Hundimiento cripto

"El 99% de las criptomonedas son una estafa": del dinero fácil al pánico (y la regulación)

El mercado de los activos digitales sigue acumulando escándalos tras un 2022 plagado de fallidas y fraudes

Sam Bankman-Fried, el gurú de las criptomonedas detenido en Bahamas por el supuesto fraude de la fallida FTX.

Sam Bankman-Fried, el gurú de las criptomonedas detenido en Bahamas por el supuesto fraude de la fallida FTX. / REUTERS

Carles Planas Bou

De protagonizar las portadas de las revistas financieras más prestigiosas de Estados Unidos a ser detenido por cometer uno de los mayores fraudes de las últimas décadas. Pocas imágenes ilustran mejor la volatilidad y el hundimiento de las criptomonedas que el trágico arco narrativo seguido por Sam Bankman-Fried, el gurú caído en desgracia tras la bancarrota de FTX, la tercera plataforma de comercio de criptoactivos más grande del mundo y centro de su imperio.

El enjuiciamiento de SBF -que se enfrenta a una pena de hasta 115 años en prisión- resume a la perfección un 2022 negro para la criptoeconomía. En apenas un año, el sector ha pasado de vivir su punto álgido a desmoronarse. Bitcoin, el token de referencia, ha caído más del 60%. Para los otros activos, el año ha sido un descalabro aún mayor. En los últimos 12 meses, la emergente industria de las criptomonedas ha visto como se han evaporado unos dos billones de dólares de su valor. Los fondos de cobertura que operan con criptomonedas cayeron el 50%, según BarclayHedge.

La revolución que prometía cambiar el entorno financiero, tecnológico o artístico ha sido sepultada por el colapso de los mercados y la sucesión de escándalos empresariales, sectas que engañaban a jóvenes y ataques informáticos, dejando a millones de afectados por el camino. La confianza ciega que muchos tenían hace un año ha mutado en pánico y recelo. "El 99% de las criptomonedas son una estafa", ha señalado el economista Nouriel Roubini, quien ya presagió la crisis hipotecaria del 2007.

¿Cómo hemos llegado aquí?

Las criptomonedas no pueden entenderse sin Bitcoin. Ideada en 2008 por uno o varios usuarios anónimos bajo el apodo de Satoshi Nakamoto, proponía una moneda digital que pudiese transferirse de forma abierta y segura a través de la red conocida como Blockchain (o cadena de bloques). Su misión era ser descentralizada, eso es, esquivar una autoridad central que regulase esas operaciones, como los bancos.

Tras el precedente de Bitcoin apareció Ethereum, una plataforma que sirvió a terceros como arquitectura para levantar sus propias criptomonedas. Y estas proliferaron, la mayoría con el fin de la especulación. Sin proyecto alguno detrás, el valor de esos activos etéreos depende de la confianza de los inversores. Firmas de capital riesgo, supuestos gurús y todo tipo de celebridades amplificaron la promesa de hacerse rico en un abrir y cerrar de ojos, un espejismo ahora en cuarentena que caló hondo y sedujo incluso a quienes no tenían conocimiento alguno sobre finanzas.

Promesas fallidas

El sector entra en 2023 evidenciando que muchas de esas prédicas eran solo humo. Muchos aprovecharon la ciega convicción en las criptomonedas para impulsar proyectos fraudulentos que han repetido un mismo patrón: promesas de grandes ganancias para atraer a los inversores, generar confianza para aumentar su valor y cuando este llega a su cima retirar los fondos para huir con el dinero de los inversores bajo el brazo. La actividad ilícita de criptomonedas alcanzó un máximo histórico de 20.100 millones de dólares en 2022, según un informe de Chainalysis.

La populista promesa de descentralizar las finanzas, esquivar el control de las grandes empresas y “devolver el poder al pueblo”, como vendieron, también fue un espejismo. Varios estudios han apuntado que la criptoeconomía es particularmente desigual y que la riqueza generada con esos activos está concentrada en las manos de pocos. Además, el efecto arrastre que generó el desplome de las criptomonedas Luna y Terra en mayo —que evaporó 45.000 millones de dólares de la noche a la mañana— ha evidenciado la interconexión entre los grandes operadores del sector.

El economista Mihir A. Desai, profesor de la Harvard Business School, ha señalado en un artículo en 'The New York Times' que las "promesas ilusorias y ridículas" de las criptomonedas son parte del "pensamiento mágico" que ha "infectado el capitalismo", una "fantasía tecnoutópica" que creció en una época de bajos tipos y de popularización de los discursos antisistema que ahora se resquebraja.

¿Ocaso o resurgimiento?

El criptomercado se desplomó en 2022 dejando ver sus costuras, pero este 2023 da signos de un ligero efecto rebote. Actualmente, aún hay hasta 22.299 criptomonedas con una capitalización de 991.160 millones de dólares, según datos de CoinMarketCap. De entre las 100 primeras solo 13 han perdido valor en la última semana. En lo que va de enero, Bitcoin ha rebotado casi un 25% -siendo su mejor mes desde noviembre de 2021- y Ether casi un 29%.

Aun así, los problemas evidenciados en los últimos meses no han desaparecido. El entusiasmo ha dejado paso al escepticismo y, en lo que va de 2023, el sector acumula multas, despidos y turbulencias. La prestamista Genesis se declaró en bancarrota este pasado jueves, dejando atrapados unos 3.000 millones de dólares de los clientes. FTX ha anunciado que de los 8.000 millones de dólares de los clientes que perdió, unos 415 millones han sido robados por cibercriminales. Gigantes como Coinbase han paralizado su actividad en Japón debido a la alta volatilidad y ha sido sancionada con más de 50 millones. E incluso Binance, la mayor plataforma de 'trading' cripto del mundo, acumula sospechas sobre su funcionamiento y denuncias por ser refugio del blanqueo ilegal de más de 2.340 millones.

Esa creciente desconfianza augura un 2023 con una mayor presión para que las autoridades adopten una regulación del sector. Tanto EEUU como la Unión Europea (UE) ya trabajan en esas leyes, preparando incluso el lanzamiento de su propia criptomoneda.

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