Verónica Izquier vive de alquiler. Lo suyo no fue una elección, simplemente un día la economía familiar se torció, como tantas en los últimos años, y el banco subastó su casa. Como el precio que se pagó por la vivienda (la compró el propio banco) no saldó la totalidad de la deuda, cada mes recibe una notificación apremiándole a pagar la diferencia. "Mi padre me avaló, si no pago van contra él", explica.

Su marido trabajaba en la construcción y un día se quedó en paro. Al principio, su padre y hermano se hicieron cargo de la deuda que empezó a acumularse. "Pusieron 2.000 euros cada uno", explica Verónica. Pero la mayoría de las economías no soportan ese ritmo.

"Mira que lloré cuando salí de ahí", recuerda. El primer destino fue el regreso a la casa familiar, pero el espacio no era mucho para ella, su marido y cuatro hijos. Lo siguiente fue la vivienda de alquiler en el barrio de San Francisco (Telde) en la que ahora habitan. El paso siguiente es acceder a una casa de protección oficial. En realidad esa fue su primera aspiración, "pero al comprar" se quedaron fuera de la lista. "Habrá que esperar", dice. Mientras, los requerimientos del banco continúan llegando. "Fui a explicarles que yo iba a pagarles", asevera. Pero no le dieron una solución. "Se deshumanizan", concluye.

Verónica no tuvo la suerte de Gustavo, otro afectado por la actual situación. También le ejecutaron la hipoteca. Lo suyo fue un desconocimiento del producto que le endosó el banco. "Me pusieron el Índice de Referencia de Préstamos Hipotecarios", recuerda. Los 534 euros que pagaba cada mes se convirtieron en casi 900 en pocos años. In extremis, logró vender su casa y liquidar la deuda con el banco. "Ahora vivo de alquiler y duermo por la noche", asegura.