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Canarias busca atraer en invierno al menos al 44% de extranjeros del año pasado

Turismo prevé recibir 1,5 millones de pasajeros foráneos en los próximos tres meses | Las Islas cuentan en octubre con un millón menos de plazas aéreas respecto a 2019

Varias turistas transitan por el aeropuerto de Tenerife Sur Carsten W. Lauritsen

Canarias sigue moderadamente optimista frente a la debacle turística provocada por el Covid y confía en que se cumplan las previsiones que se realizaron el pasado mes de abril –en pleno estado de alarma– de cerrar este año terrorífico para el sector con cinco millones de turistas, un tercio de lo que se recibió en 2019. Para ello, entre octubre y diciembre las Islas deberían recibir al menos un 44% de los 3,5 millones de visitantes foráneos que llegaron en el mismo periodo del año pasado, es decir, 1,5 millones de turistas extranjeros.

Un reto que el Ejecutivo canario pretende lograr pese a contar con varios obstáculos en el camino, unos más fáciles de salvar que otros. El primero de ellos, y el más complicado, lo constituyen las restricciones a los viajes impuestas por los principales países emisores de visitantes a las Islas, con la cuarentena como principal medida disuasoria. Una barrera casi infranqueable que ahora mismo imponen Reino Unido o Alemania a todos los viajeros que hayan estado en el Archipiélago.

Sin embargo, el país germano, el segundo en importancia para Canarias, podría eliminar este peaje tan difícil de pagar para sus ciudadanos. Desde hace días, el Archipiélago cuenta con menos de 50 casos por cada 100.000 habitantes durante una semana, el límite que exige el Gobierno alemán para volver dar luz verde a los viajes a las Islas. Actualmente, esta incidencia acumulada es del 40,54 en la comunidad autónoma, la segunda más baja de España, por lo que turoperadores, compañías aéreas y la propia Consejería de Turismo del Gobierno canario confían en que en la actualización que realizará hoy el Instituto Robert Koch – institución pública alemana encargada del control de enfermedades– se deje a Canarias fuera de las temidas cuarentenas.

Más difícil resultará que esa misma decisión la tome Reino Unido, que exige una incidencia acumulada de 20 positivos por cada 100.000 habitantes durante siete días. La obligación de todos los británicos de tener que aislarse en sus domicilios durante 14 días si han estado de vacaciones en Canarias ha provocado no sólo el lógico descenso en la llegada de visitantes, sino también que las plazas que las aerolíneas y turoperadores ofrecen con este país hayan menguado considerablemente.

Vergüenza a viajar

El grupo TUI, que sí decidió retomar las conexiones con Alemania a pesar de la cuarentena, ha decidido sin embargo retrasar la puesta en marcha de sus vuelos con Reino Unido, que pensaba retomar el pasado domingo 11 de octubre. En total, el turoperador tenía previsto unir las Islas con 14 ciudades británicas a través de 54 vuelos, lo que conlleva que se queden sin cubrir unas 10.000 plazas. Una estrategia que contrasta con la de British Airways, que ya une Lanzarote (3) y Tenerife (11) con Londres, unos vuelos a los que sumará tres más con Gran Canaria a partir del próximo 24 de octubre, lo que hará un total de 3.060 plazas semanales. El conjunto del Archipiélago contará durante octubre con 519.000 asientos –unos 130.000 semanales–, lo que supondrá no llegar ni al 40% del mismo periodo de 2019, cuando las plazas llegaron a alcanzar los 1,4 millones.

A esta fuerte caída en la capacidad aérea se suma la baja ocupación de los aviones. La Consejería que dirige Yaiza Castilla prevé que en octubre haya un 30% de visitantes foráneos en comparación con la afluencia de visitantes del mismo periodo de 2019, un porcentaje que se iría incrementando conforme avance el año, con el 40% en noviembre y el 50% en diciembre.

Precisamente aquí se encuentra el último enemigo a batir para el turismo canario: la nueva tendencia del travel shaming, es decir, la vergüenza a viajar. Una sensación que antes sufrían los ciudadanos de los países nórdicos por el daño que hacían al planeta al montar en avión y ser cómplices de su contaminación medioambiental. Sin embargo, ahora la vergüenza viene originada por la presión social que se ejerce para que la gente no viaje y no propague el virus. Una presión que se puede apreciar en las redes sociales cuando se comparten fotografías de vacaciones o escapadas, en las que aumentan las críticas que cuestionan la necesidad del viaje y lo tachan de conducta irresponsable.

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