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La antigua Fábrica de Pienso ahora alimenta a artistas y artesanos

El espacio ubicado en la carretera del norte de Gran Canaria se ha convertido en un coworking "único"

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La Fábrica del Pienso José Carlos Guerra

Coser, pintar, esculpir, actuar, grabar una serie de Netflix y hasta celebrar una boda. Las posibilidades en La Fábrica de Pienso son infinitas . Este coworking situado frente a la escultura de El Atlante en la carretera del norte de Gran Canaria se ha convertido desde hace ocho años en un punto de encuentro para todo tipo de artistas . Y es que en Gran Canaria no existe un espacio de trabajo compartido similar ya que hasta ahora el concepto coworking se había desarrollado más hacia los empleos digitales . Pero aquí los creadores trabajan, colaboran y se nutren de los compañeros que desarrollan sus obras por los más de 7.000 metros cuadrados que mide la antigua fábrica de pienso. La dueña crear el sitio, Sayo Quintana, se inspiró en locales de grandes ciudades como Berlín, Londres o Nueva York para en Canarias un sitio «Único y con personalidad».

Tras ocho años de «duro trabajo» Quintana reconoce que recoge frutos cada día. «Cuando murió mi padre no encontré a nadie que fuera capaz de ver las posibilidades que le veo yo al sitio, por lo que decidí encargarme sola de todo», afirma la dueña. El éxito es claro porque el cupo de artistas está completo y hasta existe una amplia lista de espera. Ahora son 40 las personas que trabajan en las siete naves que conforman el coworking y según la dueña, «no hay nadie que tenga pensado irse». La pandemia, en lugar de afectar a la iniciativa, la impulsó ya que muchos trabajadores «preferían alquilar un rincón de la fábrica antes que quedarse encerrados en casa». 

Los perfiles de los usuarios son muy variados, cualquier forma de arte es bien recibida en este espacio cultural que permanece abierto los 365 días del año . La modista Arancha Arenas no tuvo ninguna duda cuando pisó la fábrica. Se enamoró. «Este es el sitio que estaba buscando», se dijo a sí mismo hace casi dos años. Ya había trabajado en otros coworking en distintas ciudades y cuando se mudó a Gran Canaria para estudiar vestuario de espectáculo que seguiría cosiendo en espacios compartidos. Arenas tiene el taller y la exposición en La Fábrica de Pienso y sus clientes pueden pedir cita para visitar su showroom

La «cooperación y la colaboración» son las ventajas que encuentra la modista de trabajar en el coworking . «Trabajas con compañeros, si necesitas un fotógrafo tienes uno en la nave de al lado y así con todo», apunta la costurera. Arenas ha probado que cuenta con un espacio bastante amplio en la fábrica para crear lo que ella llama «residencias colaborativas». «Viene gente a trabajar conmigo del mundo textil durante unos meses para crear sinergias y fabricar un producto común», explica la joven. Este proyecto lo está realizando actualmente con Lesley Bohncke, una modista experta en la lana canaria. «Yo le enseño nociones con la máquina de coser y ella me enseña el enfieltrado de lana para aplicarlo en mis colecciones», añade Arenas sobre la colaboración. 

Bohncke está «encantada» con el proyecto y con el coworking ya que se pueden «captar ideas de los distintos ambientes cargados de creatividad». La joven holandesa lleva 12 años en Gran Canaria y se ha propuesto recuperar el uso de la lana canaria haciendo sombreros. «Es un residuo que se tira, los pastores no saben lo que hacer con él, lo queman, lo entierran y no le dan uso», explica. También colabora con otra marca de jabones naturales creando un forro para la pastilla de forma que al mojarlo actúa de esponja. 

La artista catalana Lila Sánchez se enamoró de Canarias y aunque estudió Ciencias del Mar, el arte siempre ha guiado su vida. Pinta, dibuja tapices, crea prendas con telas recicladas y compone música en este espacio compartido que, según sus palabras, le sirve para saber por dónde quiere llevar a cabo sus creaciones y descartar los caminos que no quiere cruzar. ¿Alguna pega? Sánchez necesita cascos para aislarse del ruido que en ocasiones hacen otros creadores. «Cualquier tipo de creación artística requiere de un gran tiempo de intromisión y hay veces que no tienes ese espacio», reconoce. 

Al escultor, Andrés Orejón, no le molesta el ruido porque está acostumbrado al torno de cerámica. Allí pasa horas creando las piezas que después comercializa en ferias de todas las islas. Tras más de 50 años dedicándose a lo mismo reconoce que las ventas le permiten tener un sueldo, algo que asegura, no es lo común. «No todos los artistas pueden vivir de su arte, la situación para el sector es muy complicada», asegura. 

