Fallece Eduardo de Torres, pionero de la construcción

El empresario que formó parte del nacimiento de la actividad turística en el sur de Gran Canaria se va a los 87 años/En la dictadura tuvo la valentía de fundar una asociación de empresarios de la construcción

El empresario Eduardo de Torres Hernández.

El empresario Eduardo de Torres Hernández. / Lp

Eduardo de Torres Hernández, un hombre perspicaz e intuitivo que formó parte del desarrollo económico de Gran Canaria en el sector de la construcción, falleció ayer a los 87 años de edad. Nació en Las Palmas de Gran Canaria el 26 de mayo de 1935. De padre catalán y madre isleña, se crio en una familia con cuatro hermanos. En su niñez y adolescencia vivió en la calle Nicolás Estévanez, muy próxima a Playa Chica, de ahí su amor a la playa de Las Canteras.

Estudió aparejadores en la Universidad de La Laguna y cuando terminó la carrera regresó a Las Palmas de Gran Canaria donde empezó a trabajar en distintas empresas, siendo en la sociedad Amorós en la que realmente adquirió experiencia, no solo en la construcción, sino también en la gestión y administración empresarial.

En los años sesenta, participó como aparejador en la construcción del Hotel Folias, el primer establecimiento del sur de Gran Canaria, en donde trabajaron Manuel de la Peña, un arquitecto muy conocido en Canarias, y Ulises Medina, que fue presidente del Colegio de Aparejadores de Las Palmas, los que serían sus socios posteriormente en la aventura de gestar empresas propias aprovechando el boom turístico de la isla en los años 70.

Durante la dictadura fundó, junto a otros, una asociación de empresarios de la construcción. El asociacionismo no estaba bien visto en esa época, motivo por el cual, y por orden del Gobernador Civil, estuvo a punto de ser detenido. El asunto se zanjó con la intervención del Ministerio de Trabajo.

En su actividad empresarial se centró en la construcción de inmuebles turísticos y edificios de viviendas. En cada uno de los establecimientos turísticos que fue construyendo adquiría para sí mismo alguna de las unidades construidas. De este modo, con los años fue acumulando un pequeño patrimonio, «a medias con el banco», como a él le gustaba decir, ya que por aquel entonces los intereses de los préstamos rondaban el 16%, lo que le permitió dedicarse, esta vez a nivel particular, a la actividad turística.

Una delicada salud de hierro

En la década de los 80 varias personas, entre las que él se encontraba, decidieron crear el periódico Canarias7. En 1994, una delicada situación de salud personal le obliga a tener que abandonar su actividad empresarial. Fueron sus cincos hijos quienes decidieron comprarle la empresa y continuar con el negocio que con esfuerzo y tesón forjó su padre.

Con el cambio del milenio Eduardo de Torres Hernández decide volver a la actividad empresarial, esta vez con una ambición menor. Tiene 65 años y no quiere que la salud le vuelva a pasar factura. Sin embargo, va a ser la salud, en este caso un cáncer, la que nuevamente frena su actividad.

Los problemas de salud van a ser una constante en su vida, pero ninguno de los distintos episodios que tuvo que aguantar lograron mitigar su empeño y determinación en trabajar, que era una de las cosas que más le gustaba.

Trabajar para él fue siempre casi una obsesión. Sobre su salud, sus amigos decían que: «Eduardo tiene una delicada salud de hierro».

Eduardo de Torres tenía dos grandes pasiones en la vida, aparte de su familia que formó con su esposa Asunción García Claverie, con quien se casó en 1961. Viajando recorrió casi todo el mundo y este fue un gusto que procuró darse tantas veces como pudo, porque viajar lo hizo realmente feliz. Siempre viajaba bien con sus amigos o con su familia.

Fue un hombre que nunca se metió en la política a pesar de que lo tentaron en muchas ocasiones. Y vivió la vida como quiso : hizo lo que le dio la gana, dicen los que le conocieron.

Era amigo del exministro y expresidente del Gobierno canario, Jerónimo Saavedra, y de otro expresidente, Lorenzo Olarte, con el que tuvo también una relación profesional porque fue durante un tiempo su abogado.

A su grupo de amigos los conoció en la adolescencia, y desde ese entonces fueron para siempre sus amigos de toda la vida, incluso después de casarse.

Amante de las mascotas, que le encantaban -su último perro se llamaba Beltrán-, y de los relojes, también era un asistente asiduo al Club Náutico, donde disfrutó larguísimas veladas de tertulia, entre otros, con Juan Pedro Marañés, fundador de la clínica Perpetuo Socorro, donde falleció.

Eduardo de Torres, sin duda, era un hombre singular y muy querido.

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