Hablar del movimiento empresarial canario omitiendo el nombre de Ángel Ferrera resulta imposible. Está presente en cada capítulo de la vorágine asociativa que se produjo tras el final de la dictadura e, incluso, trasciende al plano nacional cuando se estudia la génesis de la CEOE. “Soy un asturiano que he pasado prácticamente toda mi vida en Gran Canaria”, explicó en 2013 a las puertas de recibir el título de Hijo Adoptivo de Gran Canaria. Uno de tantos agasajos a los que se hizo acreedor a lo largo de su vida y que tuvieron otros grandes momentos en la recepción de la Medalla de Oro de Canarias (2007) y también el de Hijo Adoptivo de Las Palmas de Gran Canaria en el mismo 2013.

Tenía que ser adoptivo porque nació en Avilés (1943). Costaba convencer al interlocutor de turno de que así era. Así de asociada estuvo siempre la imagen de Ferrera al paisaje canario. Llegó al Archipiélago siendo un niño, a comienzos de los años 50, cuando su padre, también empresario -de casta le vino al galgo- pero vinculado al sector de las reparaciones navales y el avituallamiento de buques, vislumbró el potencial de crecimiento que podrían obtener quienes se situaran en La Luz. El régimen de puertos francos permitía el avance del comercio a grandes zancadas y cada vez eran más los cargueros que incluían las Islas en sus rutas.

Aquí, en una ciudad que no alcanzaba ni los 150.000 habitantes cuando llegó, jugó, creció y comenzó a desarrollarse su formación académica. Terminado el bachillerato en el Colegio Claret, puso rumbo a Madrid para licenciarse en Ciencias Económicas en la Complutense y completó luego su formación con el Programa de Alta Dirección del Instituto San Telmo de Sevilla. Quizá porque siempre vio a su padre crear su propio empleo y el de otros cuantos o, simplemente, porque estaba llamado a ello, ya desde joven dejó traslucir que lo suyo era emprender y liderar. ¿Pruebas? Con quince años alumbró el primer grupo de boy scouts de Canarias. Su aptitud para el debate y su vocación liberal le llevaron a soñar con un mundo que todavía no le había tocado vivir pero que sabía que existía, Los artículos que comenzó a publicar en Diario de Las Palmas siendo todavía universitario tenían un marcado sentido democrático, siempre surfeando las olas de un pensamiento único que desdeñaba y que podía conducir a la papelera sus escritos por un simple quitameallaesacoma.

La automoción fue la primera parada de su carrera profesional. Intuyéndolo o no en aquel momento, lo cierto es que se mantuvo en dicho sector durante décadas. Corría el año 1970 cuando llegó a la Dirección Financiera de Domingo Alonso SA. y solo tuvo que transcurrir uno más para verlo trabajar en la creación del Club de Marketing de Las Palmas. Quienes participaron en aquella nueva exhibición de regates a unos censores siempre ávidos de justificar sus sueldos estaban poniendo la primera piedra del movimiento empresarial canario. De hecho, esa reunión de personas que compartían inquietudes fue el embrión de la Federación Empresarial Canaria, esta ya sí, primera organización libre y democrática, constituida en las islas en 1976.

Era el momento de cimentar sin descanso edificios que dieran carta de naturaleza a la liquidación del Movimiento que llevaba 40 años impidiendo moverse. Mientras Adolfo Suárez pergeñaba una maniobra que diera paso a un nuevo modelo de convivencia, los empresarios daban un paso al frente. Ángel Ferrera sabía que el éxito pasaba por aglutinar a los grandes y no tan grandes capitales en un único organismo de implantación amplia.

No había terminado ese 1976 y sus contactos con Agustín Rodríguez Sahagún (después ministro en varios gobiernos y alcalde de Madrid) fraguaron en la creación de la Confederación Española de Empresas. Faltaba incorporar al Foment del Treball catalán, que comandaba Carlos Ferrer Salat, y la Agrupación de Empresarios Vascos de Luis Olarra. La entente se alcanzó en 1977 y con ella nació la Confederación Española de Organizaciones Empresariales (CEOE) que ha llegado hasta nuestros días. Su presencia en los trabajos previos, valió a Ferrera formar parte de la primera junta directiva de la patronal española.

