El coste de la vida

Las navidades de la inflación en distintos sectores: "Antes el cliente preguntaba cuánto pesa, ahora cuánto cuesta"

Los comercios apuestan por mejorar la calidad de sus productos, reducir gastos innecesarios y reaprovechar todo lo que pueden

Elisenda Goñi, pescadera, cobra a una clienta.

Elisenda Goñi, pescadera, cobra a una clienta. / Zowy Voeten

Gabriel Ubieto

La inflación es un impuesto transversal que acaba pagando todo el mundo y que pasa más factura a quien menos tiene. Y esa máxima que se aplica a las familias también rige entre las grandes, medianas y pequeñas empresas. El 2022 finaliza con la campaña de Navidad, un momento siempre boyante para los negocios que han tenido que capear un año de encarecimiento de costes. No obstante, no todos los sectores están sufriendo por igual la crisis del IPC y mientras hay gremios que incluso han aumentado sus márgenes de beneficios, otros los han visto menguar mes tras mes. Según un estudio de la patronal Pimec, la escalada energética ha instalado en pérdidas al 25% de las pymes, que ven peligrar sus negocios si esta continúa durante el año que viene.

Al incremento general de costes se le ha sumado en el caso de los pescaderos la mala mar de las últimas semanas, que amenaza con encarecer los frutos del mar que se sirvan en las mesas navideñas. La harina, el trigo y el gas de los hornos llevan todo el año siendo un dolor de cabeza para los panaderos y pasteleros, que han visto como todo lo necesario para elaborar un postre les salía más caro. Y venga del mar o del campo, cualquier producto hasta llegar a su comprador acaba pasando en algún momento u otro por un transportista, que ha visto como desde la gasolina del tanque hasta el caucho de las ruedas se disparaban de precio por el encarecimiento del combustible.

"Antes preguntaban cuánto pesa, ahora cuánto cuesta"

Elisenda Goñi, pescadera.

Elisenda Goñi, pescadera. / Zowy Voeten

La familia de Elisenda Goñi lleva desde 1888 con una parada en el Mercat de la Concepció de Barcelona. “Ya estábamos cuando se inauguró el mercado”, cuenta esta barcelonesa. Su pescadería, ‘Sunta’, lleva el cariñoso diminutivo por el que todo el mundo conocía a su tatarata abuela. En 134 años han visto –y sobrevivido a- crisis de todo tipo y de la actual no tienen duda que saldrán adelante. No obstante, Goñi reconoce que “ha sido un año difícil, todo lo que envuelve al pescado ha subido mucho”. Según datos del INE, el pescado se paga un 11% más caro hoy que hace un año y el marisco un 9%.

"Antes tenías más margen para no repercutir precios, pero con la subida de los suministros es muy complicado”

“De luz pago el doble, el precio del hielo se ha mantenido, pero las bolsas y las bandejas de plástico están disparadas”, comenta esta comerciante. Goñi no se atreve a hacer una previsión de cuánto pagarán las familias que opten por platos de pescado o frutos del mar en sus mesas estas Navidades, aunque da por “imposible” que no sea más de lo que pagaron el año pasado. “Ha habido muchos temporales y eso siempre encarece el producto. Nosotros bajamos cada día a Mercabarna a por género y cada día es un mundo. Antes tenías más margen para no repercutir precios, pero con la subida de los suministros es muy complicado”, explica. 

El pescado ha subido, sin ser ni mucho menos el producto que más ha subido en este 2022 marcado por la inflación. Lo que, sumado a unos sueldos que por lo general no le han seguido el ritmo al IPC, se nota cuando la gente se dirige a la más que centenaria parada de los Goñi. “Antes la gente preguntaba cuánto pesaba la pieza, ahora preguntan cuánto cuesta”, cuenta la barcelonesa. En esta pescadería han tenido que tirar de imaginación para tratar de contener costes. Por ejemplo, tardan más en encender la luz por las mañanas y prácticamente montan la parada a oscuras. Por la noche la apagan antes. Otro truco es reaprovechar el hielo derretido para con esa agua fregar el suelo. "Tenemos que buscarnos la vida como podemos", cuenta Goñi.

"Hemos reducido a la mitad los kilómetros que hacen los camiones vacíos"

Jesús Lozano, consejero delegado de LoTrans.

Jesús Lozano, consejero delegado de LoTrans. / Álvaro Monge

El sector del transporte es uno de los que más directamente se han visto afectados por el encarecimiento de precios este año, espoleado este por el alza de la energía. “No es solo que nos suba el coste de la gasolina, que nos ha subido. Llenar el depósito de un camión hoy te cuesta casi el doble que hace un año. Sino que las ruedas están hechas con caucho, que depende de los combustibles fósiles, para las piezas del motor hemos sufrido los cortes de suministros por la guerra [de Ucrania], hemos tenido que subir un 10% los sueldos porque si no, no encontramos conductores… nos ha subido todo”, afirma el consejero delegado de Lotrans, Jesús Lozano

Este empresario familiar, de segunda generación de transportistas, tiene una flota de 350 camiones y es, a su vez, presidente de la organización sectorial Transcalit. Cuenta que, de momento, la campaña de Navidad todavía no ha arrancado, cuando para estas mismas fechas otros años había más movimiento. “El Black Friday ha sido menos intenso, el comercio digital ha bajado [respecto a la pandemia]. Y la gente está asustada y espera hasta el último momento para pedir el género”, afirma. Y hasta que estos no piden, sus camiones no se mueven.

