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La familia Del Castillo deja Binter y el resto de socios se reparten sus acciones

La pandemia frenó una operación que se inició en diciembre de 2019 y ha tardado un año en concretarse | La aerolínea garantiza la absoluta normalidad del servicio

Pedro Agustín del Castillo durante un anuncio de compra de nuevos aviones por parte de Binter EFE

La familia Del Castillo ha puesto fin en diciembre a su presencia en la aerolínea canaria Binter. La desinversión se concretó el mes pasado, un año después de comunicar a sus compañeros de viaje la intención de abandonar la empresa. El resto de accionistas han ejercido su opción preferente de compra y se han repartido el 19,44% que controlaba Casticapital, el family office a través del que una de las mayores fortunas del Archipiélago vehiculizaba su presencia en la compañía aérea canaria.

Se ha intentado mantener la operación en el secretismo más absoluto. Ninguno de los actores revela detalles sobre la operación en virtud de las cláusulas de confidencialidad que han rubricado, tan solo garantizan la absoluta normalidad del servicio. Ninguna aportación tampoco en torno a la suma que la recogida de plusvalías ha reportado a los Del Castillo.

Rodolfo Núñez, que controlaba un 0,19% del capital a título personal y otro 49,81% en representación del conglomerado Ilsamar Tenerife; Satocan Logística, poseedora de otro 10,45%; Germán Suárez Investments (10,11%) y Alfredo Morales, representante de la mercantil Flapa, que ponía su nombre en el 10% de las acciones de Binter ven ahora incrementar su participación en el negocio.

Según algunas fuentes, el reparto ha seguido los cánones reglamentarios, es decir, se ha realizado en proporción a la presencia que tenía cada uno de los socios. Otras, en cambio, sostienen que el absoluto entendimiento entre todos hizo innecesario invocar ningún precepto de la Ley de Sociedades Anónimas para terminar de concretar el nuevo escenario.

Las dificultades que la pandemia global de coronavirus han generado al negocio del transporte aéreo de pasajeros son evidentes. Los rescates, por ejemplo, de Air Europa –préstamo de 475 millones de euros con fondos públicos– o Lufthansa –9.000 millones del Gobierno alemán– dan idea del tamaño de los problemas.

Un año para la salida

Sin embargo, no es ese el motivo de la marcha de los Del Castillo. En diciembre del año pasado, cuando el coronavirus se entendía aún como un pequeño problema que padecía una región china, el entonces presidente de Binter, Pedro Agustín del Castillo, ya comunicó a sus compañeros de viaje la decisión mancomunada de la familia de abandonar la nave.

Los márgenes en el sector se estrechaban y Casticapital entendió que era el momento de levantar el vuelo tras 18 años. La diversificación de las inversiones es una de las principales características del apellido, presente en sectores como el textil, el turismo, la innovación, la sanidad, o la banca digital (el pasado verano entraron en MyInvestor), entre otros.

La pandemia no estuvo, por tanto, en el origen de la desinversión, si bien pudo terminar de convencer a alguna rama de la familia de la conveniencia de deshacer posiciones. Si acaso, el coronavirus lo que sí ha propiciado es una salida a cámara lenta. La incertidumbre es mala aliada de los negocios y si algo ha sobrado en el año recién finalizado, han sido los continuos cambios normativos para afrontar la impredecible propagación de la enfermedad por todo el mundo.

En junio, Pedro Agustín del Castillo renunció al cargo de presidente. El comunicado emitido a mediados de dicho mes incidió en el carácter voluntario de la decisión. No es que no lo fuera, pero nada habría pasado si se hubiera añadido el calificativo de lógico, porque lo era abandonar el consejo de administración cuando hacía medio año que había comunicado su intención de dejar la compañía.

Lo que su entorno hizo trascender era que deseaba dedicarse a seguir de cerca y de modo global las inversiones de la familia. A la espera de poder concretar la venta de las acciones, colocó a su hija, Susana del Castillo, en el sillón huérfano del órgano decisorio de Binter, del que continuaron formando parte Fernando del Castillo y Miguel Escudero. Rodolfo Núñez asumió entonces el cargo de presidente y Alfredo Morales, la vicepresidencia.

Iberia cerró la venta de su filial Binter en la primavera de 2002, en plena ola de privatizaciones de los gobiernos de José María Aznar. La aerolínea ya había intentado un año antes colocar su capital entre diferentes inversores, pero la operación se frustró. Finalmente, logró el acuerdo con la sociedad instrumental Hesperia Inversiones Aéreas (HIA), un grupo canario del que formaba parte la familia Del Castillo y que desembolsó 52,6 millones de euros. Nació así la actual Binter Canarias.

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