En buena lógica, la experiencia atesorada en aquellos años en los que los días parecían tener 25 horas, y aún resultaban pocas, debía tener traslación a Canarias. En 1978 se creó la Confederación Canaria de Empresarios (CCE) y de nuevo el nombre de Ángel, junto al de otros emprendedores isleños, aparece en la primera línea. Esa primigenia CCE englobaba ya a los grandes sectores del tejido productivo del Archipiélago, tales como la hostelería o la construcción y Ferrera fue su primer presidente; cargo que, en condición de honor, mantuvo hasta el último día.

Desde esa atalaya, y con la autoridad que le confería su pasado inmediato, participó en la construcción del contexto socioeconómico canario que ha llegado hasta nuestros días. La preautonomía, el encaje de Canarias en la entonces Comunidad Económica Europea (CEE) y la defensa del protocolo 2, el debate de liberalismo frente a proteccionismo o la modificación del Régimen Económico y Fiscal (REF) contaron sus notables aportaciones.

Su afán creador e impulsor le llevó a gestar también el Club Liberal de Las Palmas en 1981 en compañía de Antonio Garrigues y Juan Cambreleng; tres años después, el Círculo de Empresarios de Canarias en comandita con Francisco Ucelay. Prácticamente no existe un rincón del empresariado que no visitara a lo largo de su vida. También la Cámara de Comercio de Las Palmas, que presidió entre 1986 y 2002.

Ya en la presidencia de la institución cameral -formó parte del Comité Ejecutivo del Consejo Superior de Cámaras de España-, pudo dar forma a una aspiración que mantuvo muy presente a lo largo de los años: una escuela de negocios privada. En 1987 nacieron la Fundación Bravo Murillo y la Escuela de Comercio Exterior y Marketing (Escoex), que contó con aportaciones de otros ilustres economistas y sociólogos como Rafael Molina Petit, Rafael Esparza o Cayetano González-Roca. Difundir el saber y la experiencia atesorada con el paso de los años fue otra de sus inquietudes. Tanto que mereció el título de profesor honorario de la Escuela Superior de Marketing y Administración de Barcelona.

Si se pregunta por el modo en que Ferrera se ha conducido en lo profesional a lo largo de su carrera, las diversas opiniones convergen en su talento para la continua detección de carencias y posibilidades de mejora de la vida canaria y el empeño que ponía en ejecutar cuanto estuviera en su mano para superar las unas y conseguir las otras. Prueba de ello fue el Banco de las Islas Canarias, del que fue vicepresidente diez años (1981-1991). Coincidió en ese tiempo su pertenencia al Consejo de Endesa Internacional (1981-1986) y comandó esa misma compañía energética en las Islas desde la presidencia de Unelco entre 1996 y 2006. El mismo cargo lo ejerció en el ámbito de las telecomunicaciones, desde Cable Submarino de Canarias SA y Canarias Telecom.

Hasta 2015 se mantuvo al frente de Toyota Canarias, marcando el tiempo récord de 40 años en la presidencia de una empresa que llegó a dar empleo a 400 canarios y a facturar más de 350 millones de euros anuales. Además de las distinciones ya mencionadas, cuenta también con las medallas de oro de la ULPGC (1991), la de la Orden del Mérito de las Cámaras de Comercio de España (2006) o de la Cruz Roja Española (2008), entre otras. La imposibilidad de nombrar todos los hitos que alcanzó, méritos coleccionados, galardones recibidos y actividades profesionales desarrolladas es la prueba palpable de la intensidad de una vida recorrida en pos de dejar un mundo mejor del que se encontró.

De su unión con Margarita Alonso -fallecida en 2007- nacieron sus tres hijas. Hasta su muerte estuvo casado en segundas nupcias con María Tavío. La familia fue el refugio que aportó a su vida el reposo necesario cuando las tempestades azotaron más fuerte. Los muchos amigos que le acompañaron fueron su otro gran tesoro y, como siempre se encargó de destacar, el apoyo imprescindible en las iniciativas que pudo sacar adelante.