La Provincia - Diario de Las Palmas

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Nos deja un creador de bienes sociales

Hablamos por última vez un día de diciembre para desearnos felices fiestas y un año nuevo mucho mejor. Breve conversación de viejos amigos que se estiman y respetan a pesar de no verse desde quién sabe cuándo y en qué lugar. Era persona de enorme calidad, que daba a estas formalidades un contenido valioso por muy sincero. No hablamos de los contratiempos de la salud, ya graves en su caso, porque, al no citarlos, me hizo entender que eran incompatibles con las fiestas. Amigos comunes me habían informado del curso negativo de su dolencia.

Lizardo Martell daba la mejor imagen de esa ciudadanía cooperante y solidaria que dedica muchas horas a las causas colectivas de verdadera importancia. Exigen horas de trabajo y transferencias de recursos, además del impulso popular y el prestigio de sus defensores. Luchó bravamente por la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, motivo de nuestra confluencia. Lideraba el grupo de empresarios que tan eficazmente pugnaron en debates, conferencias y aportaciones de toda especie por la creación legal de una universidad «plena» en su oferta curricular, sus cuadros profesionales y su accesibilidad social.

Quienes luchamos a su lado, cada cual en su área de trabajo, fuimos testigos de la pasión y la generosidad de Lizardo, decisivos en la coordinación de sus colegas del tejido empresarial como parte determinante del gran movimiento reivindicativo.

Tras las dos colosales manifestaciones ciudadanas de los años ochentas, firmó Lorenzo Olarte, entonces presidente de Canarias, el decreto de creación de la Universidad de «las Islas Orientales», según el sarcasmo de algunos de los poderosos oponentes de las occidentales.

Alcanzado el objetivo central, siguió Lizardo Martell vinculado al gran centro de enseñanza superior, cooperando en creaciones tan problemáticas como las del Consejo Social de la ULPGC, que funcionó admirablemente bajo su presidencia de varios años.

Era, por otra parte, un empresario ejemplar que llamaba a sus amigos cada vez que incorporaba nuevas tecnologías a sus procesos industriales, disfrutando con ellos de la prosperidad que premiaba su espíritu emprendedor, su talante de hombre moderno y todos los talentos privativos de un creador de trabajo y riqueza.

Interesado siempre por los hechos de cultura y arte, fue un amigo modélico cuya ausencia nos empobrece. Quiso morir en su casa, no en una clínica, cuando, hace pocas horas, presintió el final. Hasta el último aliento en su atmósfera y en el espíritu de sus ilusiones. ¡Qué bien podría ir todo con valedores de tu talla, querido amigo!

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