"La gente está asustada y espera hasta el último momento para pedir el género"

Lozano ha indexado sus tarifas al precio de la gasolina, si esta sube el precio que le cobra al cliente también lo hace, porque si no le es imposible soportar el vaivén de costes. Para no tener que repercutir todo el coste, en Lotrans han invertido en eficiencia. Antes de la pandemia cada mes hacían unos 110.000 kilómetros con los camiones vacíos, en desplazamientos a repostar, a buscar mercancía u otros. Ahora interconectan viajes e incluso cooperan con otras compañías del sector, hasta el punto que han reducido casi a la mitad ese kilometraje vacío. 

Otra fórmula que Lotrans ha podido implementar es renovar parte de la flota, apostando por camiones más nuevos y con menor consumo de gasolina por kilómetro. Algo que una empresa grande como la suya puede permitirse y amortiguar parte del coste a futuro a costa de inversión a presente. Pero que los pequeños transportistas muchas veces no tienen colchón para afrontar. 

El sector del transporte ha sido escenario este 2022 de dos paros generales, el primero, en marzo, con especial impacto. Y el segundo, sin apenas incidencia. Mientras organizaciones como Transcalit apostaron por reforzar el diálogo con el Gobierno para reclamarle medidas, otros se lanzaron a la carretera a protestar. Dos vías distintas, cimentadas sobre un descontento compartido por el encarecimiento general de costes que, especialmente para los más pequeños, hacen difícil seguir compitiendo y ser rentables en el sector.    

"Por precio es imposible competir, hay que mejorar la calidad"

El presidente del Gremi dels Patissiers, Antoni Bellart.

El presidente del Gremi de Patissers, Antoni Bellart. / Ferran Nadeu

La familia Bellart hace 70 años que regenta un horno-pastelería, ubicado en la rambla del Poblenou de Barcelona. "Hemos vivido de todo. Recuerdo la crisis del petróleo -hace 40 años- cuando la inflación también estaba disparada y mi padre tenía que subir dos veces al año el precio del género", cuenta Antoni Bellart, actual propietario y también presidente del Gremi de Pastissers.

Cayeron las primeras bombas en Ucrania y aquí subió el pan. Actualmente se paga el 14,9% más caro que hace un año, según los últimos datos del INE. "No hemos repercutido todo el aumento de costes al precio. No podemos porque los clientes no vendrían. Ya nos consideran caros comparados con los supermercados", afirma. Según esos mismos datos del INE, la harina se ha encarecido un 37,8% o el azúcar un 42,8%. "En suministros pagamos más del doble", lamenta. Aquellos panaderos que utilizan horno de gas fueron de los primeros afectados por el inicio de la invasión rusa y no todos tienen alternativa para emplear otro tipo de horno. 

"Tienen que subir los salarios, sino la gente no va a poder venir a comprar"

Los márgenes empresariales de las pymes no suelen ser holgados y ello les ha obligado a ajustarse el cinturón con los recursos disponibles. En enero una de las dependientas de la pastelería Bellart tuvo que coger la baja por incapacidad temporal y no la suplieron mientras estuvo fuera. “Echamos más horas los que somos de la familia, no queda otra”, afirma. Los salarios, cuenta, son el principal costo dentro de los balances que cierra mes a mes. Este empresario está a favor que suban, “porque si la gente no tiene dinero tampoco podrá consumir”, reflexiona. E intenta hacer malabares para respetar a su plantilla y a la vez cuadrar balances. Bellart es optimista de cara a Navidades, tras un año que define como "duro". 

"Siempre son días buenos, especialmente el día de Reyes. La gente no escatima, siempre quiere tener un buen 'tortell' en la mesa. Luego el enero ya veremos como se pasa, pero las fiestas quieren disfrutarlas", anticipa. A su favor, según cuenta, juega que la inflación es transversal y no hay negocio que no se vea afectado. Restaurantes incluidos, que también han subido precios y salir a comer fuera suele salir más caro que cocinar y bajar a comprar el postre. "Los precios no los podemos ajustar más, hemos tenido que jugar la carta de la calidad. Ganaré menos con cada 'tortell' pero si son buenos venderé más. No nos queda otra", concluye. Este año han organizado un concurso de turrones 'cremats' para promocionarse y ganar cartel ante los clientes que quieren y pueden permitirse apostar por producto artesano y de proximidad.

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