El verano ha sido también un desastre para los cruceros.
Efectivamente. La industria decidió suspender operaciones en marzo. Hubo países que de una manera, yo creo, redundante, como es el caso de España, quisieron ir más allá para prohibir su atraque. A finales de mayo en algunos mercados europeos se empezó a atisbar que tenía sentido empezar operaciones en coordinación con las autoridades. Buscábamos reforzar los protocolos de seguridad y queríamos que hubiese coordinación entre países. Por eso trabajamos con la Comisión Europea para que estableciese directrices. Se consiguió que a principios de julio hubiese países que decidieron volver a acoger cruceros, como Alemania, Italia, Grecia, Croacia, Noruega, Suecia y todo el Báltico. España con su prohibición, aunque había excepciones que no se decía cómo debían ser, hizo que se perdiera el tren de la reactivación que sí han tomado competidores como Italia, Malta o Grecia. Luego han crecido los contagios y las compañías han tenido miedo a venir a España por las cuarentenas y las recomendaciones de no viajar.
¿Cuál es la estimación de las pérdidas?
El sector genera unos 1.300 millones de euros de facturación y unos 32.000 puestos de trabajo. Teniendo en cuenta que solo hemos operado en enero y febrero, podemos asumir que la práctica totalidad se habrá perdido. Es dramático y me entristece que países a los que adelantábamos, como Grecia y otros competidores, nos están tomando la delantera.
“Me entristece que países a los que adelantábamos, como Grecia, nos estén tomando la delantera”
En Canarias se está apostando por la reactivación.
La prohibición solo abarca cruceros internacionales. Hay compañías en conversaciones bastante avanzadas con el Gobierno canario para realizar cruceros en otoño e invierno, caso de TUI y Aida –los han anunciado para noviembre– y alguna otra más. Otras comunidades autónomas lo quieren hacer.
Ante la indefinición de Madrid las navieras nos dejan fuera.
Hay una gran incertidumbre en todo el sector del turismo. Cuándo y cómo se producirá el cambio de los planes iniciales para 2020-2021 dependerá de la evolución sanitaria internacional, en España y en cada uno de los destinos. Y luego, de si conseguimos que se levante esa prohibición genérica y se establezcan directrices claras de cómo tienen que ser los cruceros seguros. Es lo que todos queremos.
¿Ve posible establecer corredores seguros con determinados puertos?
No descartamos nada. Hay protocolos que ya están desarrollándose en otros mercados. Tenemos que empezar a operar en España y cada uno de sus destinos lo antes posible. Hay compañías que están operando con desembarcos controlados. Los cruceristas van en una especie de burbuja. Es decir, no pasean por las ciudades por su cuenta, son excursiones contratadas, exclusivas y con todos los embarques testados. Todo esto necesita un rodaje cuanto antes, también para dar a los turistas la tranquilidad de que el destino es seguro y, por supuesto, para los residentes.
¿Los cruceristas en esos países se hacen PCR?
La mayoría hace algún test antes del embarque. Va mucho más allá de lo que marca la normativa, que en el caso de España es la toma de temperatura y un cuestionario.
¿Cómo evalúa el movimiento anticruceros desde este contexto de crisis sanitaria?
Me cuesta contestar en este contexto actual. El turismo de cruceros es totalmente compatible con el residente. La situación tan dura con el turismo quizá haga que tengamos un debate más equilibrado sobre los beneficios e inconvenientes. Quiero pensar que ese movimiento estaba mal documentado y se hablaba de percepciones y no de realidad. Es un turismo de calidad. Lo que sí se necesita es una mejor gestión en cuanto a los desembarcos y el momento que llegan los barcos. Corresponde a las autoridades abordarlos y esperamos continuar donde lo dejamos. Y el de la contaminación es un falso debate, no existe. El sector es el que más hace por no contaminar.