La Fábrica de Pienso acoge a todo tipo de artistas, desde los más jóvenes que están comenzando sus estudios, hasta aquellos creadores que ya cuentan con reputación internacional . Este es el caso de Zac Ové, un artista visual británico-trinitario que trabaja entre la escultura, el cine y la fotografía. Se enamoró del espacio nada más pisar las instalaciones y ya lleva cinco años creando sus obras en una de las naves del coworking . «Tener una comunidad es lo mejor que te puede pasar en este mundo, es un lugar animado y es muy agradable crear aquí», afirma Ové rodeado de trozos de croché de colores que conforman las piezas que próximamente estarán en una exposición en Francia. En la nave en la que trabaja el británico también está una de sus obras más internacionales: «Los hombres invisibles». Una escultura que han viajado por todo el mundo pasando por Londres, Francia, Los Ángeles o San Francisco, entre otros destinos. 

En una de las naves más grandes de la fábrica, un espacio de 1.500 metros cuadrados, hay varios trabajadores compartiendo espacio. Allí se juntan desde una compañía de teatro hasta un reparador de tablas de surf. Cualquier mezcla es posible. «Todos nos llevamos genial, son todos muy buena gente», afirma Raúl Trujillo mientras revisa una de las tablas en su pequeño taller. La radio suena, lo que le permite concentrar sin atender a los ensayos de la compañía Amartes Escénicas que a tan solo unos metros está practicando su última obra titulada Viejos. Trujillo pasó varios años buscando un local para trabajar pero no encontró ninguno a su medida. «Me ponían pegas pensando que iba a ser un negocio ruidoso y no me daban oportunidades», recuerda el joven canario, quien asegura que pagar el precio del coworkinges mucho «más económico que hacer frente a un alquiler». El trabajo a Trujillo le da para «ir escapando», ya que todo depende de cómo son las olas. 

Lo cierto es que muchos artistas acuden a este tipo de espacios porque no tienen un colchón económico que les permita montar sus propios talleres y tampoco cuentan con ayudas externas. Así lo explica Sánchez. «No tenemos ni un duro, me gustaría que el Gobierno nos diera subvenciones porque no hay ningún impulso para el sector», denuncia la artista. Tampoco ha recibido ayudas la dueña del coworking , quien asegura que en los ocho años que lleva en el pie el proyecto ninguna administración ha aportado «ni un solo euro». «Me lo he trabajado yo solita, poco a poco lo he sacado adelante y aunque no ha sido fácil ha valido la pena», afirma Quintana.

Tanto ha sido el éxito que la dueña de la Fábrica de Pienso no se ha conformado solo con llenar el coworking de artistas, sino que ha utilizado las instalaciones para otras actividades . «He ido desarrollando la idea y es inevitable querer aprovechar cada rincón mágico de este sitio», apunta Quintana. Allí se organizan talleres todas las semanas, conciertos, eventos de marcas, cumpleaños y hasta bodas . En una de las naves, donde anteriormente se almacenaba cebada, ahora se organizan grandes fiestas cada fin de semana. El aislamiento permite que los ruidos no molesten a los vecinos. «Hemos visto de todo, en el último cumpleaños emularon un videoclip de Madonna con un altar, un dj disfrazado de sacerdote y hasta cruces», recuerda la dueña entre risas. 

El espacio da margen para organizar lo que se le prohíbe al usuario pero Quintana pone los límites. «No quiero masificar el lugar, lo más importante es mantener la esencia y respetar el espacio», aclara. Lo cierto es que la dueña ha aprendido de la experiencia ya que en el pasado sí organizó eventos masificados que se descontrolaron. «Hubo un par de fiestas electrónicas y había gente que acabó meando en las naves y destrozando el ambiente», recuerda.

Una de las bondades del lugar es precisamente el secretismo que lo rodea y el aire de clandestinidad que desprende. De ahí que su promoción haya sido exclusivamente por el boca a boca. «Aquí no hay cobertura, uno viene a disfrutar de la experiencia ya dejarse llevar», explica la empresaria canaria que añade que «lo que pasa en la fábrica se queda en la fábrica».

El lugar también ha enamorado a productores y directores de cine que ya han incluido los espacios de la fábrica en sus rodajes. Grandes plataformas como Netflix o HBO ya cuentan con producciones grabadas en este coworking de artistas. Y también ha servido de plato para distintos programas de televisión. «Pueden decorarlo a su manera y utilizar los distintos espacios. Las posibilidades son infinitas por eso es tan llamativo», afirma la dueña, quien también accede a hacer visitas guiadas a los grupos de canarios y turistas curiosos que se acercan cada semana a la fábrica. Así conocemos la historia del lugar ya los artistas. 

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