Actualmente la dependencia de Canarias del petróleo es del 98 %, por lo que resulta obvio insistir en la necesidad de alternativas que consoliden nuestro sistema energético. Las energías renovables, a las que acaban de cortarles determinadas subvenciones, son intermitentes, por lo que siguen siendo necesarias las energías convencionales que garanticen una distribución homogénea. Es sabido que la combustión de derivados del petróleo emite CO2 y SO2, cosa que no ocurre con el gas natural, que además tiene un precio muy inferior. El ahorro económico y la disminución de contaminantes justifican sobradamente que pensemos en el gas, que paralelamente propicia una segunda actividad en la industria como es la cogeneración, dado que se puede aprovechar la energía térmica que produce para generar electricidad.

En resumen, podemos decir que el gas natural como fuente de energía primaria es ideal porque: genera productos de combustión no corrosivos y no contaminantes ambientalmente, pues no ocasiona la llamada lluvia ácida que provoca el SO2; se puede consumir de forma directa, sin necesidad de procesos previos de acondicionamiento, y sin almacenamiento local. Los costes de utilización, al ser por canalización, son inferiores. Expertos cualificados han calculado en 300 millones de euros los que se ahorrarían en Canarias diversificando los combustibles que ahora se queman, sólo contando las centrales de energía y las potabilizadoras.