, a veces difíciles de prever, es esencial. Y conviene anotar que, accionista catalán aparte, los primeros ejecutivos del nuevo banco serían dos vascos: José Ignacio Goirigolzarri, que fue apartado de una brillante gestión en el BBVA, que será el nuevo presidente, y Gonzalo Gortázar, que viene de una saga del Banco de Vizcaya.

Catalanes y vascos al frente del primer banco español. En Madrid ya hay gente que se inquieta.

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